El desempleo juvenil en Europa

Daniel Gros (*) Project Syndicate

Las autoridades europeas encargadas de la formulación de políticas decidieron que se debe ver que ellos están “haciendo algo” acerca del desempleo juvenil. Se ha convocado a una cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea y una “Iniciativa para el empleo juvenil” (“Youth Employment Initiative”), propuesta en la reunión del Consejo de Ministros de la Unión Europea en febrero de este año, tiene como objetivo “reforzar y acelerar” las medidas que se recomendaron en un “Paquete de empleo juvenil” (“Youth Employment Package”) en diciembre del 2012. Este activismo surge principalmente en respuesta a las recientes y alarmantes cifras sobre el desempleo juvenil en el sur de Europa, que muestran una altísima tasa que es ampliamente considerada como políticamente inaceptable. Sin embargo, hay varias razones para dudar de que el desempleo juvenil sea un problema aislado que merezca un tratamiento especial; de hecho, las estadísticas oficiales en la materia son engañosas por dos razones. En primer lugar, los datos se refieren a aquellos que se encuentran en el rango de 15 a 24 años. Pero esta franja etaria se compone de dos subgrupos con características muy diferentes. Uno de ellos es el de los “adolescentes” (15-19 años), quienes deberían en su mayoría estar aún en la escuela y si no lo están es probable que estén muy poco cualificados y por lo tanto tengan dificultades para encontrar un trabajo a tiempo completo, incluso durante buenos tiempos. Afortunadamente, este grupo es bastante pequeño (y con el tiempo ha estado disminuyendo de tamaño). El desempleo entre los jóvenes de 20 a 24 años debería ser más preocupante. Los miembros de este grupo que buscan empleo a tiempo completo por lo general han concluido su educación secundaria superior pero han decidido no ir en busca de obtener una educación universitaria (o han terminado sus estudios universitarios antes que la mayoría). En segundo lugar, los datos de desempleo de los jóvenes se basan en los participantes activos del mercado laboral. Sin embargo, en promedio sólo un 10% de los adolescentes en Europa participa en el mercado laboral –las tasas de participación activa en el mercado laboral se acercan al 50% sólo en países como el Reino Unido y los Países Bajos, donde es muy común tener un trabajo a tiempo parcial mientras se estudia en la escuela secundaria–. Los expertos en el mercado de trabajo consideran que la tasa de desempleo es un indicador potencialmente engañoso, ya que la tasa de desempleo juvenil del 50% no significa que la mitad de la población joven esté sin trabajo. Es por eso que uno debe mirar el ratio –el porcentaje de los desocupados en la población de referencia– en lugar de la tasa de desempleo. De hecho, este indicador presenta un panorama menos alarmante que el creado por el titular “Tasa de desempleo juvenil de más del 50% en España” e incluso por la noticia que anuncia que en Grecia se alcanzó una tasa del 62,5% (“62,5% rate recently reached in Greece”). La tasa de desempleo juvenil en Grecia no significa que cerca de dos tercios de los jóvenes griegos estén sin empleo: sólo el 9% de los adolescentes griegos participan del mercado de trabajo y dos tercios de esa cifra no pueden encontrar un trabajo. El ratio de desempleo entre los jóvenes en Grecia es, por lo tanto, de menos del 6%. Sin embargo, esta cifra no se informa ampliamente porque resulta mucho menos alarmante. Entre aquellos que se encuentran en el grupo de edad de 20 a 24 años la diferencia entre la tasa de desempleo que se informa y el porcentaje de jóvenes que están sin trabajo y se encuentran en busca de uno (el ratio de desempleo) no es tan extrema. Pero incluso en este grupo etario se observa que el ratio de desempleo con frecuencia suele ser aproximadamente la mitad de la tasa de desempleo que se informa ampliamente. Por otra parte, uno debe preguntarse en cuánto contribuye el desempleo juvenil al desempleo total. Mirar el problema de esta manera revela una imagen completamente diferente de la que por lo general se presenta. En aquellos países donde el problema se difunde mediante grandes titulares (en el sur de la Eurozona, siendo Grecia y España supuestamente los dos peores casos), el desempleo juvenil da cuenta de menos de una cuarta parte del desempleo general. Por el contrario, el desempleo juvenil contribuye relativamente mucho más (alrededor de un 40%) al desempleo total en países como Suecia y el Reino Unido. Se podría argumentar que estos dos países deberían preocuparse más por su desempleo juvenil que España y Grecia. El hecho de que el desempleo juvenil sea sólo una parte de un problema mayor lleva a la verdadera pregunta sobre política: ¿por qué los funcionarios deberían gastar su tiempo limitado, su energía y la financiación pública específicamente en los jóvenes sin empleo en lugar de hacerlo en todos los desempleados? ¿Representa el desempleo de un adolescente una mayor pérdida para la sociedad en comparación con la pérdida que acarrea el de una madre soltera o el de un trabajador de mayor edad, quienes antes de ser desocupados percibían el único ingreso que sostenía a toda una familia? La pérdida del valor añadido que produce un adolescente es probablemente mucho menor. En términos puramente económicos, se puede por lo tanto afirmar que el desempleo juvenil (especialmente el de los adolescentes que trabajaban a tiempo parcial) es mucho menos importante que el que se da entre los que están en sus principales años productivos en cuanto a generar ganancias. Por otra parte, los jóvenes tienen la opción de continuar su educación, lo que añade a su futuro potencial de generación de ganancias, mientras que la educación continua es una alternativa mucho menos viable para quienes son mayores que dichos jóvenes. Europa tiene un problema macroeconómico generalizado debido a factores de la demanda que interactúan con un mercado laboral rígido, en vez de tener un problema de desempleo juvenil específico. Esto implica que no hay necesidad de tomar medidas especiales dirigidas a los jóvenes, ya que éstas solamente representan un riesgo de sobrecarga para los sistemas de asistencia social desde que dichas medidas crean aún un mayor número de excepciones y reglas especiales a las ya existentes. (*) Director del Centro de Estudios Políticos Europeos. Ha trabajado para el Fondo Monetario Internacional y se desempeñó como asesor económico de la Comisión Europea


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