El disidente cubano Payá fue asesinado

EMILIO J. CÁRDENAS (*)

El 22 de julio del año pasado, el conocido disidente cubano Osvaldo Payá moría, de pronto, en un extraño accidente automovilístico ocurrido a primera hora de la tarde, cuando su vehículo, en el que iban otras tres personas, de pronto volcó. En ese episodio murió asimismo otro disidente, Harold Cepero. Estaban a unos 800 kilómetros al este de La Habana. Payá tenía entonces 60 años. Los demás acompañantes quedaron heridos. Payá, ingeniero de profesión, obtuvo una bien ganada fama internacional cuando, en la década de los 90, impulsara el llamado “Proyecto Varela”, en procura de forzar un referendo para modificar la Constitución con miras a salir del sistema del “partido único” y permitir el pluralismo en Cuba. Además, la corajuda iniciativa procuraba abrir el camino a la actividad privada como fuente de ocupación, la que –años después– fue adoptada (como iniciativa propia, claro está) en alguna pequeña medida por el actual presidente de Cuba, el octogenario Raúl Castro. Unas 14.000 firmas de cubanos, hombres y mujeres por igual, venciendo el miedo y superando las intimidaciones, se incorporaron a la petición de Payá. No obstante, el proyecto fue bloqueado por las autoridades comunistas de la isla y nunca pudo avanzar. Como cabía esperar. Como consecuencia del presunto accidente que sufriera Payá, un tribunal de la ciudad de Bayamo condenó a un joven político español, que conducía el vehículo, a cuatro años de prisión por ser considerado responsable de la muerte del disidente cubano, pretendidamente causado por exceso de velocidad, esto es por una negligencia imprudente. Me refiero a Ángel Carromero, un militante del Partido Popular, para quien, poco después, bilateralmente, se acordó su extradición y consiguiente repatriación a España. Allí, Carromero, supuestamente, debería cumplir el resto de su condena de cuatro años. Esto en función de un convenio bilateral entre ambos países, sobre ejecución de sentencias penales. Carromero, ahora desde España, acaba de confirmar los feos rumores que se difundieron al momento del accidente. Esto es que el mismo fue ocasionado porque otro vehículo, que los seguía, lo embistió intencionalmente, haciéndolos patinar y salir de la carretera. En ese momento, circulaban a apenas 70 kilómetros por hora. Las revelaciones se hicieron en una larga entrevista concedida por Carromero al “Washington Post”, realmente dramática. La hija de Osvaldo Payá, Rosa María Payá, ya había adelantado esta circunstancia, que naturalmente desmiente la “versión oficial” de los hechos que condujeron a la muerte de su padre. Carromero aclaró que, en Cuba, había sido advertido acerca de la necesidad de aceptar la “versión oficial” de los hechos para que “no le pasara nada”, mientras estaba, aclaró, “fuertemente sedado”. Por todo ello, puntualizó Carromero, el juicio realizado en Cuba en rigor fue tan sólo una inmensa “farsa”. Como era de suponer, Carromero agradeció la ayuda de las autoridades españolas, que le permitieron alejarse de un caso en el que –señaló– fue apenas un “chivo expiatorio”. Gravísimas aclaraciones, que naturalmente no pueden pasar inadvertidas. No sólo por la responsabilidad que cabe al régimen de los Castro, sino por la burda maniobra de encubrimiento posteriormente urdida para endilgar la responsabilidad por el accidente que provocara la muerte de Payá a un tercero, sin mencionar la cobarde agresión que lo provocara. Mientras tanto, Carromero porta hoy una pulsera telemática, vive un régimen de semi-libertad y, desde mediados de febrero pasado, puede dormir ya en su propia casa, aunque lo cierto es que, como inocente que es, debiera estar absolutamente libre. Y otros, en cambio, tras las rejas. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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