De la Patagonia al mundo: dejaron el petróleo para vivir de viaje

Esther y Flavio renunciaron a sus empleos en YPF para animarse a su sueño de salir a la ruta con su camioneta y el camper. De Comodoro Rivadavia a Brasil pasando por los nueve meses varados en Bolivia, cuentan la historia desde Caviahue, donde decidieron quedarse hasta fin de año.

La historia de este amor que viaja sobre ruedas comenzó en un pozo petrolero. De un lado, Esther, geóloga española que llegó con Repsol y se quedó en YPF. Del otro y al volante, Flavio, a cargo de un equipo de terminación en Comodoro Rivadavia. ¿Usó él company man el viejo truco de tenemos que juntarnos para analizar la marcha de la producción? A juzgar por las risas cómplices del otro lado del celular en altavoz en Caviahue ahora que ya llevan doce años juntos, puede ser, aunque él jura que ella lo retaba un poco cuando pasaba a ver cómo estaba todo. De lo que no hay dudas es que un día dijeron tenemos que vivir la vida como queremos, tenemos que viajar, salir a la ruta con la camioneta, montarle un camper con baño con ducha, cama, panel solar para la energía, minialacena y calefactor, todo en cinco metros cuadrados, sin olvidar las bicis y la ropa técnica para escalar cerros. Aquí y ahora, no después de los 70.

Caviahue. La camioneta después de las ultimas nevadas. Foto: De la Patagonia al Mundo.

“Y descubrimos que se podía cumplir nuestro sueño”, dicen desde la casa que alquilaron en la aldea de montaña neuquina, con el lago a 50 metros y el volcán Copahue detrás, donde planean quedarse hasta fin de año. “Aquí podemos pedalear, subir montañas y volcanes, caminar por senderos, descubrir un lugar cada día. Todo lo que nos gusta”, dice Flavio. “Hemos visto el verde del verano, los tonos rojizos del otoño, en estos días la nieve. Debemos decirlo: es maravilloso. Y con mucho para hacer sin 4×4. Imposible aburrirse”, dice Esther.  

Laguna Escondida, Caviahue. Junio 2021. Foto: De la Patagonia al Mundo.


Los dos renunciaron a YPF, pero como parte de un plan, no a ciegas. Flavio Duplatt, que ahora tiene 52, en el 2015 para abrirse camino con su consultora de recursos humanos y cursos de capacitación laboral. Esther Medina Muñoz, de 38, en el 2019, lista para dar clases virtuales de francés y de entrenamiento funcional. Vendieron en una feria garage lo que no iban a llevar, es decir casi todo. Alquilaron la casa para garantizarse un ingreso mensual. Y el 24 de junio del 2019 salieron con rumbo norte por la ruta 3, con sus gatos a bordo, Fles y Enana. De la Patagonia al mundo, como los encontrás en las redes.

Cascada de la Culebra en Caviahue. Abril 2021Foto: De la Patagonia al Mundo.

La primera escala fue en Puerto Madryn. Los dos recuerdan la magia de esa primera noche,  asomarse de cara al mar a su nueva vida viajera. A entre 80 y 90 km/h de promedio por el peso, esa velocidad que les deja disfrutar el paisaje y conversar a bajas revoluciones, recorrieron Argentina y Paraguay, subieron por la costa brasileña hasta el norte y en el estado de Bahía supieron que ella no podía quedarse más de tres meses porque no era del Mercosur.

Bajaron por el centro, por el Brasil profundo que no sale en las postales, entraron a Bolivia y la pandemia los sorprendió dos días después en Chochis. Un golpe de suerte que el mundo se detenga en ese pueblito tan lindo de 600 habitantes, de gente tan cálida, sin un solo caso del virus y lagunas cristalinas y cerros para conocer, el vecino que los dejó parar en su predio y la doctora de la salita que cuando fue a controlarlos al llegar les dio la mejor bienvenida: “Quédense tranquilos, cualquier problema que tengan los vamos a atender”. El mismo buen trato que en Samaipata, la escala que siguió.

Nueve meses después, ya con menos fondos y con el riesgo de no poder sacar la camioneta si pasaba más de un año desde el ingreso como indica la legislación boliviana, lograron un permiso humanitario para cruzar por el puente internacional que une a Yacuiba con Salvador Mazza.

Desayuno en Chochis Bolivia. Julio 2020. Foto: De la Patagonia al Mundo.

Como en las películas, cruzaron solos aquel 27 de noviembre del 2020. Antes, del lado boliviano les desconfiaron: “¿Cómo van a entrar a la Argentina si está cerrada la frontera?”, les preguntaron y se comunicaron con los gendarmes del otro lado. “Están anotados, los estamos esperando”, les confirmaron.

Ya en el país, les exigían un domicilio para instalarse en 24 horas los 14 días de cuarentena. “No entendían que nuestra casa era lo que veían, la camioneta con el camper”, recuerda Flavio. No podían recorrer los 3011 km entre la ciudad argentina norteña y su hogar en la Patagonia en un día. “Otro golpe de suerte nos salvó”, recuerda Esther.

“Resultó que los padres de una compañera de YPF tenían una casa en Salvador Mazza, justo no estaban y nos dejaron quedarnos ahí”, agrega, tan convencida como Flavio de que tarde o temprano todo se acomoda en el camino. El objetivo era llegar al sur para quedarse en Bariloche o Villa La Angostura, seguros de que esos famosos destinos eran la mejor opción para cuando llegara, inexorable, la segunda ola. Pero se toparon con Caviahue y supieron entonces que habían encontrado el lugar donde querían parar.

Volcán Copahue. Foto: De la Patagonia al Mundo.

El ascenso al cráter del volcán Copahue, la magia del Salto del Agrio, los secretos de la cascada Escondida cubierta de hielo por estos días, los senderos que conducen a una sorpresa tras otra ya están anotados en su lista de lo mejor del viaje. Como las montañas, los arreos y las lagunas del norte neuquino. Como Catamarca y su Camino de Los Seismiles entre los volcanes más altos y cerros de mil colores. «Es como estar en otro planeta», dice Esther. O Alcobaça, la playa brasileña al sur del estado de Bahía de arenas blancas y mar azul que tan pocos conocen y en la que sacaban los cocos de los árboles estacionados a metros de la orilla.

Alcobaça, Brasil. Febrero 2020. Foto: De la Patagonia al Mundo.

La lista es larga y el telón de fondo es el mismo: la gente. Las manos que se extienden y las invitaciones que llegan a cenar, a conversar, a recorrer las maravillas de cada lugar. En Tandil, en el Litoral, en Brasil, en Neuquén o en Bolivia. Amigos virtuales que de pronto se hacen reales. O encuentros mágicos como con el organizador de las expediciones a los restos del avión de la tragedia de Los Andes, a quien conocieron en la cumbre del volcán Domuyo y después se lo cruzaron de casualidad una mañana tras dormir una noche a la vera de en una ruta mendocina y los invitó a sumarse a la travesía que partía al día siguiente.

Una grieta peligrosa en Bolivia. Foto: De la Patagonia al Mundo.

Claro que no todo es un camino de rosas. Puede pasar, por ejemplo, que un temporal haga difícil la llegada a Chochis en un camino en ascenso y que Flavio apueste a continuar la marcha, pero la camioneta se quedó a un metro de una grieta que se hacía ´profunda, con el riesgo de perderlo todo y la decisión de ser más cauto a partir de ahí. Salieron con la ayuda de siete desconocidos que los sacaron de ese peligro codo a codo. «Ahora es un poquito más conservador como yo le pedía», dice Esther con una sonrisa.

Y si de Bolivia se trata no quieren dejar de decir que aún hay muchos argentinos varados a los que no les permiten regresar por tierra, solo por avión. «Están sin plata y con el riesgo de perder los vehículos o que sean multados. No se habla de esto y es urgente hacer algo por ellos», dice Flavio.

Pozón de Jara, Caviahue – Copahue. «Vimos el verde del verano., los tonos rojizos del otoño y en estos días la nieve. Es un lugar maravilloso», dice. Foto: De la Patagonia al mundo.

El plan es quedarse hasta fin de año en Caviahue y después remontar América por el Pacífico, aunque el tiempo dirá, porque la rutina es no tener rutina y apurarse para llegar a tiempo al check in del hotel para dos semanas de vacaciones es solo un recuerdo de otra etapa, una en la que tenían una vida de confort y estrés en la que no encajaban. «Si me tocaba irme de este mundo con la vida que llevaba me iba a ir triste. Si me toca irme ahora, me voy a ir feliz», dice Esther. Y Flavio resume el espíritu que los une. «Tengas el sueño que tengas está bueno que lo intentes. El nuestro era viajar. Y lo logramos. Ese es el mensaje: se puede».


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