De Las Grutas a Costa Rica para proteger los perezosos

Cecilia Pamich y su marido Patricio Silfeni viven en Puerto Viejo de Talamanta. En 2015 se fueron con un pasaje de vuelta a tres meses a probar suerte y terminaron trabajando en una Fundación reconocida mundiamente por su tarea en la conservación de perezosos.

“El mar es todo”. Cecilia Pamich despierta a las 8 de la mañana y mientras el olor de un café especial se desparrama por la casa se prepara para ir a la playa a nadar, en Puerto Viejo de Talamanta, Costa Rica. Camina por la arena dorada, traspasa la vegetación tropical y se mete al agua turquesa. Luego, se viste para ir a la oficina de la Fundación en la que trabaja en proteger a los osos perezosos.

“Siempre tuve una obsesión con las palmeras y el mar. Cuando se cerraron las playas, en plena pandemia, solo las habilitaban de 6 a 8, así que madrugaba. Trabajo hasta las 16 y antes de volver a casa me doy otro chapuzón”, dice para comenzar a sumergirse en la aventura que con su novio roquense Patricio Silfeni, vive desde el 2015.

No es de ahora. El amor por las olas, y el calor, siempre marcaron la vida de Cecilia. Si bien vivió en Bariloche de bebé, en Centenario más tarde; Las Grutas es su lugar. De niña, llegó a instalarse con sus padres, cuando la villa balnearia solo cubría un puñado de cuadras. Su abuelo es uno de los pioneros. Fue quién instaló el Residencial Bariloche y el constructor de casas e instituciones emblemáticas.

Cecilia Pamich hace su trabajo con pasión

“Mis papás iban a trabajar en la temporada a Las Grutas, así que, hasta que me fui a Costa Rica, nunca pasé un verano lejos. Pato también se instaló con su familia de chico y compartimos nuestra adolescencia. Cuando llegaba ésta época sufría porque se iba el calor”, recuerda desde Buenos Aires, después de una estadía en la costa rionegrina y horas antes de volar al pueblo de playa que los cautivó.

Allá encontraron no solo un lugar con calor permanente, sino también el sitio en el que nació una pasión: cuidar de los osos perezosos. Siempre les gustaron los animales. En Argentina habían hecho voluntariados en el Parque Nacional Iguazú. Al llegar consiguieron trabajo como guías en un centro de rescate y empezaron a tener contacto directo con estos animales, que nunca habían visto antes.

Actualmente trabajan en Sloth Conservation Foundation, una organización sin fines de lucro que se especializa en la conservación e investigación de perezosos salvajes. Comenzaron con pequeñas tareas y hoy son unas de las fundaciones más importantes a nivel mundial en la conservación de perezosos.

Patricio, Diego y su hijo Yeidel reforestando la montaña.

“Son animales fascinantes. No se sabe casi nada de ellos, son crípticos, difíciles de estudiar y bastante bizarros. Son muy lentos, expertos en ahorrar energía, por ejemplo, tardan 30 días en digerir una hoja y pierden al defecar, una vez por semana, hasta el 30 por ciento del peso”, dijo en Vos a Diario, el programa de Río Negro Radio 89.3.

Hay seis especies de perezosos divididos en dos familias muy diferentes: perezosos de dos dedos y de tres dedos. Cuando le pregunta que es lo que más le gusta, dice que es que estos osos se ven débiles, pero son fuertes, y cuando quieren atraparlos se defienden con una agresividad impensada.

El perezoso es un animal que parece que tiene la cara feliz, por la morfología de su rostro parece que sonríe, pero no está contento de que lo molesten o los abracen,

dijo Cecilia Pamich.

En Costa Rica hay centros de rescates, lo que muestra problemas de conservación. Ellos hacen investigación científica de la ecología y el comportamiento de los perezosos y llevan adelante varios proyectos como: un plan de reforestación urbana , un programa educativo y otro que busca disminuir el ataque de perros a la vida silvestre o un estudio para ver cómo afecta a los osos la urbanización de la selva.

“Soy la directora de operaciones de la Fundación. Tengo que coordinar todos los proyectos que llevamos a cabo, por lo que tengo varias reuniones en el día, además también manejo la web, las redes, hago fotos y videos. Patricio, está en marketing, contenidos y más”, relató Cecilia.

Un lugar muchos pueblos

Puerto Viejo de Talamanca, se encuentra en el sur de Costa Rica. El centro urbano es pequeño, ocupa unas 6 cuadras por 7 y después hay gente que vive más alejada. “Se instalan a la vera de las calles que van por la costa, como los kilómetros de Bariloche”, explicó Cecilia con referencias sureñas.

Cecilia adivierte que no hay excusa o justificación para que un perezoso esté en manos de turistas.

Sus días en el país caribeño combinan las responsabilidades de trabajo, en la semana, con los paseos a algún parque, los fines de semana. Cuando llega el viernes, llaman a Martín Miranda, su amigo viajero de Ingeniero Huergo que un día pasó a visitarlos, se quedó y formó una familia allá. O a amigos de todo el mundo que conocieron.

Cecilia afirmó que la vida allá es tranquila, es un pueblo multicultural. En el último censo se hablaba de que había personas de 40 países distintos. Hay estadounidenses y canadienses, jubilados. Es muy fuerte la cultura afro caribeña, muchos descendientes de jamaiquinos que llegaron a trabajar en el ferrocarril de las bananeras y los autóctonos del pueblo bribri y se hace “un caldo cultural alucinante”, dijo la rionegrina.

Concluyó que aunque se habla mucho de dejar todo y salir al mundo, es buenísimo conocer lugares, costumbres y animales mágicos, pero lo que no fácil es vivir lejos de los afectos.

Turismo Responsable. Cecilia y Patricio recomiendan:

– Siempre que vemos animales silvestres hay que mantener 3 metros de distancia por lo menos y nunca hay que alimentarlos, sacar fotos con flash.

– Esos animales que explotan para que, por ejemplo a cambio de 10 dólares la gente se saque fotos, mueren en semanas.

– Cualquier animal que te den para abrazar o sacarte fotos es explotación animal. Los norteamiericanos y europeos son los que más consumen, la demanda es de ricos. Los que ofrecen la foto, son familias pobres, que necesitan dinero para comer, por eso es importante educar al turista para revertirlo.


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