El extraño caso de la carta pontifical

Parecería que, cuando de anotarse puntos políticos se trata, vale todo, incluso aquella carta –o, si se prefiere, telegrama– llamativamente banal que, se confirmó, el papa Francisco sí envió a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como aporte a las fiestas patrias del 25 de Mayo. Para regocijo de muchos, por algunas horas tanto el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, como casi todos los demás, impresionados por un error tipográfico, el tuteo y el empleo exclusivo de mayúsculas que los hicieron pensar que era indigna de quien la había firmado, coincidieron en que la misiva cuyo contenido fue difundido por el gobierno era apócrifa. Hasta el secretario de Protocolo y Ceremoniero del Vaticano, el cura argentino monseñor Guillermo Karcher, se permitió calificarla de un “collage falso”, sólo para desdecirse un poco más tarde al afirmar que era auténtica y, para más señas, que no hay “pelea” entre el gobierno kirchnerista y la Santa Sede. Puede que no haya “pelea”, pero nadie ignora que la relación de Cristina con Jorge Bergoglio, el “jefe de la oposición” según su difunto marido, Néstor Kirchner, se presta a malentendidos. No se querían antes de la elección por los cardenales de Bergoglio para suceder a Joseph Ratzinger en el trono de San Pedro, pero desde entonces los dos se han esforzado por convivir cortésmente, como corresponde por ser cuestión de dos jefes de Estado, pero ello no quiere decir que hayan llegado a respetarse mutuamente. Sea como fuere, de no haber sido por las desavenencias que son de dominio público, a pocos les hubieran parecido significantes las dudas en cuanto a la autoría de una carta meramente formal, llena de las palabras de circunstancia que suelen usarse en fechas conmemorativas acerca de lo beneficioso que sería encontrar “caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y mutua colaboración”, además de la reafirmación del deseo papal de que “crezca así por doquier la solidaridad, la concordia y la justicia”. Francisco podría enviar mensajes idénticos a virtualmente todos los mandatarios de la Tierra sin que a nadie se le ocurriera procurar analizarlos en busca de señales de apoyo o de desaprobación, pero, bien que mal, cuando es cuestión de la presidenta Cristina hasta una coma innecesaria podría resultar polémica. En su condición de jefe de una iglesia con pretensiones universales, Francisco tiene que velar por la salud espiritual de más de 1.200 millones de almas, de las que apenas el 2,5% viven en la Argentina. Si bien es natural que siga manifestando interés en las vicisitudes políticas y sociales de su país natal, no lo sería que les diera prioridad por encima de asuntos que son un tanto más urgentes en otras partes del mundo, sobre todo en vísperas de una visita al Oriente Medio crónicamente convulsionado en que, fuera de Israel, el cristianismo está en vías de extinción. Así y todo, muchos insisten en tratar a Francisco como si desempeñara un papel protagónico en el confuso drama político local, lo que le exigiría dedicarse en pleno a temas que a esta altura deberían serle ajenos. Algunos opositores quieren aprovechar su autoridad moral para perjudicar al gobierno kirchnerista, mientras que a éste le gustaría apropiarse de su figura, subrayando las eventuales coincidencias entre el “relato” oficial y la retórica de un papa de formación política peronista. Según voceros de la Iglesia Católica, entre ellos monseñor Karcher, la voluntad tanto de los kirchneristas como de sus adversarios de hacer creer que Francisco es uno de los suyos le está motivando problemas ingratos en el Vaticano, lo que es comprensible: para él, la interna eclesiástica ya es lo bastante complicada, de suerte que no le sobra tiempo para ocuparse de la igualmente enrevesada interna argentina. De todos modos, el caso extraño de la carta que acaba de ocasionar un pequeño revuelo aquí habrá servido para recordarle que al Vaticano le convendría preocuparse por todos los detalles, por mínimos que fueran. Al fin y al cabo, si un desliz menor atribuible a las deficiencias burocráticas de la Nunciatura en Buenos Aires es suficiente como para desencadenar una pequeña tormenta mediática y por lo tanto política en la Argentina, un error más grave tendría repercusiones decididamente peores.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.124.965 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Sábado 24 de mayo de 2014


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