El costo de la casta

La política argentina fue sacudida por el escándalo que generó la detención del senador peronista Edgardo Kueider con más de 200 mil dólares en efectivo sin declarar en un control fronterizo en Paraguay, donde será investigado por contrabando y lavado de activos. Como si de una brasa caliente se tratara, todos los sectores políticos que alguna vez se relacionaron con él tomaron distancia, mientras un repentino activismo judicial reimpulsó causas en el país y un súbito republicanismo se apoderó de otros senadores, que buscan apartarlo cuanto antes del cargo.

“Todo tuyo” le dijo Javier Milei a Cristina Fernández de Kirchner al postear una foto de la boleta de 2019 del Frente de Todos de Entre Ríos, donde aparecen sonrientes el senador, el expresidente Alberto Fernández y la ex vice. “No te bancás la pelusa” replicó Cristina, y recordó que el voto de Kueider fue vital para aprobar la Ley Bases y desde entonces ha jugado en el Congreso para el bando de los libertarios en la disputa por los DNU y los vetos presidenciales.

Desde la detención de Kueider, se reveló que el senador estaba asociado a firmas comerciales e inmobiliarias de distinto tipo y que viajó infinidad de veces por la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina. En Entre Ríos, es investigado por enriquecimiento ilícito por su crecimiento patrimonial desde que era funcionario del gobernador Gustavo Bordet.

El origen del dinero que transportaba Kueider y su detención fue objeto de todo tipo de especulaciones, todas vinculadas a manejos turbios de la política: soborno a cambio de su voto, dinero negro de la campaña, represalias políticas por su cambio de bando, “mensajes” mafiosos entre aliados y facciones circularon por portales y redes sociales. Lo peor es que todas resultan verosímiles, dado que Kueider no es un rayo de tormenta en un día soleado, sino un genuino representante de lo que ahora se llama “la casta”: un político profesional que disfruta de privilegios de todo tipo, mezcla negocios personales con su actividad y cambia de bando según su conveniencia y la del poder de turno.

El caso volvió a poner de moda el neologismo “borocotización”, derivado de Lorenzo Borocotó, el diputado del PRO que en 2005 apenas ingresado al cuerpo legislativo decidió separarse del bloque y desde entonces votó alineado con el kirchnerismo. Su actitud fue replicada infinidad de veces, entre distintos bandos políticos de casi todos los signos. Otra frase reciclada fue “La Banelco” que hace mención al pago de sobornos a senadores peronistas para aprobar una reforma laboral en tiempos del gobierno de la Alianza UCR-Frepaso.

Unión por la Patria pedirá una sesión para expulsar a Kueider del Senado, aludiendo a su “inhabilidad moral”. El oficialismo, que sospecha que el interés pasa menos por el apego a la ética y más por el interés por incorporar a la suplemente de Kueider, de La Cámpora, contraatacó pidiendo el mismo trámite para todos los legisladores investigados por la Justicia, varios de ellos de UP. Y sus voceros recordaron que la indignación moral no fue tan veloz cuando el investigado era el senador José Alperovich, condenado por abusar sexualmente de su sobrina, que disfrutó durante el proceso de una conveniente licencia.

Mientras el Gobierno mira el escándalo en torno a Kueider como si fuera ajeno y no un engranaje clave de su estrategia en el Congreso, que a menudo replica las peores prácticas de la casta que dice combatir, su proyecto de reforma política propone sustituir aportes públicos por el financiamiento privado de las campañas. Una desregulación total con escasos controles que, según la expresidenta de Transparencia Internacional, Delia Ferreiro Rubio, facilitaría el ingreso a la política de dinero opaco del crimen organizado y otras fuentes ilícitas. Como señala la experta, “la democracia es costosa, pero la captura del estado por parte de intereses particulares puede resultar mucho más costosa y, además, pone en riesgo la libertad”, esta última una palabra cara al ideario de Milei.


La política argentina fue sacudida por el escándalo que generó la detención del senador peronista Edgardo Kueider con más de 200 mil dólares en efectivo sin declarar en un control fronterizo en Paraguay, donde será investigado por contrabando y lavado de activos. Como si de una brasa caliente se tratara, todos los sectores políticos que alguna vez se relacionaron con él tomaron distancia, mientras un repentino activismo judicial reimpulsó causas en el país y un súbito republicanismo se apoderó de otros senadores, que buscan apartarlo cuanto antes del cargo.

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