«Disney Boys»: la autopercepción de los límites

Escrita y dirigida por Sebastián Fanello, quien también es parte del elenco, esta obra pone su dramaturgia en el vínculo de cuatro hombres que exponen a una sociedad cada vez más asfixiante.

Redacción

Por Redacción

Luego de un año en cartel a sala llena, la obra “Disney Boys”, vuelve a subir a escena este sábado, en el marco del 21 Encuentro Provincial de Teatro y Artes Escénicas, que organiza Teatristas Neuquinos Asociados (Te.Ne.As), y que se desarrolla con éxito en las salas de la ciudad hasta este domingo, inclusive.

El elenco Goodbye Stanislavsky regresa con esta pieza escrita y dirigida por Sebastián Fanello, a partir de las 22 en Deriva Teatro (Sarmiento 841, Neuquén). Está actuada por Brian Arias, Raúl Castro, Leandro Mellado y el propio Sebastián Fanello.

Concebida como una obra que interpela este presente “confortable”, su dramaturgia arma bases en el vínculo de cuatro hombres que, con sus luces y oscuridades, evidencian una sociedad cada vez más asfixiante e injusta. La tremenda contradicción entre lo que vemos y lo que verdaderamente es. Lo que se inscribe al pie de un membrete, eso que funciona como establecido y legitimado a partir de los “deberes bien hechos”.

La disidencia, el arcoíris como institución, el afecto entre hombres y su demostración, el sexo, la sexualidad, el cuerpo como objeto político, la revancha del abuso, son algunas de las latas que sonaran en la cabeza del público una vez terminada la función.

“Disney Boys”, desde su dramaturgia potente en la construcción de la línea de acciones y diálogos, nació como parte del germen que acompaña a su director en todo los proyectos que encara con Goodbye Stanislavsky, su compañía.

Sebastián Fanello piensa a esta obra como un aporte más a su trayectoria de desobediencia y disidencia, también.

“Teniendo en cuenta los tiempos que corren, deseaba crear una obra con un nivel estético que no se haya visto en Neuquén y que sea coherente con mi vida. A mi me interesa que todo aquello que me sucede en la vida se transforme estéticamente en algo. Generalmente, los temas encorsetados son los que más me atraen”, dice el director junto al elenco en entrevista con diario Río Negro.

“Por ejemplo, desde la militancia siento que en el avance y adquisición de los derechos de la comunidad LGBT, hay un discurso en el que se va perdiendo la voz homosexual más combativa. Esa forma menos amiga de las leyes y que tiene mucho para decir del sistema en el que vive y donde esos cuerpos han tenido que resistir durante mucho tiempo. Como a mí esto me pega de lleno siempre estoy tratando que ese foro de ideas alcance lo estético. Es algo que venía masticando desde otras obras, hasta que con ‘Disney…’ decidí que debía encarnarse en cuatro actores”.

Sebastián Fanello investigó estéticas que se acercaran a lo que tenía en mente y encontró inspiración en el In-Yer-Face Theatre, grupo londinense de los 90´s, “el Trainspoting del teatro”.

Una vez que tuvo la idea convocó a los actores y se pusieron a trabajar. “Me siento muy orgulloso de este elenco. Yo había hecho una convocatoria abierta y recibí muchas propuestas para encarar la obra pero finalmente me quedé con este grupo muy hermanado, que ya tiene un vínculo de amistad fundado por lo que completé rápido esa manada que quería”, agregó el dramaturgo.

La charla con los cuatro actores es en Deriva Teatro, un espacio que durante y cada fin de semana trabaja con propuestas que incluyen espectáculos y talleres de danza y teatro. También se pueden ver exposiciones de artistas locales que invitan a ser recorridas cada noche.

Respecto al abordaje del texto, a la historia en sí que transcurre en la sórdida habitación de Tato, un yonqui de temer al que no le vemos sus ojos pero sí su “cocina” y la mesa donde ejerce su poder, el actor Raúl Castro dijo: “yo vengo de la escuela de Víctor Mayol. De él aprendí a trabajar los personajes desde su profundidad. Había un fuerte compromiso corporal y emocional en lo que hacíamos. La desnudez, por ejemplo, la trabajábamos con el riesgo y la consciencia de nuestros límites. Con esta obra entramos en una misma sintonía y esto el público lo siente. La confianza que se percibe en el grupo es la que primero debimos encontrar cada uno con su propio trabajo para que luego se transforme en una energía grupal”.

Para Brian Arias, en la piel de Veto, fue un proceso interesante el que vivieron con la obra, y al que le dedicaron largas horas de charlas. “La poética del teatro de Sebastián, es justamente un aparato de disturbio que hace implosión ante lo institucionalizado. Ataca la idea de esa especie de Disney en la que vivimos. Hemos actuado en lugares donde la obra fue el ejemplo más carnal y claro de cómo atenta justamente contra lo que critica, mas allá de que si gusta o no. Es disruptiva, crítica con lo establecido, con la sexualidad institucionalizada”.

Los actores: Sebastián Fanello, Leandro Mellado, Brian Arias y Raúl Castro.

Una de las funciones del arte es devolverle a la realidad esas deformaciones dadas a partir de otras miradas, de opiniones distintas para que también jueguen, dice Fanello, y agrega: “para nosotras es mucho más que hacer una obra no heterosexual. Es poder mirar todo aquello que socialmente se va encorsetando”.

Leandro Mellado, quien interpreta a Maxi, dice que siempre comulgó con la estética corrosiva de Sebastián. Desde sus primeros trabajos juntos, hace unos doce años, supo que adhería al director y a su visión del mundo. “En este sentido la obra es combativa. Nosotros nos conocimos militando en los espacios, como sucedió en la Sala Conrado Villegas. Políticamente hablando nos vinculamos desde trincheras del arte. Lo hicimos como sujetos políticos. Hoy, seguimos con temas que se sienten a flor de piel. La idea es seguir militando desde el escenario”.

¿Lo que han asimilado de la obra, suelen perderlo?

Sebastián Fanello: “En algunas funciones nos pusimos más graciosos y enseguida nos alertamos de ello. Es cierto que los cuatro tenemos un apetito inmenso por la actuación y que venimos cada uno de otras experiencias teatrales. Pero tratamos, en lo posible, de no irnos demasiado de lo oscuridad que propone el texto. Para ello es que jugamos mucho antes de salir a escena. Desde una concepción casi arcaica del teatro, tenemos una especie de ritual que acostumbramos hacer, muy de la vieja escuela, pero que nos ayuda a conectar con esa fuerza del actor que necesitamos. Más allá del discurso, del texto, de la puesta en escena y de lo que estamos diciendo, nuestra fuerza es actoral. Gracias a esto es que la obra funciona como una máquina”.

El teatro se comparte, es con otros, pero hay algo que corresponde a la ficción y es que, una vez terminada la función, el personaje se va como un alma. Es por eso que el elenco pactó no salir a saludar al hall. La gente se lleva ese saludo final. Se queda con la imagen del actor en el momento en que la ficción termina y su personaje emprende vuelo.

Proceso creativo para un "contenido explícito"

Está claro que todo lo que sucede en escena, el “contenido explícito”, fue hablado en el grupo. Los límites a los que llegan los actores van de la mano con la historia, perversa y sádica. Acordaron que el ritual era necesario antes de salir al escenario. Morir y nacer en cada función, así lo sienten y así llega a la platea. “Es lo indecible, pero está. Hay un entendimiento de lo que está pasando, y aunque no lo podamos racionalizar, está en el cuerpo”, dice Brian.

Los personajes sucumben frente a sus deseos. Sería injusto quedarse sólo con la idea del sexo como eje de la obra. Hay un enorme trabajo basado en la confrontación de los pudores, de los temores, de lo debido y lo no debido, de los fantasmas de cada uno. Son personajes que están en la marginalidad, cuerpos disidentes que provocan una fuga en los demás porque ellos ya se fugaron.

Así, la vida de quienes siguen lejos de lo “oficial”. Esas “minorías” bardeadas, hostigadas y estigmatizadas.

“Disney Boys”, es una gran bomba de furia. Llega con un discurso donde la constitución de la identidad de una persona no está exclusivamente ligada a la sexualidad. Todo lo contrario. La obra atenta contra esta representación diaria, instalada. Es un manifiesto de cómo el ser humano se autopercibe. De su elección diaria. El borde que invita y que también alerta: “ten cuidado con lo que deseas”.

Oscar Sarhan


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