“El periodismo y la verdad”

Después de leer la edición del pasado 23 de abril del diario “Río Negro” acerca del señor Marcelo Diez y la llamada “muerte digna”, recordé un triste hecho acaecido hace algunos años en un nosocomio de la ciudad de Buenos Aires. En aquella oportunidad un enfermo terminal enfrentaba el inapelable juicio final con el cual profesionales de la salud aconsejaron a su familia. Recomendaron que lo mejor “era dejarlo ir” dada la cantidad de días que llevaba inconsciente, los tumores cerebrales y lo irreversible de la situación. “Será cuestión de unos días”, remarcaron. Lo primero fue dejar de alimentarlo y continuar con la hidratación. Al iniciar esta “muerte digna” el paciente estaba en condiciones físicas normales (peso y masa muscular), por lo que cuarenta (40) días después estaba vivo y respiraba con dificultad, pero por sus propios medios, en la soledad de su habitación. Los médicos, al ver que el paciente no moría sino que consumía su propia masa corporal tornándose cadavérico, decidieron dejar de hidratarlo para “acelerar la muerte digna” que se produciría en tan sólo dos o tres días. El inenarrable dolor de la familia y los amigos que pudieron verlo en sus días finales permanecerá en ellos por siempre. El paciente falleció veinte (20) días después de la suspensión de su hidratación. Ante ellos un ser humano que vivía, pero como en aquellas fotografías del campo de concentración de Auschwitz, donde los Nazis aplicaban el mismo tipo de “muerte nada digna” a sus prisioneros: de hambre y sed, encerrados en una celda de confinamiento. A través de esta carta de lectores pido a algún periodista comprometido con la realidad y con amor a la verdad que se apersone a la sede de Luncec, Islas Malvinas 1329 de Neuquén, y tome contacto con el señor Marcelo Diez, en interés de todos. Este diario señala: “No hay desconexión, hay que dejar de darle alimento y medicamentos cuando enferme, por ejemplo de una gripe”, dijo una fuente a este diario. Otra fuente comentó: “por el afecto que tiene todo el personal no queremos que la muerte se produzca en la institución”. Si la idea es dejar morir a un indefenso discapacitado de hambre y de sed, éste no será un caso de “muerte digna”, sino el horrendo y tormentoso asesinato de un inocente desvalido. Este hecho no ocurrirá de un día para otro, pero se tornará irreversible su muerte si no se actúa con celeridad. En medio de la corrupción y decadencia de más de ochenta años en la Argentina, ¿habremos también perdido todo sentimiento de humanidad? Miguel Ángel Pérez, DNI 18.578.764 Cipolletti

Miguel Ángel Pérez, DNI 18.578.764 Cipolletti


Después de leer la edición del pasado 23 de abril del diario “Río Negro” acerca del señor Marcelo Diez y la llamada “muerte digna”, recordé un triste hecho acaecido hace algunos años en un nosocomio de la ciudad de Buenos Aires. En aquella oportunidad un enfermo terminal enfrentaba el inapelable juicio final con el cual profesionales de la salud aconsejaron a su familia. Recomendaron que lo mejor “era dejarlo ir” dada la cantidad de días que llevaba inconsciente, los tumores cerebrales y lo irreversible de la situación. “Será cuestión de unos días”, remarcaron. Lo primero fue dejar de alimentarlo y continuar con la hidratación. Al iniciar esta “muerte digna” el paciente estaba en condiciones físicas normales (peso y masa muscular), por lo que cuarenta (40) días después estaba vivo y respiraba con dificultad, pero por sus propios medios, en la soledad de su habitación. Los médicos, al ver que el paciente no moría sino que consumía su propia masa corporal tornándose cadavérico, decidieron dejar de hidratarlo para “acelerar la muerte digna” que se produciría en tan sólo dos o tres días. El inenarrable dolor de la familia y los amigos que pudieron verlo en sus días finales permanecerá en ellos por siempre. El paciente falleció veinte (20) días después de la suspensión de su hidratación. Ante ellos un ser humano que vivía, pero como en aquellas fotografías del campo de concentración de Auschwitz, donde los Nazis aplicaban el mismo tipo de “muerte nada digna” a sus prisioneros: de hambre y sed, encerrados en una celda de confinamiento. A través de esta carta de lectores pido a algún periodista comprometido con la realidad y con amor a la verdad que se apersone a la sede de Luncec, Islas Malvinas 1329 de Neuquén, y tome contacto con el señor Marcelo Diez, en interés de todos. Este diario señala: “No hay desconexión, hay que dejar de darle alimento y medicamentos cuando enferme, por ejemplo de una gripe”, dijo una fuente a este diario. Otra fuente comentó: “por el afecto que tiene todo el personal no queremos que la muerte se produzca en la institución”. Si la idea es dejar morir a un indefenso discapacitado de hambre y de sed, éste no será un caso de “muerte digna”, sino el horrendo y tormentoso asesinato de un inocente desvalido. Este hecho no ocurrirá de un día para otro, pero se tornará irreversible su muerte si no se actúa con celeridad. En medio de la corrupción y decadencia de más de ochenta años en la Argentina, ¿habremos también perdido todo sentimiento de humanidad? Miguel Ángel Pérez, DNI 18.578.764 Cipolletti

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