El cronista de la corrupción

Panorama nacional

Dicen en el juzgado que Centeno contó que una vez no se aguantó más y antes de la última entrega le preguntó a Baratta: “¿Y no hay algo para los pobres?”. Roberto Baratta, exsecretario del Ministerio de Planificación y mano derecha del arquitecto Julio De Vido, identificado como “el licenciado” en los cuadernos de la corrupción, demostró ser un buen cancerbero de los millones de dólares que pasaban por sus manos. Claro, el que llevaba los números era Néstor Kirchner, un hombre siempre alerta cuando se trataba de dinero. Dijo, con un pie fuera del auto: “No viejo, mirá, nosotros acá somos laburantes. De esto no vamos con nada…”. Parece que de alguna manera Baratta se conmovió con el pedido entre inocente y cómplice de Centeno. Al final del recorrido de ese día, hoy impreciso en una operatoria que se extendió por diez años, le regaló uno de los bolsos de cuero recién comprado, de cuero cuero, de los mejores en los que había cargado nunca la recaudación.

Las historias sobre el trasiego sucio de dinero público en los años kirchneristas alcanzaron una versión industrial en los ocho cuadernos del chofer Centeno. Era una maquinaria. Como un capataz, Centeno llevaba un registro pormenorizado de su funcionamiento, días, horas, direcciones y nombres, todo desde su punto de observación: el volante de remisero. Sabemos hoy por un sorprendente tuit de la diputada Carrió que era la Virgen la que movía su mano literaria.

Fuentes de la fiscalía que interviene en la causa de los cuadernos insistían la noche del viernes en que en las próximas semanas habrá más pedidos de indagatoria y más detenciones. Centeno ha quedado en libertad, como “colaborador imputado”, bajo un régimen de protección de testigos que estrenaron en la Argentina el valijero Fariña, implicado en una causa de lavado de dinero proveniente de retornos en la obra pública, un proceso más avanzado de la misma industria, y el abogado Alejandro Vandenbroele, que participó con el vicepresidente Boudou en la compra fraudulenta de la imprenta Ciccone. Uno de los empresarios con pedido de captura mencionado en los cuadernos de Centeno se entregó el viernes y pidió acogerse al régimen de colaboración con la Justicia. Juan Carlos Goycoechea, del Grupo Isolux, era un contribuyente: Centeno registró pagos suyos durante siete años. Sería el primer empresario argentino arrepentido. Así se edificó el Lava Jato en Brasil.

Aunque esperaban hallarlos, en la fiscalía le restan importancia a la desaparición de los cuadernos de Centeno, de los que sólo obtuvieron copias . Sostienen que el chofer no sólo reconoció su autoría, sino que amplió bajo juramento el contenido de sus cuadernos. Hablan además de otros circuitos de dinero, que involucran a otros funcionarios de Planificación y de otros ministerios que terminaban también en la residencia de Olivos. El juez Bonadio convalidó el testimonio de Centeno tras interrogarlo el vienes. Alguien dijo que el juez habló de “una avalancha”.

El presidente Macri vivió su mejor semana en mucho tiempo. Un moderno Pigafetta, un cronista de la corrupción, lo sacó del pantano en el que estaba metido desde hacía meses.

Un vocero calificó el clima en el gobierno como exultante. Frente al enorme desencanto económico y la promesa de una recuperación lejana, el avance casi fortuito de la Justicia sobre el entramado de la corrupción en la Argentina en la etapa de los Kirchner le permitiría al presidente renovar al menos el contrato moral con los que lo llevaron al poder. Incluso cuando algunas de las empresas del grupo Macri se vean envueltas en el escándalo. El martes el oficialismo empujará una sesión especial en el Senado para tratar el pedido del juez Bonadio para allanar el despacho de senadora de Cristina Kirchner y sus domicilios en Buenos Aires, Río Gallegos y El Calafate.

Macri tiene finalmente el miércoles un desafío misterioso. No hay quien pueda evaluar en el gobierno qué efecto tendrá sobre la imagen del presidente el posible rechazo del Senado al proyecto del aborto legal. De la suerte de ese proyecto serán sus propios legisladores los responsables.

Las historias sobre el trasiego sucio de dinero público en los años kirchneristas alcanzaron una versión industrial en los ocho cuadernos de Centeno. Era una maquinaria.

El presidente vivió su mejor semana en mucho tiempo. Un moderno Pigafetta, un cronista de la corrupción, lo sacó del pantano en el que estaba metido desde hacía meses.

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Las historias sobre el trasiego sucio de dinero público en los años kirchneristas alcanzaron una versión industrial en los ocho cuadernos de Centeno. Era una maquinaria.
El presidente vivió su mejor semana en mucho tiempo. Un moderno Pigafetta, un cronista de la corrupción, lo sacó del pantano en el que estaba metido desde hacía meses.

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