El libro “inadecuado” que se vende como pan caliente

E. L. James, de madre de familia a escritora de best sellers.

Desde hace cinco meses, “Cincuenta sombras de Grey” se vende como pan caliente: 31 millones de copias en inglés, incluyendo 20 millones en Estados Unidos, donde algunas librerías la rechazaron en un primer momento por considerarlo un libro “inadecuado”. “¡500.000 vendidos por semana en Gran Bretaña!”, exclama Jon Howells, de la librería Waterstones en Londres, donde la picante trilogía de “Cincuenta sombras” ocupa un estante muy visitado. Un total de 43 países compraron los derechos, dijo la agente de la autora, Valerie Hoskins. “Cincuenta sombras” tiene diálogos “improbables”, una intriga “blanda” y “repeticiones irritantes”, señala el periódico “The Guardian”, como la mayoría de los críticos. Sin embargo, muchos lectores no esperan una obra maestra y están especialmente contentos de encontrar esta literatura en las librerías, en lugar de en los estantes oscuros de las tiendas de sexo. “No puedo dejar de pasar las páginas”, dice Janine, una joven británica. “A pesar del estilo terrible, ¡no puedo parar de leer!”, añade otra lectora. “Una vieja historia de amor pero con mucho sexo”, observa una tercera… entre las 4.500 personas que han enviado su opinión al sitio web de Amazon en el Reino Unido. Los sexólogos y los críticos se pierden en conjeturas para analizar este fenómeno. “La gente se apasiona porque hoy estamos listos para cumplir con nuestros deseos”, dice Michelle Bassam, una sexóloga en Londres. “Muchas mujeres ven porno para aprender acerca de ciertas prácticas”, señala. “Antes se tenía la impresión de que esto no era una opción”. Sin embargo, tanto la editorial como los libreros lo confirman: a los hombres también los afecta el magnetismo de Christian y Anastasia. “Lo que nos sorprendió es ver precipitarse (sobre ‘Cincuenta sombras’) a la gente que nunca compra libros”, señala Sandon, de Random House. E.L. James, en tanto, ya está trabajando en su próximo libro, un secreto bien guardado en la casa sin pretensiones que comparte con su marido de hace más de 20 años y sus dos hijos adolescentes en el oeste de Londres.