Javier Milei, más cerca de Guillermo Moreno que de Milton Friedman

La aceleración de precios en marzo y la devaluación de abril, golpearon el núcleo argumental del mayor logro político del gobierno: la inflación. El presidente y su ministro de economía fueron arrastrados por los datos al barro de lo fáctico, donde el dogma monetarista da lugar al intervencionismo del Estado.

“La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. La frase fue pronunciada una y mil veces por el presidente Javier Milei en sus habituales apariciones públicas. Pertenece sin embargo al premio nobel de economía Milton Friedman, reconocido como uno de los artífices de la teoría monetarista y uno de los pilares del liberalismo económico moderno.


En términos generales, la doctrina adhiere a la idea básica de una estrecha relación entre la cantidad de dinero en circulación y el nivel de precios, y los datos históricos y estadísticos en diferentes lugares del mundo y en diferentes contextos, permiten encontrar una alta correlación empírica entre la velocidad a la que crecen los agregados monetarios y la velocidad a la que se mueven los precios de una economía.


En el borde del debate conceptual, buena parte de la cátedra económica lleva las premisas de Friedman al extremo de afirmar que “el único motivo posible de la inflación” es la emisión monetaria. Y agrega además, que la emisión monetaria excesiva solo tiene lugar cuando el Estado incurre en niveles de gasto desmedidos y déficit fiscales crónicos, que requieren la asistencia financiera de la autoridad monetaria.


Tal afirmación equivale a desconocer la incidencia de otras causas que en determinado contexto y ante determinada combinación de variables, pueden operar como factores catalizadores para el nivel general de precios.

Quienes llevan al extremo las ideas de Friedman, afirman que “el único motivo posible de la inflación” es la emisión monetaria. Equivale a desconocer otras causas que emergen en determinado contexto y ante determinada combinación de variables.


Supone además que una vez determinados los agregados monetarios, cualquier tipo de intervención del Estado, no hace más que distorsionar la “correcta” asignación de precios y cantidades que surgen del libre juego de la oferta y la demanda en cada uno de los mercados.
En ese extremo se ubican el presidente Javier Milei y su ministro de economía Luis Caputo. O al menos se ubicaban hasta hace apenas dos semanas.

Mientras los números den


Tras implementar una devaluación del 118% que llevó la inflación mensual al 25,5% en diciembre de 2023, la gestión Milei logró una senda sostenida de inflación a la baja en sus primeros diez meses de gobierno.


El fundamento conceptual de esa baja encajaba a la perfección con el encuadre teórico de Friedman al que adhiere Milei: ajuste feroz del gasto, licuación de partidas presupuestarias y haberes previsionales, superávit fiscal, y fuerte reducción de la emisión monetaria para asistir al fisco. El resultado, caída de la inflación. Para poner en un cuadro.


No obstante, el proceso de desinflación se interrumpió en octubre de 2024. Tras marcar 2,7% en el décimo mes del año, el registro mensual de inflación ingresó en una dinámica de “serrucho” entre el 2,7% y el 2,2%. Nunca desde que Milei llegó al poder, la inflación logró perforar ese “piso” mensual del 2%.

Nunca desde que Milei llegó al poder, la inflación logró perforar el “piso” mensual del 2%. Además, desde enero de 2025 inició una secuencia de tres meses consecutivos con alza de precios, que colocaron el dato mensual en un lugar muy similar al 4% que tenía hace un año.


Justamente a mediados de 2024, y cuando ya se advertía que el proceso de desinflación se agotaba, el gobierno realizó dos anuncios para redoblar la apuesta. El primero, la introducción del concepto de “Base Monetaria Amplia”, sumando a la Base Monetaria, los depósitos del Tesoro en el Banco Central (BCRA) y el stock de LEFIs, y determinando en agosto que la misma quedaría “fija”.

El segundo, la esterilización de la emisión monetaria por las compras de divisas de parte del BCRA, mediante la venta secundaria de divisas en el mercado cambiario financiero. Con ambas medidas se pretendía lograr “emisión cero”.


El “torniquete” monetario no solo estuvo lejos de contribuir a que se retome la senda mensual a la baja, sino que sucedió todo lo contrario. Desde enero de 2025 inició una secuencia de tres meses consecutivos con alza de precios, que colocaron el dato mensual en un lugar muy similar al 4% en el que estaba hace un año.

Posibles escenarios


Economistas de la talla de Marina Dal Poggetto, con quien el presidente mantiene un encono casi personal, señalan que pese al discurso de emisión cero, el gobierno siguió emitiendo en 2024 a través de las compras de divisas en el MULC, y en la última parte del año, otorgando créditos en dólares fondeados por el blanqueo que culminó en diciembre.


Lo cierto es que mientras el presidente y el ministro predican monetarismo y emisión cero, el principal fundamento en la batalla contra la inflación durante 2024 fue una vieja y conocida herramienta, muy utilizada por las tres gestiones kirchneristas: el tipo de cambio como ancla nominal de precios. En otras palabras, el atraso cambiario.


Cuando las mieles del blanqueo se agotaron y el atraso del dólar comenzó a ser inocultable, quedó expuesta la escasez de reservas del BCRA, y se incrementó la presión sobre las cotizaciones paralelas.
El mes de febrero, y sobre todo el mes de marzo, fueron caja de resonancia de esa dinámica, con precios minoristas que se aceleraron y pusieron en jaque el libreto oficial, obligando a un viraje pragmático que contradice la soberbia catedrática con la que el mandatario pretende aleccionar una y otra vez a sus colegas economistas.


Transcurridas tres semanas de abril, los pronósticos de las consultoras privadas señalan que el cuarto mes del año culminará con una inflación de entre el 3,9% y el 4,7%. Sobre esa base, el desafío para lo que resta del año es mayúsculo.


Si el gobierno logra encapsular en abril y mayo el traslado a precios de la apertura del cepo y retornar al terreno del 2% mensual, el año cerraría en torno a un acumulado del 38%.
Si en cambio el 4% mensual se convierte en un nuevo piso promedio hasta fin de año, el acumulado de 2025 podría incluso elevarse hasta el 54%.

Para la tribuna monetarismo, en la praxis pragmatismo


El 3,7% que registró la inflación de marzo, sacudió las bases argumentales del mayor logro político que la gestión Milei tenía hasta el momento.
La aceleración de precios se dio luego de un ajuste fiscal equivalente a 15 puntos del PBI (según la estimación del propio presidente), con superávit fiscal sostenido por más de un año, “emisión cero” desde hace meses y la base monetaria amplia “congelada”.


La dificultad de cuadrar datos con dogmas, arrastró al presidente y su ministro al barro de lo fáctico, en el que terminaron enarbolando argumentos intervencionistas, presionando sobre los agentes económicos para evitar las remarcaciones que en teoría la emisión cero y el superávit fiscal deberían contener de suyo, y sin la intervención del Estado.


El primer día de abril, en medio de las tensiones cambiarias y cuando el salto en los precios de marzo ya estaba consumado, el presidente escribió un tweet sugestivo. “En Argentina la emisión monetaria tiene un rezago que oscila entre 18 y 24 meses” postula Milei en un fragmento del escrito, que finaliza diciendo: “los kukas durante 2023 emitieron por 13% del PIB (mientras en los tres años previos juntos lo hicieron por 15% del PIB). Mirá si no dejaron una bomba…”.


A todas luces, la intención era cargar sobre Sergio Massa la responsabilidad del mal dato de inflación de marzo. La pregunta que surge de inmediato para cualquier amante del razonamiento lógico es: si el mal dato de inflación de marzo de 2025 obedece al rezago de 24 meses de la política monetaria de Sergio Massa ¿la senda de inflación a la baja registrada a lo largo de 2024 también es mérito de la política monetaria aplicada 24 meses antes por Martín Guzmán y Sergio Massa en 2022?


Las remarcaciones “por las dudas” fueron un hecho en las dos primeras semanas de abril, buscando anticipar los efectos de una posible devaluación.
En ese marco, el giro oficial al pragmatismo se tornó todavía más evidente. Una vez anunciado el acuerdo con el Fondo Monetario y flexibilizado el cepo cambiario, Milei y Caputo optaron por las amenazas y la intervención.


En una entrevista con Alejandro Fantino, el mandatario utilizó el “principio de imputación de Menger” para conminar a la cadena de valor, avisando que “los que suban los precios se van a meter los productos en el orto”. Dos días después fue aún más allá y arengó directamente a un complot contra las empresas con una imagen que decía: “Si te aumentan el precio, no compres”.


El ministro en tanto festejó que los supermercados no aceptaran listas de precios con las subas de entre el 9 y el 12% que aplicaron Molinos y Unilever, dos grupos que manejan al menos dos tercios de la oferta de alimentos en las góndolas argentinas. Al día siguiente destacó en X (ex Twitter) que “Molinos retrotrajo toda la suba de precios”.


Tras la semana santa, Caputo volvió a escribir en X para valorar que Volskwagen haya decidido retrotraer el aumento del 3% con que había actualizado sus listas de precios, destacando que “De esta manera, ninguna automotriz subió precios”.


Nadie que conozca mínimamente la forma en que opera el retail y la política de precios de las corporaciones automotrices podría creer que Unilever, Molinos o Volkswagen, decidieron “de buena voluntad” retrotraer precios, sin que medie “un llamado” de alguien desde el gobierno.


La mala noticia para el ministro llegó de la mano de tres de las aceiteras más grandes. Bunge, Molino Cañuelas, y Aceitera General Deheza, que en conjunto representan el 60% de la oferta en góndola del aceites y farináceos, anunciaron que suspenden las entregas de producto si no se les permite actualizar precios. Algo similar sucedió con una de las grandes empresas de gaseosa, y con uno de los peces gordos en el rubro artículos de limpieza y perfumería.


La secuencia se parece mucho más a una puja entre formadores de precio por la participación en el mercado y a una verdadera espiral de costos, que al rezago de la política monetaria. Pero sobre todas las cosas, tiene como protagonistas a los embanderados del monetarismo.

En su desesperada búsqueda por cargar en alguien más las culpas de la aceleración de precios, la gestión Milei reconoce la multicausalidad de la inflación.


Si la inflación es en todo momento y lugar un fenómeno monetario determinado “únicamente” por la cantidad de dinero ¿cuál es la preocupación del ministro por las decisiones particulares de las empresas privadas en materia de precios? ¿acaso cree el ministro en el poder de los formadores de precio? ¿está acaso el presidente preocupado por la ‘acumulación de stoks’ de las empresas privadas? ¿no es acaso una ‘libre elección’ de los privados remarcar a riesgo de perder?


En su desesperada búsqueda por cargar en alguien más las culpas de la aceleración de precios, la gestión Milei reconoce la multicausalidad de la inflación.
No solo ello. Además, acaba de adoptar formas intervencionistas de las que decía descreer. Herramientas muy similares al control de precios que otrora supo ejercer Guillermo Moreno, y que fracasaron con todo éxito.


Vaya coincidencia, si alguien ingresa hoy mismo a la cuenta de X (ex Twitter) del presidente Javier Milei, el ‘tweet fijado’ (texto destacado que queda en el encabezado del perfil) afirma: “CLARÍN: LA GRAN ESTAFA ARGENTINA”.

En el texto denuncia que el multimedio pretende quedarse con el 70% del mercado de las telecomunicaciones y cierra diciendo: “Cuando Clarín nos ataca, sepan que la razón es esta. Quieren controlar las comunicaciones de todo el país. Pero en el fondo no me están atacando a mí. Te están atacando a vos. Yo solo estoy en el medio”. Todo un homenaje a aquella célebre consigna del ex secretario de comercio kirchnerista que rezaba: “CLARÍN MIENTE”.


El dogmatismo de Friedman puede quizá seguir resultando útil para el discurso oficial o para el fango de los trolls en redes sociales. Al momento de la praxis no obstante, el gobierno luce mucho más cercano a Guillermo Moreno, que al ilustre economista de la Escuela de Chicago.


“La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. La frase fue pronunciada una y mil veces por el presidente Javier Milei en sus habituales apariciones públicas. Pertenece sin embargo al premio nobel de economía Milton Friedman, reconocido como uno de los artífices de la teoría monetarista y uno de los pilares del liberalismo económico moderno.

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