El día que la Luna paralizó a la Tierra

Era el 20 de julio de 1969. No había internet ni twitter, ni siquiera demasiados televisores. Pero la llegada del hombre a la luna unió a 650 millones de espectadores que sufrieron, se emocionaron y se fueron a acostar con la imagen de ese gran paso.

Hay que ponerse en situación. 20 de julio de 1969. No hay twitter, ni whatsapp, ni tevé color. Ni siquiera hay muchos televisores (en Argentina se contaban 2.500.000 aparatos), y con suerte unos pocos canales de aire , donde sintonizar “El Capitán Piluso”, “El amor tiene cara de mujer”, y sí, “Almorzando con Mirtha Legrand”, que ya estaba ahí.


En la Argentina, el poder está en manos del militar Juan Carlos Onganía, la inflación es del 7,6%, y en los meses previos asesinaron al sindicalista Augusto Timoteo Vandor y ocurrió el Cordobazo.


El mundo está signado por la Guerra Fría. Estados Unidos está dispuesto a ganarle a la URSS la carrera espacial y a cumplir con el pedido del J.F.Kennedy que había soñado con llegar a la luna antes de que culminara la década. “¿Por qué -algunos se preguntarán- elegimos la Luna? Y tal vez también se pregunten: ¿Por qué escalar la montaña más alta? ¿Por qué 35 años atrás volamos sobre el Atlántico? (…) Nosotros en esta década elegimos la Luna. No porque sea fácil sino porque es difícil”, dijo Kennedy en un encendido discurso.


Hay que ponerse en situación. Llegar a la luna era una hazaña fuera de cualquier dimensión; el sueño aparentemente imposible que podía fallar, como un truco de Tu Sam.
La Unión Soviética llevaba la delantera con el primer satélite, el Sputnik, y el primer vuelo espacial tripulado, el de Yuri Gagarin. La perrita Laika ya había sido enviada al espacio, sin pasaje de vuelta.


El mundo llegaba siglos imaginando desde la literatura, el cine, la poesía y la ciencia, por supuesto, con cruzar ese mar negro que nos separaba del satélite de la Tierra. Eran épocas de soñar lo imposible. Y de hacerlo.

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Cuatrocientos mil personas trabajaron para cumplir con la hazaña que luego llevó la cara de Neil Armstrong, Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins. Cuatrocientas mil personas y una enorme cantidad de dinero que EE.UU estaba dispuesto a invertir. Entre 1964 -–el año posterior al asesinato de Kennedy-– y 1967, la Nasa se llevó entre el 3,5 y el 4,5% del total del presupuesto del país. Hoy, es el 0,5% . Llevar a los astronautas y traerlos de regreso insumió más de un billón de dólares, en valores de la época. Pero la Guerra Fría evidentemente lo valía.


No podían estar seguros de que la proeza terminaría bien. “Nos daban al menos un 90% de posibilidades de regresar con vida y un 50% de conseguir alunizar”, dijo Armstrong, cuando ya tenía los pies en la Tierra. Y Nixon, el presidente de aquel entonces, había preparado lo que diría en caso de fallar: El destino dictó que los hombres que fueron a explorar la Luna en paz, descansarán en la Luna en paz”.


No fue necesario. Los millones de personas que siguieron el viaje que comenzó el 16 de julio, se reunieron el 20 para el episodio más importante de esa serie fantástica que dejó de ser ficción: el alunizaje.
Para los estadounidenses, el descenso final ocurrió un domingo por la tarde. En Europa ya era de noche. Aquí , era la tardecita. El mundo, los 650 millones de telespectadores que se calculan que vieron ese momento, estaba hechizado. Aún cuando la imagen era borrosa, aún cuando las palabras llegaban llenas de interferencias.

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Fue una noche única.


Después de ese hito, hubo otras 11 misiones más. Hubo más alunizajes, y hubo, en total, 12 hombres que dejaron su huella en la lejana superficie lunar. Todo ocurrió en el plazo de cuatro años. En el 72, la Luna dejó de ser el objeto del deseo y de la imaginación. La falta de interés y el enorme gasto cerraron esa puerta abierta al espacio.
Hoy el mundo sueña con poblar Marte y un grupo de millonarios planea viajes espaciales para turistas excéntricos (y millonarios también).
Hay que ponerse en situación. Aquel 20 de julio, el mundo confirmó que podía desafiar lo imaginable.


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