“De pálidas y dinosaurios”

Si cree usted que la historia de la grandeza argentina termina aquí está lejos de la realidad, porque ahora –y para sentirnos como galleta en el agua– encontramos por Chubut, en medio de una estancia patagónica, al hijo de don Saurópodo y éste no es de los griegos… bah, ni de los nuestros tampoco, porque el muchacho tiene una masa corporal demasiado grande, algo así como 77 toneladas métricas, y su peso es el equivalente al de 14 elefantes. Sí, mis queridos colegas lectores, ahora tenemos al dinosaurio más grande jamás encontrado en el mundo… ¡y es argentino! Ahora nadie hablará de inflación, paritarias, impuesto a las Ganancias, deudas previsionales con los juicios que no les quieren pagar a los jubilados, la suba en las expensas porque los muchachos de la portería tuvieron un aumento de sueldo que seguramente merecen como todos nosotros, la nafta que aumentó y lo hará un poquito más todos los meses, el gas que en el norte de nuestro país no se consigue cuando hace frío… y cuando hace calor tampoco, la leña que es más cara que diez estufas nuevas… en fin, basta de pálidas y desánimos, porque la señora después se enoja y justo a la hora en que las otras señoras miran por tevé la novela brasileña aparece en la pantalla con su “cadena de las buenas noticias” para que nosotros, los eternos amargados disconformes, comprendamos de una vez por todas que ya hay suficiente para tener y guardar por si no nos alcanza lo que nos proponen el relato y el proyecto. ¡Qué bueno! El dinosaurio más grande del mundo es argentino y nosotros, que ya nos vamos sintiendo dinosaurios, lo miramos con cierto recelo porque ahora todos los mimos serán para él y mientras tanto los argentinos lustrados… perdón, ilustres, que están vivitos y coleando, seguirán llenando el espacio del haber en cuanto paraíso fiscal extraño que tenga un lugarcito escondido por alguna isla perdida del océano que a usted se le ocurra imaginar haya. Nosotros solamente pensaremos en Tito Saurópodo, el bebé más grande del mundo que eligió esta tierra para seguir haciéndonos conocidos y famosos, como le gusta decir a la señora para felicidad de todas y todos. Ah, encima patagónico, como el cordero, los pingüinos y, sobre todas las cosas, ¡buena gente!, porque tengo el orgullo de haber vivido en Comodoro Rivadavia y sé de la bondad, respeto y solidaridad que tiene el sureño cuando alguien va en la búsqueda de un modo de vida diferente o un futuro que en su tierra natal no podrá lograr. En lo que a mí respecta, viviré eternamente agradecido por el trato humano que me dispensaron y a cualquier lado que voy llevo conmigo la imagen de esa buena gente… lástima grande que, como en mi provincia, también hay de la otra. Mientras todo transcurre en un ambiente de sano esparcimiento para las bandas de delincuentes, narcotraficantes, políticos y gobernantes empapados de corrupción y un maravilloso pueblo con su inocencia al hombro busca soluciones que le ayuden a pasar al menos un día más con lo que tiene, que no es mucho, las páginas de los diarios, las pantallas de tevé y los receptores de radio nos hablarán y mostrarán el tamaño del dinosaurio y cómo lo encontraron y nosotros, que no podremos arreglar un presente, festejaremos haber hallado algo que estuvo allí escondido durante más de 100 millones de años y no sabemos para qué sirve. Igual es importante reconocer la tarea de quienes dieron con él, comenzando por el peón de campo que se lo llevó por delante de casualidad y los paleontólogos que fueron a cepillar el polvo para poder sacarlo sin que se deteriorara. Somos un país grande en territorio pero quizá nos falta un largo camino para convertirnos en un país con grandeza… y solamente con los dinosaurios no lo lograremos. “No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande”. William Shakespeare (1564-1616), escritor británico Ricardo Bustos, DNI 7.788.556 Capioví – Misiones

Ricardo Bustos, DNI 7.788.556 Capioví – Misiones


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