El optimismo de la resignación

Miguel Á. Knecht*

Algunos presidentes de nuestro país se han hecho eco de ese repetido axioma que reza: “…estamos mal pero vamos bien…” y expresarlo a más de tres (3) años de haber asumido la Presidencia de la Nación resulta recurrente, vacío de contenido y hasta fastidioso.

El relato verídico de la encendida lucha contra la corruptela kirchnerista ya ha transcurrido, no hay más para contar en este final abierto y conocido donde existen muchos empresarios argentinos y dirigentes políticos, procesados y que han sido encarcelados.


Ahora bien, sin disponer de un plan de gestión de Gobierno; con permanentes jugadas cambiarias; con el aumento continuo del dólar y una incesante inflación, ha colapsado la ensoñación colectiva, ya que la sociedad argentina ha despertado del letargo impuesto por la credibilidad, y en esa pasividad adquirida, siempre repercute desfavorablemente en los hogares de las personas más necesitadas.


En ese orden, podemos afirmar que, al haber accedido a la Presidencia de la Nación, el poder capitalista más puro del empresariado argentino no ha podido desactivar el crecimiento anarco-capitalista impuesto por las corporaciones, donde cada uno de los empresarios obnubilados por el poder del círculo rojo, juegan su propio Antón Pirulero, generalmente en beneficio de sus opulentas empresas.


Con la pasividad demostrada en el enfrentamiento contra la inseguridad, inflación, desocupación, etc, lo único que se ha logrado –desde el gobierno- es la defraudación generalizada del colectivo, donde las chances electorales, a medida que transcurre el tiempo, son menores para el actual gobierno nacional.


Por otra parte existe cierto optimismo en cuando a la resignación mejorada del colectivo pero el falso relato fastidia; transcurriendo el tiempo más aún se acentúa y al finalizar el mandato presidencial se terminará rechazando su postulación.


No nos podemos conformar con la promesa gubernamental del supuesto derrame, estamos peregrinando en las penumbras -como en la antigüedad- cuando se prometía aquella tierra prometida y nunca se alcanzaba su cometido.


El presidente se cree un piloto de tormentas pero le faltan horas de vuelo y quienes lo secundan no son capaces de informarle la verdad. Al no existir un plan de gobierno sustentable ocurren estas cosas donde la imprevisibilidad está al orden de día.


Por último, dentro de siete meses se dispondrá la opción de elegir al mejor, a quien nos represente dignamente y con la ilusión intacta -nuestro colectivo- anhelará que lo venidero deberá ser superior a lo vivido en estos últimos cuatro años.


*Docente, exconcejal del PJ en Viedma.


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