El mago Joaquín Di Magic llena de ilusión la escena regional

Quería ser actor, pero un truco de cartas le cambió la vida. Fascinado tomó otro camino y se dedicó a estudiar magia, disciplina que hoy le permite entretener a chicos y grandes.

En un mundo en el que todo parece estar inventado, y en el que la realidad es más virtual que real, tal vez podríamos pensar que ya nada nos sorprenderá. Podríamos creer que “se perdió la magia”, como a veces se dice, pero un pibe orense de 24 años vino a demostrar que nada de esto es cierto.

Con trucos e ilusiones, asegura que la magia existe, y de hecho, se puede vivir de ella. Ésta es la historia del mago Joaquín Di Magic, que apareció en el escenario cultural del Valle, y llegó para quedarse.

Su nombre real es Joaquín Di Masi, tiene 24 años y nació en Fernández Oro, adonde continúa viviendo, tras su periplo porteño. Vive pura y exclusivamente de la magia, y lleva ya cinco años girando por la región. Su mayor actividad es por contrataciones, pero no es el único frente que permite este arte.

“En 2013 fui a Buenos Aires a estudiar actuación a la Universidad Nacional del Arte”, cuenta. Ya en la capital, un compañero de la facultad, Nicolás Gentile, “muy buen mago, por cierto”, acotó, empezó a hacer trucos con cartas.

“Algunos se sorprendieron, a otros ni les importó, pero yo estaba como loco tratando de descubrir cuál era el truco”, reveló.

“Estaba fascinado, fue la primera vez que recuerdo haber visto magia”, dijo, pese a que su mamá asegura que ya la conocía desde niño.

Inmediatamente le pidió a Nicolás que le enseñe, pero el mago le explicó que no era tan sencillo. Autodidacta, Joaquín empezó a buscar en internet algunos trucos y los presentó a los compañeros de la residencia en la que vivía.

“Hice el truco a una persona que no conocía y me salió bien”, dijo orgulloso. “Debo haber hecho el truco como 70 veces”.

Al tiempo, y ya armado con algunas técnicas, consiguió un libro de su amigo Nicolás, el mago, y comenzó a formarse. Primero en una academia en Buenos Aires, luego en Neuquén.

Todavía se acuerda de cómo fue su primera presentación: “Me contrató un hombre de una productora, con quien estoy profundamente agradecido, yo no tenía nada armado, pero salió bien, le gustó y me pidió más fechas”, argumenta.

“Estaba extremadamente nervioso”, sigue contando. “Estaba vestido normal”, se rectificó pero aclaró que “es todo muy borroso por lo nervioso que estaba”. Era muy inexperto. Hace cinco años que trabaja de eso.

Es así, el mundo moderno nos permite elegir entre muchas profesiones y oficios, esa que cada uno desarrollará a lo largo de toda su vida. La tendencia empuja a que nos adaptemos al mercado, y recomienda opciones “rentables”.

Al final, mucha gente termina por alejarse, o aplaza la materialización de lo que en verdad los apasiona.

Suerte para Joaquín, este no es su caso y lo supo de joven. “Empecé a darme cuenta de que lo que aprendí de la actuación podía aplicarlo a la magia”, relató. “Descubrí que era mi pasión, me di cuenta de que con eso podía comer, porque me gusta a mí y le gusta a la gente”, resumió.

“Soy un afortunado de haber encontrado a la magia, que en realidad me encontró a mí, porque yo no la buscaba, y gracias a eso yo soy una persona feliz”, explicó con mucha claridad.

“No quiero ser otra cosa que no sea mago”, decretó.

Su más reciente proyecto nació de la asociación con una escuela de acróbatas circenses, que suma además a un payaso y claro, al mago Joaquín.

Es tan reciente que ni nombre tiene, pero ya hizo su primera aparición para un evento en el Gigante del Oeste, y fue un éxito.

Cómo es vivir de la magia

Salvo algunas excepciones, a Joaquín lo contratan para eventos, y esa es una de las principales caras de actividad artística.

Sin dudas es la que más disfruta, y sobre todo si se trata de shows para niños.

“Ver las caras que ponen los niños no tiene precio. No lo pueden creer, y van y les dicen a los padres que hicieron magia. Encontrás lo que te apasiona y se nota, la gente lo sabe y todo sale bien”, asegura.

También, y como parte de sus servicios ofrece diferentes “kits” de magia, que usualmente tienen como destinatario, o bien niños y adolescentes, o padres, tíos y abuelos que pretenden hacer magia para los más chicos de la familia”, puntualizó.

Indudablemente, detrás de esta profesión hay una industria que comercializa y vende los diferentes trucos.

“Es difícil, sobre todo cuando vivís lejos de Buenos Aires”, se lamenta Joaquín. Son caros, y los mejores se compran en persona”, enfatizó.

La rutina nunca se acaba, siempre le agregamos algo nuevo”, aseguró, sin dejar de lado a los clásicos y sus interminables variaciones.


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