El Bolsón: la empresa familiar que produce lúpulo en Mallín Ahogado

Los Leibrecht comenzaron en 1982 en el rubro, pero en los años últimos dieron un salto cualitativo, a partir de incursionar en nuevas variedades. Hoy, cuentan con unos 500 clientes en el país y exportan a Brasil.

En el corazón de Mallín Ahogado en El Bolsón, Lúpulos Patagónicos, una empresa familiar de tres generaciones, produce lúpulo desde 1982.  

En un principio, la familia se abocó a la industria cervecera pero el negocio no resultaba sustentable y en cinco ocasiones, estuvo al borde de la quiebra. Mientras tanto, veían desaparecer a otros productores de la zona. Siete años atrás, asumieron el desafío de concentrarse en el rubro de la cerveza artesanal. 

“Teníamos el lúpulo en el campo pero no teníamos cómo procesarlo. Empezamos a hacer pruebas, compramos máquinas para envasar al vacío. Invertimos en una peletizadora, en una envasadora más moderna y luego, en una máquina automática. Fuimos avanzando a pasos agigantados año tras año. Éramos chacareros; ahora, somos una empresa”, resumió el gerente general de Lúpulos Patagónicos, Klaus Leibrecht. 

La empresa no solo resurgió sino que mejoró la calidad y hoy tiene 500 clientes en todo el país. Incluso, comenzó a exportar a Brasil. 

“La calidad ya es igual o mejor que en cualquier otro lugar del mundo. Tenemos maquinaria de última generación. Ni los grandes productores de Estados Unidos ni de Alemania hacen todo el proceso como hacemos en El Bolsón. Cultivamos y entregamos en bolsas”, confió Leibrecht.  

Tiempo atrás, lograron concretar una exportación a Inglaterra. “Nuestro producto era tan bueno que cumplió con todas las normas de la Comunidad Europea”, señaló. 

Una vez que entramos al sector artesanal debimos tener un producto que quisieran comprar. No bastaba con tener un buen producto”.

Klaus Leibrecht, gerente de Lúpulos Patagónicos.

Puso como ejemplo a Alemania que tiene 1.000 productores distribuidos en 20.000 hectáreas y tres peletizadoras. “Acá en Bolsón, tenemos 18 hectáreas, una peletizadora y una planta de envasado. Es tecnología de punta. Mejoramos mucho el cultivo. De hecho, implementamos un sistema antihelada porque hace dos años, perdí la mitad de la cosecha. Por lo general, perdíamos el 20, 30%. Este año viene genial”, aseguró. 

La empresa tiene 18 hectáreas. Foto: gentileza

Productores con historia 

Hasta los años 80, la familia Leibrecht administraba un corralón en Bariloche. Cuando se radicó en El Bolsón, un inmigrante albanés productor de lúpulo en la Comarca desde 1958, les sugirió comprar una chacra.  

Ese fue el inicio. Era todo muy rudimentario y siempre estuvo a cargo de mi papá hasta que me hice cargo diez años atrás”, relató Leibrecht. 

Cuando el trabajo se focalizó en las cervezas artesanales, el desafío cambió ya que debieron incursionar en nuevas variedades de lúpulo. “Nos adaptamos a lo que quieren. Entregamos el producto que buscan. Hacemos mucha investigación”, precisó. 

La chacra cuenta con 18 hectáreas. El lúpulo, aclaró, “da promedio de 2.000 kilos por hectárea”.   

Leibrecht  planteó que el trabajo es permanente durante todo el año ya que el ciclo del lúpulo “es delicado”. “Tenemos mucho trabajo de campo. Son plantas perennes, entonces cosechamos la parte aérea pero la planta queda en la tierra. Después, viene la parte industrial, donde procesamos, secamos, enfardamos y guardamos en frío”, puntualizó. 

Al llegar el verano, la tarea se limita a mantener el cultivo. “Brota en primavera y en cuatro meses, tenés una selva. Cada planta puede medir hasta 5 metros de altura y pesar de 6 a 7 kilos. Tenemos 4.000 plantas”, describió el empresario.  

La cosecha dura alrededor de 25 días. “Luego, viene el proceso de peletizado que es automático. Hay que lograr velocidad porque hay que envasar rápidamente”, explicó. 

Lo que cosecho hoy -agregó-, a la noche debe estar seco porque el lúpulo se degrada muy rápidamente. Tiene 75% de humedad cuando ya está listo para cosechar”.  

Al día siguiente de la cosecha y el secado, continuó, “hay que enfardar el lúpulo. Esos fardos son de 80 kilos y se guardan en cámaras de frío a 22 grados bajo cero, hasta terminar la cosecha”.  

Hoy, Lúpulos Patagónicos comercializa seis variedades y tiene otras dos en prueba con cerveceros “amigos”. Una de ellas ya fue registrada en la Asociación Mundial de Productores de Lúpulo.  

“Hay mucho de investigación. Hay que buscar cervecerías que tengan ganas de experimentar. Las pruebas con una nueva variedad pueden llevar siete años como mínimo. La planta de lúpulo, con el tiempo, puede presentar enfermedades que son hongos”, expresó Leibrecht. 


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