El neuquino apasionado por la luna

Roberto Figueroa es el fundador y director del Observatorio Astronómico de Neuquén. Cincuenta años atrás, siguió el alunizaje por la tevé. #Apollo50th. Pero en 1971 y 1972, viajó a Cabo Cañaveral para ver de cerca el despegue de esos cohetes.  

Un día como hoy, pero cincuenta años atrás, Roberto Figueroa, fundador y director del Observatorio Astronómico de Neuquén, prendió la tele en blanco y negro para seguir, como otros 650 millones de personas de todo el mundo, ese pequeño paso para el hombre, ese gran salto para la humanidad.
Aquel 20 de julio de 1969, Figueroa tenía 25 años y estaba en Panamá, entusiasmado con esa hazaña que nos permitió cruzar el umbral de la ciencia ficción.


“En ese momento estaba empezando a formalizar mi trabajo en la astronomía, pero no trabajaba de eso en Panamá”, recuerda ahora que se cumple medio siglo del hito.

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“Toda mi vida hice astronomía”, dice, sin exagerar. “La astronomía siempre fue una pasión para mí. Cuando era pequeño, sin saberlo, estaba trazando meridianos y calculaba el movimiento de las estrellas. Nadie me había hablado de la astronomía”, recuerda de aquellos tiempos, cuando el germen de esa pasión ya se estaba incubando en Figueroa.
El alunizaje de 1969, el primero e histórico, lo vio por tevé. “Fue un hecho sumamente importante y emocionante”.

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Y fue sólo el primero. Porque, apasionado como es, siguió cada una de las misiones: “En todos los viajes que hizo el hombre a la luna estuve muy atento. Es un avance extraordinario que ha tenido la ciencia, muchas enseñanzas que nos dejó la llegada del hombre a la luna nos sirvieron y nos sirven todavía”, piensa.


La pasión por la actividad lo llevó incluso hasta las cercanías de Cabo Cañaveral. Fue algunos años después, cuando el interés de los Estados Unidos por la luna aún no había decaído. Y mucho menos el de Roberto Figueroa, que viajó hasta la Florida para ver, al menos de cerca, el despegue de otras dos misiones: la del Apolo 16 y la del Apolo 17.


“Estuve presente a 15 kilómetros, que era la distancia permitida. No te podías acercar más porque las ondas de rebote de los motores de cohetes te pueden matar. Te golpean en el pecho y te hacen sentir una sensación rarísima, te vibra todo el cuerpo”, recuerda el astrónomo .
La Apolo 16 despegó el 16 de abril de 1972 fue el quinto y penúltimo en alunizar y el primero en llegar a las zonas montañosas de la Luna.
La del Apolo 17, aquel 11 de diciembre de 1972 tuvo otro sabor. Figueroa vio el despegue, junto a otras miles de personas, a 15 km, como estaba permitido, sin saber que sería la última vez.

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“Profesionalmente, para mí, fue una experiencia muy importante y emocionante. Uno pone toda la emoción, todo sentimiento y la emoción en estas situaciones”, recuerda hoy Roberto Figueroa, que seguramente revivirá aquellas experiencias en alguna de las tantas transmisiones con sabor a retro que se verán hoy, cuando el reloj marque las 22: 56.


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