Una técnica para desinfectar suelos y combatir patógenos en invernaderos
La solarización combinada con materia orgánica es una estrategia útil para eliminar microorganismos dañinos en el suelo, sin perjudicar a aquellos organismos beneficiosos. Su implementación optimiza la calidad de los cultivos.
La técnica de desinfección de suelos a partir del uso de la luz solar es conocida como biosolarización. Esta técnica, utilizada en invernaderos que toman la opción de la producción orgánica o agroecológica, combina el calor generado por la radiación solar con las sustancias gaseosas liberadas durante la división de materia orgánica incorporada al suelo.

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En la actualidad, la biosolarización se ha convertido en una práctica clave para el cuidado de la vida del suelo, pues permite abordar de manera natural problemas como hongos, bacterias, nematodos y malezas, sin perjudicar a los microorganismos benéficos que son esenciales para la fertilidad y salud del terreno.
Por eso, desde el INTA Valle Inferior se recomienda, para que esta técnica sea eficaz, realizarla en los meses más calurosos del año: desde mediados de diciembre a fines de febrero, cuando las temperaturas ambientales favorecen la generación de calor y la actividad acelerada de los microorganismos descomponedores. Esto permite controlar de forma efectiva una amplia gama de patógenos y plagas, reduciendo el uso de pesticidas y otros productos químicos. Por lo que resulta ideal para la producción orgánica o agroecológica.
El proceso comienza con la incorporación de materia orgánica al suelo. Entre los insumos que pueden utilizarse se encuentran el estiércol vacuno y/o de aves, previamente compostado, o restos vegetales como los rastrojos de cultivos. Lo ideal es optar por plantas del grupo de las coles como repollo, coliflor o brócoli, debido a que estas liberan sustancias gaseosas denominadas isotiocianatos, las cuales tienen un potente efecto controlador sobre diversos patógenos del suelo. La materia vegetal debe estar picada y mezclarse homogéneamente con el suelo.
El proceso comienza con la incorporación de materia orgánica al suelo. Entre los insumos que pueden utilizarse se encuentran el estiércol vacuno y/o de aves, o restos vegetales.
Para procesar este material se pueden utilizar herramientas como rotovator o realizando también el proceso de manera manual, explica Patricia Baffoni, técnica de la Estación Experimental Agropecuaria de Valle Inferior del Río Negro. Según la técnica del INTA, lo ideal es aplicar 10 kg de materia orgánica por metro cuadrado, ajustando la cantidad según el nivel de infestación del terreno.
Una vez preparada la mezcla, el procedimiento consiste en romper el suelo y si es posible nivelarlo, para posteriormente humedecerlo hasta alcanzar la saturación en los primeros 30 a 40 cm de profundidad. Pablo Giovine, técnico de la Agencia de extensión del INTA en San Javier, señala que este paso es crucial para asegurar la penetración de la humedad y facilitar la acción del calor y los compuestos gaseosos en todas las capas donde se encuentre la actividad patógena.
Luego de este acondicionamiento se procede a cubrir el suelo con un polietileno transparente de 35 a 50 micrones de espesor. Este plástico debe sellarse cuidadosamente en los bordes para retener tanto el calor como las sustancias liberadas durante el proceso. Se recomienda mantener el suelo cubierto entre 30 y 45 días, dependiendo de las temperaturas ambientales, para garantizar la efectividad del tratamiento.
Una vez concluido el proceso de biosolarización, se retira el plástico y se deja airear el suelo durante uno o dos días, antes de utilizarlo para la siembra o trasplante de cultivos. Esta etapa de aireación es fundamental para que el suelo se estabilice y los microorganismos beneficiosos puedan restablecer su equilibrio, asegurando un entorno propicio para el crecimiento de las plantas.
Una vez concluido el proceso de biosolarización, se retira el plástico y se deja airear el suelo durante uno o dos días, antes de utilizarlo para la siembra o trasplante de cultivos.
La técnica ha sido implementada con éxito en invernaderos de diferentes tamaños, desde instalaciones comerciales de gran escala hasta pequeñas huertas urbanas, lo que demuestra su versatilidad y adaptabilidad a distintas condiciones y requisitos agrícolas.
Muchos productores de la región han adoptado esta técnica como una alternativa natural para combatir problemas de patógenos sin recurrir a productos químicos, realizando una técnica de rotación entre los invernaderos, es decir alternando los espacios a tratar para mantener siempre parcelas en producción, o bien haciendo el tratamiento por partes dentro del mismo. Este enfoque técnico contribuye a mejorar la calidad de los alimentos, agrega Pablo Giovine.
La aplicación de la biosolarización ha sido objeto de diversos estudios y experiencias de campo que han demostrado que, al combinar el poder del sol con la descomposición biológica de materia orgánica, se pueden lograr reducciones significativas en las poblaciones de patógenos del suelo. Investigaciones realizadas por el INTA en distintas regiones han demostrado que, en suelos previamente afectados por enfermedades fúngicas e infestaciones de nematodos, la biosolarización logra disminuir la incidencia de estos problemas en porcentajes considerables. Estos resultados han motivado a productores y técnicos, a continuar perfeccionando la metodología, ajustando parámetros como el grosor del plástico, el tipo de materia orgánica utilizada y el tiempo de exposición, con el objetivo de maximizar la eficiencia del proceso.
La técnica de desinfección de suelos a partir del uso de la luz solar es conocida como biosolarización. Esta técnica, utilizada en invernaderos que toman la opción de la producción orgánica o agroecológica, combina el calor generado por la radiación solar con las sustancias gaseosas liberadas durante la división de materia orgánica incorporada al suelo.
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