El desatino o pecado de destruir alimentos

Ricardo Villar*


En los controles interprovinciales o internos permanentemente se decomisa y destruye mercadería en buenas condiciones que podría ser derivada a los que más necesitan


Es reglamentario, pero inmoral. Entonces merece una revisión sensata, con sensibilidad y respeto por el contexto, de parte de funcionarios que se animen a desafiar con sentido común la frialdad de reglamentos hechos en otras épocas y para otras situaciones.

Me refiero al reciente decomiso y destrucción de 70 chivos y corderos, de reciente faena, que se registró hace unos días en Chos Malal, en la provincia del Neuquén.

La faena la llevó a cabo un criancero, con sus métodos y recursos, que seguramente están lejos de las exigencias de las normas de salubridad y control de calidad de alimentos. Pero seguramente, esa precariedad en la faena no debe haber afectado la calidad del producto.

Los funcionarios actuantes cumplieron con un mandato. Pero cometido el hecho vale que se reflexione sobre la validez de esas normas en épocas de tantas carencias, en donde hay muchísima gente, personas, seres humanos, que no se alimentan bien, y cuya situación pretende ser atendida desde el Estado, a través de gobiernos de distintos niveles, con subsidios en dinero y especies.

Ninguna legislación es perenne. Siempre debe estar sujeta a realidades cambiantes, y sobre todo si están relacionadas con algo tan básico como es la alimentación.

Tal vez sea un tema para los legisladores, o tal vez un funcionario político no tome el caso como algo rutinario y sancionatorio a un pobre paisano que vive de la crianza y venta de sus chivos y ovejas y se apresure a actuar.

Se decomisó y destruyó alimentos. Si consideramos que con un cordero o un chivo se puede alimentar a unas 5 o seis durante un día, obvio, bien vale reestudiar el tema y establecer flexibilizaciones en base al sentido común, siempre respetando la calidad del producto en cuestión.

Y hoy estamos observando este operativo en el noroeste neuquino. Pero en los controles interprovinciales o internos permanentemente se decomisa y destruye -supuestamente- mercadería en buenas condiciones que podría ser derivada a los tantos centros de atención de pobladores en situación crítica.

No estoy fomentando la impunidad ni el libertinaje. Solo pretendo que se aproveche en forma solidaria lo producido por una maniobra irregular.

Desde siempre, en las familias se enseña a los pibes que destruir el pan o cualquier otro alimento es pecado. Es un mandato religioso y cultural, que bien se podría aplicar a este caso y otros similares, como los frecuentes decomisos de miles de kilos de carne que ingresan desde el norte del río Colorado.

Aclaro también y para que se entienda que no pretendo que familias y grupos vulnerables y vulnerados reciban alimentos de calidad deficiente. Que sean alimentos analizados y si su estado los define como aptos para el consumo humano que se aprovechen.

Es una simple cuestión moral, o ética, como se quiera llamar.

*Periodista, exdiputado por UCR Neuquén


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