El gigante pies de barro y el futuro del CEO de finanzas

Los números de los que se ufana Milei, los que le reportan el elogio del mercado, se muestran endebles. La recesión asecha, los dólares no aparecen, y puertas adentro del oficialismo ya comienzan a mirar a Caputo de reojo.

“El único líder del libre mercado en el mundo, en este momento, está en Argentina. Javier Milei va a ser un experimento interesante. Es un líder altamente inteligente, que fue formado en la escuela austríaca de economía. Es gracioso porque la última vez que estuvo dialogamos sobre derecho y le consulté ¿qué haría? Recortó la seguridad social 35% desde que llegó al cargo. Pasaron de un déficit del 4% o el 5% a un superávit del 3%. Están recibiendo un golpe certero en el PBI debido a la recesión. Y pese a ello su nivel de aprobación no ha bajado. Además de ser inteligente, es un showman”.


Las definiciones pertenecen a Stan Druckenmiller, uno de los inversores y administradores de fondos de cobertura más grandes del mundo, ex socio de otro pez gordo del mercado financiero global, George Soros.
El contraste es elocuente. Las finanzas globales están extasiadas con Milei. Elogian la capacidad del mandatario argentino para hacer lo que desde el mercado toda la vida pregonaron: recortar gastos, achicar el Estado, licuar salarios y jubilaciones en términos reales, y al mismo tiempo abrir la puerta grande para lo que los “lobos de Wall Street” mejor saben hacer, generar jugosas rentabilidades financieras de corto y mediano plazo.


La contra cara es el paro general de esta semana. Más allá de la legitimidad social que puedan tener los sindicalistas, el acatamiento a la medida de fuerza fue de los más altos de la historia reciente. Al igual que sucedió con la marcha universitaria, hay un elocuente mensaje al gobierno, de una enorme porción de la población que siente que en apenas cinco meses, su calidad de vida se deterioró ostensiblemente.


Es casi una verdad de perogrullo. “Los inversores son seres vivos sin piel”, definió alguna vez un especialista de mercado. Quienes miran los países del mundo como si fuera un tablero TEG financiero, solo tienen como premisa maximizar la rentabilidad. Poco les interesa acerca del padecimiento de un jubilado de carne y hueso al que le recortaron el 35% del valor real de sus beneficio previsional en pos del virtuoso objetivo de alcanzar el superávit en un solo trimestre.


Muy diferente es la percepción del lado de la economía real. De quien ve derrumbarse la demanda de su empresa o comercio, de quien ve peligrar seriamente su fuente laboral, quien tuvo que desafiliarse de la prepaga, cambiar los chicos de escuela, o teme que la universidad en la que estudia deba cerrar sus puertas en breve.
En apenas 5 meses, la economía de Milei ya despierta amores y odios, éxtasis y dolores.


Un gigante con pies de barro


No existe ideología alguna en los estados contables, las estadísticas o la ecuación financiera del Estado. Los números son números, y simplemente arrojan una foto del estado de situación para un momento dado del tiempo.


El gobierno buscó presentar con épica de gesta global el superávit fiscal del primer trimestre.
A todas luces logró el objetivo. Druckenmiller, uno de los inversores más grandes a nivel global, compró. Se obnubila ante el poder que parece ostentar el gigante. Su capacidad de generar cambios en pro de la libertad del mercado con tanta celeridad.

La deuda que el gobierno acumuló con las energéticas en el primer trimestre asciende a $200.000 millones. Dicho de otra manera, tres cuartas partes del superávit del primer trimestre, que genera éxtasis en los inversores extranjeros.


Lo que Druckenmiller quizá no advierte con tanta claridad, es que el gigante se cimienta en pies de barro.
El superávit presentado por Javier Milei para el primer trimestre de 2023 fue de $276.000 millones. Se logró luego de licuar el valor real de las prestaciones previsionales, pisar pagos a las provincias y estrangular el presupuesto universitario.


Sin embargo hay un dato clave que desarma el entramado discursivo oficial, y derrumba contablemente el “superávit” que el presidente dió a conocer como una gesta global histórica. La deuda que el gobierno acumuló con las energéticas en el primer trimestre asciende a $200.000 millones. Dicho de otra manera, tres cuartas partes del superávit que genera éxtasis en los inversores extranjeros, no es otra cosa que gasto corriente que Milei no pagó, pateó para adelante, y hoy no encuentra como cancelar.


Esta misma semana el gobierno intentó “colocarle” de forma compulsiva a Cammesa un bono en dólares con vencimiento en 2038 para poder “resolver” la desprolijidad contable financiera que sostiene el superávit del primer trimestre.

El gobierno intentó “colocarle” de forma compulsiva a Cammesa un bono en dólares con vencimiento en 2038 para poder “resolver” la desprolijidad contable financiera que sostiene el superávit del primer trimestre. Buscó cambiar gasto corriente en pesos por deuda en dólares.


Es decir, pese al elogio que despierta en los grandes jugadores financieros del mundo, el gobierno intentó esta semana una de las peores maniobras financieras en las que puede incurrir quien administra recursos: convertir gasto corriente en deuda. No solo ello. La idea era cambiar gasto corriente en pesos, por deuda nominada en dólares.


No lo logró. Desde la Asociación de Generadores de Energía Eléctrica de la República Argentina (Ageera) rechazaron la medida con una sentencia que ataca el núcleo central de las ideas libertarias: “Resulta en una afectación de los derechos contractuales de los Agentes Generadores y una violación a su derecho de propiedad privada”, expresa una parte del texto enviado como misiva al ministro de economía Luis Caputo.


Derrumbe


El presidente insiste una y otra vez con que la economía experimentará un rebote en “V”.
La última vez que algo así sucedió fue en el bienio 2020/2021. La economía cayó 10% en el primer año de la pandemia a raíz de la cuarentena que paralizó la actividad. Al año siguiente recuperó exactamente lo que había perdido y creció otro 10%.


Lo cierto es que si una dinámica semejante está en marcha, la coyuntura encuentra a la estructura productiva nacional en la parte descendente de la “V”, y el gran interrogante es cuándo llegará el punto de inflexión. Eso, suponiendo que la “V” verdaderamente exista, y que no sea en realidad una “L”.


Hasta el momento, los fríos números oficiales dan cuenta de un verdadero derrumbe del nivel de actividad. Comercio, industria y construcción son el corazón de la demanda agregada interna. Los tres rubros viven un derrumbe similar al de la pandemia, pero esta vez sin cuarentena ni restricción alguna.


Las ventas minoristas medidas en cantidad por la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), cayeron un 18,4% entre enero y abril. Pero si se analiza sector por sector, la caída llega al 23,8% en alimentos y bebidas, y al 31,3% en farmacia.


Según dio a conocer el Indec esta semana, en el mes de marzo la producción industrial cayó un 21,2% en relación al mismo mes de 2023 y acumula una caída del 14,8% el primer trimestre. Un caso particular dentro del entramado industrial es el segmento automotriz. El conglomerado que supo ser barco insignia de la industria nacional cerró los primeros cuatro meses del año con una caída acumulada del 22% en la cantidad de unidades producidas, y en el mes de abril experimentó una caída del 32,9% interanual en las exportaciones.


La construcción en tanto, vive un verdadero desplome. Según los datos oficiales publicados esta semana por Indec, la actividad de la construcción se derrumbó un 42,2% interanual en el mes de marzo, y acumula una caída del 30% en el primer trimestre.


La estadística privada de la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland confirma el panorama con el dato de abril. En el cuarto mes del año, la producción total de cemento (mercado interno + exportaciones), cayó un 35,6%, y acumula una merma del 31,2% en los primeros cuatro meses del año.


Los flojos resultados del CEO de finanzas


Cuando Javier Milei convocó a Luis Caputo como el conductor de la economía nacional, lo pensó para cumplir el mejor rol que el ex JP Morgan puede jugar: ser un CEO de finanzas que logre encausar la ecuación de ingresos y gastos, equilibre las cuentas, y por sobre todas las cosas, consiga “fondos frescos”.


Un eufemismo que suele usarse a la hora de expresar algo incómodo de explicar. Lo que mejor hace Caputo es colocar deuda. O al menos “lo que mejor hacía”. No estaría siendo el caso en estos últimos cinco meses.


El objetivo de máxima para el CEO de finanzas de Milei era reunir en el primer semestre los u$s 15.000 millones que permitan salir del cepo cambiario, y en el mejor de los mundos ideales libertarios, caminar rumbo a la dolarización.
El gran problema es que la mitad del año está a la vuelta de la esquina y Caputo no ha logrado ni siquiera la mitad del objetivo.

Resultados. Caputo no logra que los dólares necesarios para levantar el cepo aparezcan.


El ministro se siente cómodo frente a los elogios de Stan Druckenmiller o de Elon Musk (de hecho se encargó de reproducirlos en twitter), pero colapsa al pretender tomar el timón de la economía real.
Caputo no logra digerir que desde los empresarios pyme hasta las grandes cadenas de supermercados, se resistan a “bajar los precios”.

En su imaginaria concepción dogmática de la economía, se puede desregular por completo un mercado oligopólico como el de la medicina prepaga, y suponer que las empresas no aprovecharán su posición dominante para subir los precios todo lo que puedan y recomponer la matriz de rentabilidad.
Es el momento en que el “respeto irrestricto por el proyecto individual y la propiedad privada” muta en intervencionismo, y el gobierno libertario termina controlando precios y obligando a las prepagas a colocar “un precio razonable”.


Concretamente, el CEO de finanzas sigue sin alcanzar los objetivos y la pregunta no solo es ¿quién pone la plata? sino que una vez identificados los potenciales aportantes, el interrogante es ¿por qué razón harían un aporte abnegado y solidario a la causa libertaria?


Un socio estratégico para cualquier país emergente del mundo sería sin dudas China. Sucede que el presidente Milei se ha encargado una y otra vez de aclarar que “no negocia con comunistas”.
Los países árabes son otro polo financiero estratégico a nivel global. El propio Mauricio Macri buscó una y otra vez tender puentes con el mundo árabe. El escollo en ese caso es la posición radicalizada de Milei a favor del accionar de Israel durante el conflicto en medio oriente.

La pregunta no solo es ¿quién pone la plata? sino que una vez identificados los potenciales aportantes, el interrogante es ¿por qué razón harían un aporte abnegado y solidario a la causa libertaria?


Otro aportante solidario podría ser la banca global de desarrollo, como el Banco Mundial. Sin embargo se trata de organismos que financian obras de infraestructura. Las mismas que Milei acaba de paralizar.
En la lista solo va quedando el Fondo Monetario. El problema es que la política interna del Fondo ya no tolera más concesiones al país debido a la alta exposición que ya tiene el organismo para con la deuda argentina. Los “nuevos desembolsos” con los que soñaban Milei y Caputo difícilmente lleguen en el primer semestre.


Los inversores privados son los únicos que hoy podrían apostar a la gesta libertaria. Justamente personajes como Druckenmiller o Musk, que acaban de elogiar el rumbo elegido por Milei. El problema en ese caso, es que se trata de inversores financieros que en general suelen aprovechar la coyuntura para invertir, lograr rentabilidad de corto plazo, y retirarse. Algo similar a lo que vivió la gestión Macri en el periodo 2016/2018.

Los inversores con los que sueña Milei, son los que generen el salto de producción y empleo, la famosa “lluvia de inversiones” que nunca llegó. A diferencia de los lobos de Wall Street, ese tipo de inversores se pregunta cuál es el negocio de poner una planta en un país cuya demanda agregada está famélica a raíz del deterioro del poder adquisitivo.


En el mundo corporativo, cuando un CEO no reporta resultados, comienza a hablarse de su reemplazo. Milei y su hermana no administran una corporación, aunque imaginan al Estado como si fuese una. Es la lógica con la cual empieza a rumorearse acerca de los nombres para reemplazar a Caputo.


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