El bajo costo de la vida y el cuidado de la cuna

Creyendo combatir la pobreza, las medidas adoptadas últimamente no han hecho otra cosa que acentuarla. Y es muy sencillo: aumenta la pobreza y por ende la delincuencia.

José María Maitini*

El 6 de Febrero 2019 leí en este diario, en sección Opinión, el título: “El bajo costo del delito en Argentina”. La nota quiso expresar: “es hora de que nos queramos. Subamos las penas así los delincuentes ven lo mal que la pasarán. El delito tiene precio bajo. Subamos su precio”. Me permito contestarle en esta breve nota al colega Dr.M. Lynch. Vea Martín, con todo respeto, hay otros que no pensamos igual que usted y quisiera explicar por qué.
Advierto: no realizaré una apología del delito ni del delincuente. No soy de los llamados “abolicionistas”. La pena es necesaria, recupera algo de dolor individual y colectivo. Y cuando digo“algo” es porque escribo sin estar en ese lugar. Quiero decir: nadie sabe lo que se siente ser víctima hasta que se sufre. Hablar desde fuera siempre es sencillo. Nadie puede exigirle al que sufrió un cuchillazo, o a un viejito estafado, o a una chica abusada (sin notar la abismal diferencia); a ninguno se le puede exigir frialdad: su primer instinto será la natural venganza.
Gran problemática la venganza: «Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos? Y si nos agravian, ¿no debemos vengarnos?” dice Shylock en El Mercader de Venecia. Sin embargo, la venganza es peligrosa. Confucio advirtió: “antes de empezar un viaje de venganza cava dos tumbas”. Y mayor reto el de Borges: “No hablo de venganzas ni de perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón” (y más superador cuando afirma: “no odies a tu enemigo. Si lo haces serás su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz”).
Pero volvamos. Como la venganza es parte de lo humano, el Estado se encarga de (y atención aquí) secuestrar a la víctima. El Estado afirma “el lesionado soy yo” y se pone en su lugar, olvidándola (el mal llamado “saca presos” Zaffaroni en el primer capítulo de su Teoría General ya habla de esto). Sin embargo, creerá que Borges delira. Y es entendible. ¿quién explica a la víctima que será mejor su paz que su odio? Difícil. Admito: no soy nadie para juzgar su reacción natural. Pero vayamos al problema central. El colega Martín razona: subiendo las penas disminuirán los delitos. La amenaza de coerción tendrá el fin de disuadir al delincuente. Teoría clásica (y vigente) si las hay: Prevención General Negativa de Feuerbach de 1850. La teoría, se ve, tiene vigencia. Pero vamos a demostrar su gran falacia.
Pregunto: ¿realmente cree que el delincuente, antes de bajar la puerta de una patada, se detiene, saca el código penal, reflexiona, se pone a leer el índice y busca el art. 164 de “Robo”? ¿Sinceramente cree que el delincuente hará esto, que reflexionará su pena y dirá “no, mejor no”?
Me anticipo: no lo hará. Es más: tampoco le importa. El “por qué lo hace” tiene otras explicaciones, que no son las del miedo. Por lo tanto, por más que pongan 35 años de pena, el robo con arma ocurrirá. “Ah ¿sí?” me dirá usted. “Probá poniendo pena de muerte … vas a ver cómo no roban. Y para eso la respuesta es sencilla: como país no adherimos a ese castigo. Ergo, no entra en las posibilidades.
¿Sabe que es lo que sí funciona? Algo que los países escandinavos hacen hace mucho. Algo básico: educan. “Educad al niño para no castigar al hombre” decía Pitágoras. Ellos tienen las tasas de encarcelación más bajas justamente porque su educación es una de las más privilegiadas. No por -justamente- tener las penas más altas. Entonces, en vez de probar penas ¿por qué no probar con más educación, más colegios y profesores mejores pagos?
¿Y sabe qué otra cosa funciona? Algo que ellos hacen mejor: distribuyen la riqueza. La relación es directamente proporcional: a menor pobreza menor serán los delitos. A menos pobreza, menos necesidad tendrá la gente de salir a robar, a matar por un celular o 200 pesos. Caso aparte los delitos de integridad sexual (con otra complejidad). A pesar de estos, estoy convencido que muchos delitos pueden obviarse si se prueba con esos bastiones: educar y distribuir.
Y cuando hablo de distribuir, hablo de todo lo que supone: flexibilizar trabajo, alimentos caros, quitas de subsidios, ningún acceso al crédito, altísimas tasas de interés, quita de retenciones, ningún control del mercado financiero, destrucción del empleo, flotación libre del dólar. Creyendo combatir la pobreza, todas las medidas adoptadas últimamente no han hecho otra cosa que acentuarla. Y es muy sencillo: aumenta la pobreza y por consiguiente la delincuencia. ¿Y para parchear uno pide penas? Mire: la delincuencia existe y existirá. La salida fácil es pedir penas. La salida difícil es esta otra. ¿Que tarda mucho? Más vale. Empecemos.
Gilda Malta, Defensora Oficial en lo Criminal de Bs. As., preguntó: “Chicos… 35 años defendiendo a delincuentes… ¿saben cuántos eran malditos, de esos que querían salir a la calle a pegarle un tiro en la cabeza al primero que se le cruce pero por el solo hecho de ver muerte? 5 chicos. En 35 años… sólo 5.” “¿Y el resto?” preguntaron. “El resto chicos.. lotería de la cuna”.
Entonces colega…acá dejo otra postura. Como verá, otros pensamos que delinquir tanto no se elige. Que la lotería hace mucho para que uno delinca y que, en varios casos, delinquir se hace o por necesidad o por trastornos o por ámbitos penosos de vida. No eleve el precio del delito. Eleve el precio de la vida. En otros lados la cuna se cuida con educación y con distribución. Y bien que hacen. Ahí están los resultados.

  • Abogado y Profesor en Letras

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