El «Oficio ardiente» de Juan Gelman

Editan antología del poeta argentino

BUENOS AIRES (Télam).- «Oficio ardiente», compilación de más de 500 páginas de Juan Gelman, acaba de editarse en España con sello de la Universidad de Salamanca, en consonancia con el XIV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que le fuera conferido al poeta argentino el pasado año.

La obra -el título de «Oficio ardiente» surgió de una frase de Gelman, quien en una entrevista definió de ese modo el hacer creativo- abarca un extenso hacer iniciado en 1957 con «Violín y otras cuestiones» hasta el reciente «País que fue será», e incluye además cuatro textos inéditos.

Con una ilustración de Juan Gris en portada, el libro lleva un prólogo-estudio de la poeta y catedrática española María Angeles Pérez López, quien reconoce que el poeta del pesar, maneja también el estilete de la ironía y un humor soterrado.

«Hay un humor inteligente en la obra de Gelman que lo permea todo, como una de las capas freáticas de una obra muy compleja en la que cabe el mundo por completo. Resulta el gran aliado de la ironía, ese recurso de la lucidez por el que el poeta puede tomar distancia de sí, de su propio dolor, de su vivir, para mirarse y mirarnos atentamente, con calidez, con ternura y con ironía», dijo la catedrática a Télam.

Profesora de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, Pérez López no considera a Gelman un poeta celebratorio, «porque la densidad de cierto léxico recurrente (alma, tierra, pedazos, furias, penas, huesito) recuerda de manera recurrente la condición exiliar. Ello no evita que las palabras pájaro o sol, tan frecuentes en su poesía, remitan al goce doloroso que es escribir, vivir. Y que la ironía vuelva soportable esa certeza».

Pérez López, que lleva escritos ya varios textos críticos sobre Gelman, argumenta que se interesó por esa obra al observar que se trataba de un autor escasamente estudiado en España.

Que Gelman haya sido un poeta muy conocido «pero poco leído, por lo menos no tanto como su obra merece», lo situaba e una encrucijada entre «los que se sentían cerca de su causa social y política, y consideraban innecesario estudiarlo porque ya lo admiraban sin fisuras; y los que creían necesario separarse de nociones como compromiso y caían en lo mismo, porque representaría momentos ya superados de la historia de la poesía en español».

El extenso prólogo -de casi cien páginas- alterna crítica y biografía, forma que surgió de la necesidad de dar cuenta de toda una vida.

«Con sus avatares y circunstancias -especifica Pérez López-, porque es imprescindible para entender una propuesta poética que tanto le debe a ese vivir».

«No quería renunciar a pensar, a interpretar, a proponer claves de lectura para acercarse a esa obra que, si tanto le debe a lo vivido, incorpora más vida a la vida. Busqué un espacio en el que el dato bio-bibliográfico, lo más preciso y completo posible, adquiriera sentido en una propuesta de lectura global que a su vez quería dotarse de sentido a partir de ese dato minúsculo», precisó.

De los 25 títulos publicados por Gelman, ella dice preferir: «Gotán», «Los poemas de Sydney West», «Hacia el sur» y «Dibaxu».

«Si tuviera que irme a una isla desierta con uno solo, haría trampa y colaría los cuatro porque en ellos hay presencias como la de una mujer que se parecía a la palabra nunca, pájaros que juntan sol, ruiseñores de cuyos pies caen caminos para que los pies de la poesía caminen, arbolitos que se quitan la camisa servil. Así no me sentiría nada sola».

Un aspecto que la especialista resaltó de la poética gelmaniana es el desdoblamiento, la proliferación de autores inventados (heterónimos) y coautorías falsas.

El recurso, es considerado por Pérez López como «uno de los elementos más originales de su propuesta», que ha dado lugar a otras voces –Sidney West, Yamanokuchi Ando o John Wendell– las que se suman a una larga serie, fraternal y diversa, con la que dar cuenta de la multiplicidad de matices que guarda cada voz, y sobre todo, de la necesidad de apertura del 'yo' hacia los otros».

«Pienso en José Galván, en Julio Grecco, en Eliezer Ben Jonon –mencionó–. Son muchos los que andan gelmaneando por ahí, en algún momento el poeta tendrá que plantearse compartir con ellos derechos de autor, porque seguramente tenía razón Antonio Machado al proponer que busquemos en el espejo a ese 'otro que va contigo'».

En el prólogo a «Oficio ardiente», la crítica española analiza las herramientas de la paradoja. Cuando se le solicita que abunde sobre este respecto, señala: «Creo que en Gelman, y en muchos otros grandes poetas, la poesía es el lugar en el que se busca nombrar lo que no se puede nombrar».

«Por eso Gelman necesita constantemente de la paradoja y de toda su familia: el oxímoron, la antítesis, aquellos recursos que podrán 'desarmar los jamases del mundo', pero que a la vez, citando de nuevo a Gelman, saben que la poesía casi nunca encuentra en lo que escribe aquello que ama. Así que está obligada, una y otra vez, a empezar de nuevo y de nuevo dar cuenta de cómo nombrar lo que no se puede nombrar», subrayó.

Para finalizar, la catedrática apuntó a otra marca en la escritura del autor de «Gotán», el tiempo, trastocado: «es el tiempo que fue mañana, que será ayer, el que de algún modo imposible pero necesario contiene la totalidad de los contrarios: pasado y futuro que sólo en el presente que se desliza irremediablemente hacia los otros dos los contiene a su vez».

El destierro como tema medular

BUENOS AIRES.- Uno de los temas nucleares que campea en «Oficio ardiente», reciente antología de Juan Gelman publicada en España, es el destierro, una «visión exiliar» que descansa en el supuesto de que Dios es el primer exiliado de lo creado.

Para la estudiosa española, María Angeles Pérez López, la obra en cuestión explora en forma obsesiva este eje desde fines de los setenta, y, especialmente, a partir de 1982 con el libro 'Citas y comentarios' donde se cristaliza un diálogo con la poesía mística y del tango.

En esa misma línea se abren otros espacios de intercambio –explica–: «Con la lengua sefardí, los cabalistas, etcétera, articulando aquello necesariamente inconexo y fracturado a partir de la experiencia del enajenamiento y de la pérdida».

«Esa propuesta 'exiliar' permite entender lecturas retrospectivas que ha propuesto el propio Gelman, como cuando advierte que es el exilio de lo amado lo que tanto nos duele en el tango, por ejemplo, tan importante para la primera parte de su obra».

De ese modo, «la 'visión exiliar' no sólo permite dotar de sentido su periodo exiliar, sino que alcanza resonancias más hondas porque apunta a la condición central del ser humano».

Interrogada respecto de ese exilio perpetuo homologable a la soledad perpetua de la que hablaba García Lorca, opinó la ensayista: «Sí pero no. Seguro que estamos solos, solísimos: ante nuestro nacimiento y nuestra muerte, el miedo o el amor. Pero finalmente no, tiene que ser que no, porque en la poesía de Gelman hay siempre compañía, presencias ausentes que no por ausentes dejan de ser presencias, amores que están aunque se hayan ido, melodías tangueras que siguen sonando en la memoria viva».

«Yo diría que la poesía de Gelman es un esfuerzo tenaz y rigurosísimo por demostrarse a sí mismo y –a nosotros, vaya–, que la soledad no es el destino del hombre», definió.

JORGE BOCCANERA


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