Quinta etapa: historias que van de principio a fin

Algunos podrán estar de acuerdo, otros no. Lo cierto es que algunos puntos de largada de la Regata del río Negro se asemejan más a un safari que a una competencia de canotaje. La Regata se sabe, es especial. Distinta. Y los lugares elegidos para el lanzamiento de los parciales, y las llegadas, también lo son.

El de la quinta etapa disputada ayer el lugar elegido para el comienzo fue el Establecimiento rural De Rege, a mitad de camino entre Conesa y la Balsa de Sauce Blanco que lleva a Guardia Mitre. La lluvia de las últimas horas que transformó la jornada en una de las más sofocantes de la semana, y no sólo eso. Además, inutilizó la playa del campo del ex vicegobernador de Río Negro que iba a servir de plataforma de lanzamiento para que los palistas alcanzaran el agua. Hubo que improvisar otra salida cinco kilómetros antes del punto original. Y ahí sí, el safari se mezcló con el canotaje.

Pequeños pasillos libres de vegetación atiborrados de palistas que pugnaban por alcanzar el río, gritos y apuros por doquier y la hospitalidad de De Rege, que abrió la tranquera para que la Regata viva otro día salvaje en esta edición 2018.

“Yo no le abro la puerta a nadie. Al contrario, el río es de todos y esto es un gusto para mí”, afirma Mario, ya hace tiempo alejado de la política y abocado a la producción de este campo que fue de su abuelo y que tiene ocho kilómetros de costa de una belleza única. “Antes la regata larga paraba acá. Hace 20 años cuando la travesía era de punta a punta. Este verano volvió, la verdad que es un gusto y hemos colaborado en lo que estuvo a nuestro alcance”, agrega De Rege. “Lástima que llovió y hubo que cambiar el lugar de largada”.

Mario nos invita a subir a su lancha para ver desde el río el comienzo de la etapa y asegura que el caudaloso brazo en donde estamos flotando no existía hace 40 años. Comenzó siendo un hilo de agua y hoy tiene un ancho de cien metros. “Ahora se está retirando hacia el norte. Unos kilómetros más adelante se junta con el otro brazo y se hace un solo río”.

Similar al que cuenta De Rege es el que está 30 kilómetros más arriba, a la altura de la Balsa de Sauce Blanco, punto de llegada de la cuarta etapa y donde el río tiene un ancho de dos cuadras.

La balsa va y viene y desde una pequeña oficina en un alto que domina todos el terreno, está Juan, el operario que maneja los controles de la plataforma móvil que depende de Vialidad, con una capacidad de cruzar ocho autos a la vez.

“Somos tres por turno. Yo acá y dos más en la balsa, que por lo que recuerdo estuvo siempre. Hace 25 años que trabajo y mi viejo lo hizo antes. Así que esto es de toda la vida”, cuenta Juan, quien asegura que la balsa tarda cerca de tres minutos en cruzar el río de un lado al otro.

La monotonía del lugar se rompe cuando hay eventos como la Regata u otros no tan felices como la vez que desde la balsa se cayó un camión con acoplado en el medio del río. “Fue culpa del camionero, que lo dejó en punto muerto. Lo pudieron sacar, pero creo que no sirvió más”.


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