Tecnofeudalismo, el silencioso cambio económico global

El arribo de los multibillonarios tecnológicos al gobierno de Donald Trump, es el emergente de un nuevo escenario. La renta de plataformas reemplaza progresivamente a la maximización del beneficio empresario como motor del crecimiento, y comienza a avizorarse un lento ocaso del capitalismo.

Para muchos, la imagen de los tres multi billonarios más grandes del mundo sentados en primera fila en la asunción de Donald Trump, quizá haya pasado desapercibida. Para quienes advirtieron el desembarco de los mega empresarios en el nuevo gobierno de los Estados Unidos, quizá pasó desapercibido en cambio, el hecho de que se trata de los dueños de las empresas tecnológicas más importantes del mundo.


Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Meta) y Elon Musk (Tesla, Space X, X), no solo fueron figuras centrales del arribo de Trump a su segunda temporada en la Casa Blanca, sino que son el centro de la concepción económica de la segunda gestión del septuagenario republicano.


En base a los últimos datos públicos difundidos por Bloomberg, las fortunas de Bezos, Zuckerberg y Musk en su conjunto, equivalen a 1,4 veces el producto bruto interno (PBI) argentino en 2024. Con todo, no se trata únicamente de los tres hombres más ricos de la Tierra tomando posición estratégica en el gobierno más poderoso del mundo, lo cuál estaría lejos de ser una novedad. Se trata de la encarnación misma de un rotundo cambio de paradigma en la economía global.


En un premonitorio libro publicado en 2023, el célebre economista y ex ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, definió el fenómeno como “Tecnofeudalismo”, y se atrevió a pronosticar el final del capitalismo, tal y como lo conocemos. El término cobró mucho más sentido tras la asunción de Trump.

Perspectiva

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La fortuna en millones de los tres tecnofeudalistas globales más importantes. Equivale a 1,4 veces el PBI argentino.

El emergente de un mundo regido bajo la concepción de los popes tecnológicos, tiene implicancias mucho más profundas que las de un gobierno poderoso que pretende dar vía libre a la iniciativa empresaria. Consiste más bien en un cambio del núcleo más intrínseco del sistema económico global, que desde hace tiempo tiene lugar de forma silenciosa.


Tecnofeudalismo, el resurgir de la renta


Suele referirse al feudalismo como aquel sistema político en que el gobierno de los monarcas, secundados por la aristocracia y los señores terratenientes, se valían del trabajo campesino para sostener su vida de privilegios.

En términos económicos, el monarca otorgaba el título de propiedad sobre la tierra al señor feudal. Los campesinos vasallos que habitaban esas tierras, labraban esas tierras libremente sin recibir más retribución que el producto de la tierra, y periódicamente los señores feudales recorrían sus dominios para recoger “la renta” de su propiedad.


Para obtener sus ganancias, no había nada que el señor feudal debiera hacer, más que exhibir su título de propiedad sobre la tierra. El motor de la economía global, era la renta.
Varoufakis coloca en el Siglo XVIII el punto de inflexión que comenzó a señalar el final del feudalismo, con el avance de la navegación y el comercio marítimo.

El punto de inflexión histórico que dio paso al final del feudalismo y al emergente del capitalismo, fue la aparición del empresario burgués que maximiza beneficios. Tal es la configuración que ha comenzado a cambiar.


Fue entonces cuando los señores feudales comprendieron que si desalojaban a los campesinos y reemplazaban la producción de nabos por la cría de ovejas, podrían obtener ganancia del arrendamiento de la tierra y a la vez del comercio de la lana.


Los campesinos perdieron durante ese proceso el acceso libre al cultivo de la tierra, y debieron elegir entre trabajar la tierra para el señor feudal en condiciones de cuasi esclavitud, a cambio de un salario, o bien migrar a la ciudad a probar suerte (a cambio de un salario) en las nacientes industrias de máquinas a vapor. Fue el momento de la historia, en que la renta comenzó a ser reemplazada lentamente por el beneficio empresario como el motor del crecimiento económico.


De allí en más y hasta nuestros días, es la maximización del beneficio lo que mueve el sistema económico global. En su afán por hacer máximo el beneficio, el capitalista busca minimizar los costos mediante la eficiencia, o procura innovar introduciendo nuevos productos de mejor calidad y/o menor precio para incrementar sus ingresos.


Los trabajadores en tanto, venden su mano de obra a cambio de un salario fijo, que representa un valor menor al de la retribución equivalente a la productividad del trabajo. La diferencia entre el salario y la retribución equivalente a la productividad del trabajo queda en manos del capitalista, que acumula capital, reinvierte, y genera más innovación, mejor tecnología, más producción, y contrata más mano de obra.


El término que resume tal configuración, es “capitalismo”, un sistema en que el motor de la economía global, es el beneficio empresario. Es precisamente eso lo que ha comenzado a cambiar.
El elemento disruptivo en el planteo de Varoufakis, es que el apogeo de las mega tecnológicas y el perfil de sus multi billonarios propietarios, constituye un drástico giro en la forma en que se crea riqueza.

En la matriz del tecnofeudalismo, la acumulación de riqueza surge de la renta de las plataformas. Los tecnofeudalistas no maximizan beneficios, se sirven de las ganancias del feudo digital.


El negocio de empresarios como Bezos o Zuckerberg, consiste en mega plataformas donde miles de empresas, emprendedores y personas, trabajan, producen y comercializan. En la concepción de Varoufakis, algo así como un feudo digital, en el que los señores propietarios de la plataforma permiten a los vasallos digitales trabajar a cambio del pago de una renta.

En ese esquema, los estados nacionales soberanos juegan el rol del monarca que otorga a los señores del feudo digital el terreno propicio, des regulado, amigable y libre de impuestos para desplegar su señorío de plataformas. Es además un sistema donde millones de personas ofrecen a los señores del feudo digital su identidad y toda la información sobre sus gustos, sus habilidades, su familia o su formación profesional, de forma voluntaria y sin pedir nada a cambio más que el login de acceso a una plataforma.


Aquello que configura el motor del crecimiento de la riqueza de los empresarios tecnológicos más prominentes de la Tierra, no tiene nada que ver con la maximización del beneficio empresario o con la búsqueda incesante de la innovación productiva. Se relaciona más bien con la simple renta que produce una plataforma. Una nueva concepción que se da a conocer como “tecnofeudalismo”.


Nuevo escenario global


Visto bajo el prisma de un progresivo cambio de paradigma en la economía global, la foto de los tecnofeudalistas tomando posición protagónica en el nuevo gobierno del país más poderoso de la Tierra, es simbólicamente mucho más fuerte. También lo es el significado una palabra que ha sido vaciada de contenido. Al menos, del contenido que por más de dos Siglos supo tener.

La concepción de “libertad” en el escenario del tecnofeudalismo, nada tiene que ver con las ideas que dieron origen a las sociedades modernas y a los estados nación tras la revolución francesa a fines del Siglo XVIII.

El proceso en ciernes parece ser exactamente el opuesto, y la proclama de “libertad” se relaciona más bien con la capacidad de los mega empresarios tecnológicos para desplegar su feudo digital sin el yugo de la regulación estatal, y con la posibilidad de millones de vasallos digitales de “elegir” prestar su capacidad de producción a las plataformas.


Naturalmente sigue existiendo la empresa capitalista, el empresario que maximiza beneficios, y el trabajo asalariado. También a fines del Siglo XVIII cuando afloraban las primeras urbes fabriles y comenzaba a aparecer la figura del burgués empresario en el occidente europeo, seguían existiendo los señores feudales dueños de la tierra y las monarquías absolutistas, las cuales coexistieron con el capitalismo hasta bien entrado el Siglo XX.


Lo que describe Varoufakis, es un nuevo escenario que lentamente comienza a tomar notoriedad en el mundo, y que encuentra su máxima expresión en la figura de los tres hombres más ricos del planeta arribando al gobierno de Donald Trump.


El tecnofeudalismo en la Argentina de Milei


La devoción del presidente argentino por figuras como Elon Musk o Mark Zuckerberg, es un dato más que conocido. También lo es su vocación por la libre empresa y el rol protagónico de los mercados.
El rol de figuras como el dueño de Mercado Libre, Marcos Galperín, de expresa cercanía a Javier Milei, es un reflejo vernáculo que replica a menor escala el mismo escenario tecnofeudalista descrito por Varoufakis.


Un estudio de opinión recientemente publicado por la consultora Zuban Córdoba & Asociados, indaga acerca de la percepción de los argentinos respecto a la forma en que los multimillonarios se relacionan con el estado, y a la figura de los tecnofeudalistas globales.
El estudio es todo un crisol de muestra de la contradicción que atraviesa el statu quo social argento en épocas libertarias.


Una enorme mayoría de los consultados (52%), percibe que en la Argentina de Milei “los multimillonarios se benefician de los recursos del estado”. Un 66% de los encuestados señala que los multimillonarios debieran pagar más impuestos, un 86,5% afirma que la desigualdad entre ricos y pobres es alta o muy alta, y el 71,9% que Milei gobierna para los mercados financieros.

Como contraste, un 67,8% considera que el estado debería garantizar la igualdad de oportunidades. El mismo estado que el gobierno de Milei está achicando, y los mismos encuestados que en 45% valoran como positiva esa gestión.


Pero el estudio de Zuban Córdoba, aporta además un dato novedoso. Por primera vez un sondeo de opinión indaga en Argentina acerca de la imagen de los tecnofeudalistas. El nivel de conocimiento de los argentinos acerca de los personajes es alto, y la valoración es muy buena. Bill Gates ostenta una imagen positiva del 61,4%, Mark Zuckerberg del 47,8% y Elon Musk del 44,3%.

Sorprende que en el mismo lugar en que que una abrumadora mayoría reniega de la desigualdad, el nivel de imagen positiva de los magnates tenológicos sea elevado. Todo un ícono del nuevo escenario emergente.


Para muchos, la imagen de los tres multi billonarios más grandes del mundo sentados en primera fila en la asunción de Donald Trump, quizá haya pasado desapercibida. Para quienes advirtieron el desembarco de los mega empresarios en el nuevo gobierno de los Estados Unidos, quizá pasó desapercibido en cambio, el hecho de que se trata de los dueños de las empresas tecnológicas más importantes del mundo.

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