El cuento de “ponerle plata en el bolsillo a la gente”

Juan Manuel Morales

En realidad quiere decir “sacarle plata del bolsillo a una gente para ponérsela en el bolsillo a otra gente”. Esta redistribución no genera nueva riqueza, la destruye.

Quién no ha escuchado de algún político decir que “hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente para hacer crecer la economía”? Si hacemos el ejercicio de escribir la frase en algún buscador de la web nos vamos a dar cuenta de que esa idea trasciende partidos políticos, dirigentes, economistas e incluso épocas. Sin embargo, no hay nada mejor que Argentina para entender el error fatal de esta afirmación.

El economista inglés John Maynard Keynes pensaba que las crisis económicas se debían a que la demanda agregada (DA), o sea la sumatoria de todos los bienes y servicios demandados por los agentes económicos de un país, en algún momento se deprimía y eso generaba sobrantes de stocks, ociosidad de maquinaria y desempleo.

Para Keynes, los componentes de la DA eran básicamente a) consumo de las familias, b) inversión de las empresas y c) gasto público. Este famoso economista decía que cuando la DA se comprimía se debía a mermas en los dos primeros componentes, por ende cuando esto pasaba simplemente había que estimular tercer componente: el gasto público.

En resumen, ante una situación de crisis el gobierno debía gastar por lo que las familias y empresarios habían dejado de gastar, de esa manera se podría controlar las fluctuaciones de la DA y mantener una economía alejada del desempleo.

Podríamos afirmar que el razonamiento explicado es el sustento teórico de la frase “hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente”: cuando el Estado gasta paga más salarios, compra más insumos, da más subsidios y esto mantiene la economía en un supuesto “círculo virtuoso” de recuperación y plena ocupación de todos los factores. El error fatal de J. M. Keynes es no darse cuenta de que los tres componentes de la DA no son variables independientes, sino usos alternativos de los recursos económicos escasos. O sea, como el Estado por definición es incapaz de generar recursos propios, si quiere gastar más debe o recaudar más impuestos o emitir dinero o debe endeudarse, pero cualquiera de estas alternativas se traduce en menor actividad privada, por lo tanto en menos inversión, menos salarios y, finalmente, en menos consumo. Aquí vemos que el supuesto círculo virtuoso se transforma en un círculo vicioso. Los datos actuales de Argentina son fieles indicadores de ello.

Argentina ha mostrado ser keynesiana ortodoxa, por eso el gasto público consolidado (sumando los tres niveles del Estado) se ubica en torno al 50% del PBI encontrándose muy por encima del promedio de los últimos 40 años y, si partimos del 26% que alcanzaba en el 2004, prácticamente se ha duplicado en 15 años.

Lo más curioso de esto es que, a pesar del incremento del gasto, Argentina hoy es más pobre que en el 2011: su PBI ha decrecido y si consideramos el crecimiento demográfico nos damos cuenta de que somos más argentinos que se deben servir de una torta cada vez más chica.

¿Por qué pasa esto?

La cantidad de dinero circulante se multiplicó por 82 en menos de 20 años, esto explica por qué hace más de 12 años que tenemos inflación de dos cifras

Porque el crecimiento desmesurado de gasto público ha implicado que la presión tributaria aumente alrededor del 60% entre 2001 y la actualidad. Según indicadores del Banco Mundial, en nuestro país por cada $ 1 que gana un empresario debe pagar $ 1,06 en impuestos al Estado, o sea que cada pyme argentina tiene un socio que no aporta, que no eligió y que se lleva más de la mitad de sus ganancias.

Por otro lado, la emisión monetaria del 2001 al 2018 aumentó en 8120%, es decir que la cantidad de dinero circulante se multiplicó por 82 en menos de 20 años, esto explica por qué hace más de 12 años que tenemos inflación de dos cifras y actualmente estamos en el podio de la inflación mundial superados únicamente por Venezuela y Zimbabue.

Por último, la deuda pública bruta de la Administración Central Argentina supera los u$s 330.000 millones, eso equivale a más del 75% de nuestro PBI, siendo muy superior al promedio de la región que ronda el 40%, las dificultades para hacer frente a estas obligaciones ponen el riesgo país por las nubes y complica el financiamiento del propio Estado, empresarios y pymes.

El cuento de “ponerle plata en el bolsillo a la gente” en realidad quiere decir “sacarle plata del bolsillo a una gente para ponérsela en el bolsillo a otra gente”, pero además de que este proceso de redistribución no genera nueva riqueza, la destruye.

La riqueza se destruye porque el sistemático castigo al sector privado (y productivo) hace que este responda con menos inversión, esto directamente trae aparejado una caída de la producción y de los salarios. El final del cuento está a la vista: más pobreza para todos.

*Magister en Economía, Fundación Progreso y Libertad


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