El escritor Guillermo Saccomanno dará un taller en Roca

Llegó el día. Si la tormenta que azota Buenos Aires no impide los vuelos, esta mañana llegará a Roca el prestigioso escritor Guillermo Saccomanno para participar del cierre de los festejos por los veinte años del taller municipal “Leyendo a …” conducido y creado por la profesora Cecilia Boggio. Hoy, a las 20, en el Museo Municipal de Bellas Artes “Juan Sánchez”, el escritor analizará sus obras “El Buen Dolor”, “Un maestro”, que narra la historia del docente y militante neuquino Orlando “Nano” Balbo, “La lengua del Malón” y “Cámara Gesell”, su última novela hasta el momento, con la que ganó este año el Premio Hammett de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos que se entrega en Gijón, España. En “Cámara Gesell”, Saccomanno alcanza su cenit como narrador de largo aliento en un texto coral, “atravesado por la hipocresía y las bondades inservibles” que convierten a un pueblo de la costa atlántica “en la cifra de un territorio más amplio que puede ser el país o algo más”. El libro, publicado por Planeta, es un tour de force de una violencia y un ritmo que no deja respiro y que le llevó a su autor años de trabajo; ambientada en una villa imaginaria, a kilómetros de Mar Azul, poblada de personajes casi incontables, cada uno arrastra una historia, pocas edificantes. Acaso Saccomanno sea un escéptico o un descreído o un realista, pero es difícil tomar distancia de los personajes: todos tienen algo del urbanista lector o del trasplantado en busca de una naturaleza imaginaria, pero pocos pueden armar una vida en común. –¿Podría decirse que en esta novela “pintaste tu aldea”? –Más de uno en el pueblo se veía venir la novela. Una vez que le contaste a alguien, se disparó la información. En un pueblo, los rumores –tal como lo planteo en el relato– circulan y rápido. Antes de que la novela arribara, ya había discusiones sobre ella. Tenía su gracia borgeana: se discutía a partir de un texto tan secreto como inexistente. –Es una novela coral, quizá la voz de Dante es la que uno podría asimilar a la tuya… ¿cómo controlaste la deriva de los personajes y cómo se te ocurrió la idea de que un pueblo pudiera representar, si se quiere, al país o más allá? – La voz de Dante puede y no tanto ser la mía. En todo caso, es la voz de quien cuenta y conjetura sobre lo que escucha. No me lo propuse como protagónico sino como una excusa, el cronista que presta atención a todas las voces. Lo que me importaba era justamente eso: las voces. Que fuera una novela “escuchada”, más que “escrita”. – ¿Por qué hablás de la influencia de Faulkner y Onetti? – Si hay una marca fuerte –al menos en lo conceptual– es Faulkner, la creación del condado de Yoknaphatawpha. Onetti, es su traducción. Estoy convencido de que crear un pueblo narrativo es un sueño tan ambicioso y cercano al papelón, pero que vale la pena intentarlo.En este sentido, ese pueblo opera como el Pequod, el barco que persigue a Moby Dick, la ballena blanca. El condado de Faulkner es el barco ballenero de Melville. Faulkner lo logró, creó un territorio, creó sus seres, sus pasiones y describió ese paisaje. Es el gran maestro. También el padre de muchos de nosotros. Y Briante, sin ir tan lejos.

El escritor viene en el marco de los festejos por los 20 años del taller “Leyendo a…”


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