El delicado juego con los dos gigantes


Como reclamaban hace años los halcones republicanos, América latina ha vuelto a ser una cuestión estratégica para la seguridad de los Estados Unidos.


Durante una visita hace ya unos años a la Argentina, le preguntaron al británico Barry Buzan, profesor emérito de la London School of Economics y uno de los teóricos fundamentales de las relaciones internacionales, sobre el dilema ideológico que representa en algunos países de América latina, y en otras regiones de la periferia, la cuestión de que un imperialismo chino pueda resultar más depredador que el imperialismo norteamericano. “Si usted es víctima del imperialismo y se siente débil -respondió incluso con más ironía Buzan-, lo mejor que puede hacer es promover la competencia entre imperialismos rivales. Así, no va a estar bajo la amenaza de un monopolio imperialista. Aunque existe una amenaza mayor: como reza un viejo dicho: ‘Lo único peor a ser explotado es no ser explotado’…”.

Donald Trump busca poner un límite a la expansión china en América latina en el marco de la reconfiguración de sus relaciones con el gigante asiático. Un territorio donde eventualmente también se libra la guerra comercial-tecnológica. Como reclamaban hace años los halcones , la región ha vuelto a ser una cuestión estratégica para la seguridad de EE.UU.. Aunque ya hubo señales de esta inquietud, nunca había sido expresada de manera tan clara por Washington como con la candidatura a presidente del BID de Mauricio Claver Carone.

La Argentina, se sabe, pagó un alto costo político al intentar desafiar la audacia de Trump de imponer un estadounidense en un cargo que por tradición se reservaba a un latinoamericano en el particular equilibrio de representación en los organismos multilaterales de crédito. El gobierno de Alberto Fernández primero impulsó a Gustavo Beliz para ocupar esa silla. Luego buscó postergar la elección para después de las presidenciales de noviembre en EE. UU. Fue perdiendo aliados en la medida que Washington multiplicaba la presión sobre la región. Terminó siendo para la Argentina una derrota sin ningún objetivo visible salvo el testimonial. Claver Carone asumió este jueves en el BID.

Fernández había hablado con Carone días antes para intentar bajar el nivel de tensión. Pero la tensión recrudeció después de un nuevo e inexplicable tropiezo de la diplomacia argentina con la cuestión Venezuela: el Departamento de Estado reprochó a la Cancillería que el embajador ante la OEA, Carlos Raimundi, subestimara el reciente informe de la expresidenta chilena Michelle Bachelet en la ONU sobre la alarmante situación de los derechos humanos en Venezuela.


Fernández se comprometió a negociar el ingreso al proyecto de la nueva Ruta de la Seda: un monumental programa de inversión con el que China lanzó su proyección global.


Esta semana el presidente mantuvo un diálogo de 40 minutos con el líder chino Xi Jinping. Acordaron seguir profundizando las relaciones bilaterales: una “asociación estratégica integral”. La Argentina comparte ese lugar con la UE, Brasil, Sudáfrica, el Reino Unido y la India, entre otra decena de países. Algunas versiones sostienen que Xi liberó el uso del swap acordado entre los bancos centrales de los dos países, un instrumento que se remonta a 2009 y fue renovado meses atrás. Son 18.600 millones de dólares, en su equivalente en yuanes, que integran las reservas argentinas. El Central negó que tuviera previsto activar el swap, pero habilitó el uso del yuan renminbi para algunas operaciones de comercio exterior en el marco de los múltiples anuncios para fortalecer las reservas de esta semana.

Fernández se comprometió a iniciar las negociaciones para ingresar al proyecto de la nueva Ruta de la Seda: un monumental programa de infraestructura e inversión que va desde el este de Asia hasta Europa, África y América latina, lanzado en 2013 y con el que China reafirma sus intenciones de proyección global. Su proclamado “ascenso pacífico”.

La iniciativa de la Ruta de la Seda ya ha incorporado a Chile, Perú, Uruguay, Ecuador, Venezuela, Panamá, Bolivia, Cuba y Costa Rica. El ingreso de la Argentina, tercera economía de América latina, es observado con preocupación en EE.UU. Con todo, solo hay una urgencia estas horas en Washington: la salud de Trump y la incertidumbre en torno a las elecciones de noviembre.


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