La escritura manuscrita activa patrones cerebrales específicos

“Palimpsestos”, columna semanal

Redacción

Por Redacción

La escritura manuscrita activa patrones cerebrales específicos

Escribo con mi letra despatarrada, “patas de araña”, me han dicho desde siempre. Escribo y la mano recorre de izquierda a derecha los renglones. Me duele la mano. Es una rara sensación la de escribir un largo rato con mi letra cursiva, porque cada vez se nos impone el teclado de la computadora o del teléfono.

Quizás no nos demos cuenta pero estamos perdiendo un rito que nació con la escritura misma, que tiene miles de años y es el dibujo de las letras realizado con nuestras manos. Viene casi de las cavernas, pasó por innumerables soportes hasta llegar al papel. Esa ceremonia implicaba manos que trazaban y acompañaban el movimiento ascendente de una “l” o descendente de una “j”, el círculo amoroso de una “a” o el triple salto de la “m”. Nuestra mano va y viene, como si dirigiese una orquesta, de hecho lo hace, los sonidos del cerebro se traducen, reinventan una nueva partitura en la hoja.

También la escritura propia es una seña de identidad, una especie de huella digital pero que dice mucho más de lo que somos y cómo somos. Seguramente recordarás o guardarás papeles con la letra de un ser querido como si atesoraras parte de ese espíritu que se fue. Desde hace unas generaciones hemos ido abandonando paulatinamente la cursiva y la hemos reemplazado por la imprenta minúscula; por eso si queremos encontrar escrituras llamativas en cursiva las tenemos que buscar en la gente mayor, que por formación hizo del trazo manuscrito una carta de presentación.

Según estudios recientes tipear puede ser una alternativa eficiente, pero esa eficiencia puede disminuir la habilidad para procesar información nueva. La escritura manuscrita, y en especial la cursiva, activa patrones cerebrales específicos y hay una relación directa entre escritura a mano y mayor generación de ideas por un incremento en la actividad de las redes neuronales.

Por eso, sería interesante comprar una de esas lapiceras fuente, ponerles cartuchos y volver a trazar con nuestro pulso las viejas formas queridas de las letras, reconocerlas y transitarlas nuevamente, aunque más no sea para elaborar la lista del supermercado.


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