El día en que Arroyito casi colapsa y nadie se enteró

En abril de 1982 la presa sufrió una falla que la dejó al borde del derrumbe. Hidronor estaba manejada por militares y todo quedó en secreto. Un ingeniero cuenta la verdad en un libro.

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CIPOLLETTI (AC) – Podría haber sido una catástrofe y sin embargo se guardó como un secreto: en abril de 1982 la presa de Arroyito estuvo a punto de colapsar al desprenderse una porción enorme de su talud. Hidronor -que manejada por los militares era más hermética aún- lo ocultó, mientras bajaba el nivel de su embalse y disponía las acciones de reparación. Ahora, gracias al testimonio de un ingeniero que trabajó en la ex empresa estatal, el episodio aparece a la luz.

El agujero -por llamarlo de una manera poco técnica- que se formó en la presa tenía un tamaño preocupante: 30 metros de ancho por 15 de alto y tres de profundidad.

Esa enorme masa de la grava que forma la presa se desprendió y se deslizó nueve metros hacia abajo.

En ese entonces no existía autoridad regulatoria en materia de seguridad de presas. Es más: la dictadura militar, que gobernaba con mano dura el país, también conducía Hidronor y con el mismo criterio en materia de difusión de las acciones públicas.

Nadie, ni siquiera otros organismos del Estado, se enteraron de que la presa había entrado en una emergencia que podría haber terminado en una catástrofe.

Los habitantes de Río Negro y Neuquén estaban, seguramente, más preocupados por la posibilidad de que Gran Bretaña respondiera al desembarco militar argentino en Islas Malvinas.

Como el secreto debía mantenerse muy guardado en las oficinas de Hidronor, no quedan papeles que registren los detalles de este episodio. Las memorias y los balances de la empresa -eficientemente conservados en el Centro de Documentación Comahue de Cipolletti- correspondientes a esos años ni siquiera hacen mención el incidente que podría haber costado muchas vidas porque el agua habría llegado en cuestión de horas a las vías del ferrocarril en la ciudad de Neuquén.

Un testimonio revelador

Afortunadamente, un ingeniero que trabajó en Hidronor llamado Francisco Giuliani -actual titular de la delegación Comahue del Organismo Regulador de Seguridad de Presas (Orsep)- expuso el caso de Arroyito en una conferencia pronunciada en 2000 con motivo de su incorporación como «académico correspondiente» a la Academia Nacional de Ingeniería.

La institución editó luego esa interesantísima conferencia en un libro llamado «Seguridad de presas. Anomalías y trabajos correctivos», que es el que ahora echa luz sobre un episodio que casi nadie conocía.

No fue la única presa de la región que tuvo inconvenientes; en su momento no pudieron ocultarse las filtraciones en El Chocón ni las grietas en Piedra del Aguila (ver aparte).

También Portezuelo Grande -la primera presa del sistema Cerros Colorados- tuvo inconvenientes similares unos años antes, pero como no se trata de una obra que embalsa el agua sino que la deriva, la falla no despertó mayores alertas.

En ambos casos (Arroyito y Portezuelo Grande) el problema parece haber sido no una falla en el diseño pero sí una consecuencia de él. Ello porque son presas sin núcleo de arcilla (impermeable), como sí lo son El Chocón o Pichi Picún Leufú.

Para construir Arroyito se utilizaron gravas arenosas del mismo lecho del río, que se compactaron con pesados rodillos vibratorios, explica Giuliani en su libro. Esta característica hizo que la presa fuera levantándose por capas horizontales.

De acuerdo con lo que Hidronor investigó en su momento pero no divulgó, la presa tenía estratos «de elevada permeabilidad horizontal, producto de la segregación de material granular durante su volcado y posterior compactación».

En otras palabras, entre capa y capa la presa filtraba agua como por un tubo, independientemente de la humedad que es esperable que pase a través de la mole.

Ya se sabe que cuando una presa de materiales sueltos, como Arroyito, pierde una parte del talud por una filtración, en cuestión de horas la erosión puede llevarse todo el dique.

La inmensa mayoría de los problemas que se dan en una presa aparecen en sus primeros años de vida y más especialmente en la etapa de llenado de los embalses, porque es cuando se observa, no ya en los planos sino en la realidad, cómo se comportan estas moles de la ingeniería.

Cuando cedió el talud de Arroyito, la presa estaba, precisamente, recién terminada, pero no produjo energía sino hasta el año siguiente. Por eso tuvo que erogar el agua del río Limay por su vertedero, que quedó dañado después de tanto uso intensivo pero se refaccionó recién en la década del 90.

Finalmente, Hidronor reparó la presa tan en secreto como cuando se averió.

Portezuelo Grande se reparó tras la privatización

CIPOLLETTI (AC).- En otra presa construida por Hidronor, Portezuelo Grande, pasó algo similar a lo de Arroyito. A mediados de la década del «70, entre capa y capa de esta obra llegaron a pasar 120 litros por minuto y por metro.

En este caso se optó por una solución más natural y sencilla: se intentó colmar las paredes del talud de los sedimentos que trae el río Neuquén.

Pero, a juzgar por lo que cuenta en su libro Francisco Giuliani, fue necesario encarar otra reparación, ya en la década del 90, que estuvo a cargo de los concesionarios privados.

Lo que allí se hizo fue construir «una capa de material granular con filtro geoextil sobre el talud, y sistematización y protección de un canal de drenaje existente al pie del dique», según las palabras de este ingeniero, que rescata en su libro a «esa gran empresa que fue Hidronor».

Portezuelo Grande frena el agua el río Neuquén a la altura de la ciudad de Añelo, pero casi no la embalsa porque existe un canal derivador que la lleva luego hacia el lago artificial Los Barreales.

Un colapso de esta presa no habría causado los mismos trastornos que Arroyito, puesto que, a lo sumo, el agua sólo se encauzaría por el lecho histórico del río (entre Añelo y El Chañar) haciendo crecer su caudal.

Martín Belvis

rncipolletti@arnet.com.ar


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