El psicópata asestó unas 60 puñaladas a sus víctimas

La autopsia arrojó datos escalofriantes de la masacre. Además de provocarles heridas cortantes, quemarlas con ácido y dispararles a dos de ellas, el asesino les lanzó puntapiés en la cabeza.

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CIPOLLETTI (AC).- Todo ocurrió en menos de media hora: las ató, las amordazó, les lanzó unas 60 puñaladas, les disparó a dos de ellas y las roció con ácido acético. Ahora se sabe que también les dio patadas en la cabeza y en el rostro.

Los detalles de la autopsia son escalofriantes. Las víctimas de la masacre apenas si pudieron girar sus cuerpos en el interior de la diminuta sala de extracciones del laboratorio, para esquivar alguna de las feroces y compulsivas cuchilladas que el psicópata les propinó.

El 80% de las heridas en todos los casos se concentran en la zona de abdomen y tórax anterior. En los giros desesperados de defensa, algunos cortes también alcanzaron otras partes del cuerpo, como la espalda o las piernas.

¿Se ensañó con alguna de las víctimas en particular? Heridas más, heridas menos, las tres mujeres que murieron cayeron bajo una agresión bestial. La única que sufrió menos lesiones -quizás porque el tiempo lo apremiaba y la creyó muerta- es la sobreviviente, Ketty de Bilbao.

Se cree que el psicópata redujo primero a sus víctimas (las amordazó con tela adhesiva y las ató con cables que él mismo llevó, y con otros cordones que sacó de las persianas americanas) y que después empezó el bestial ataque.

Pudo utilizar un puñal de diversas formas o bien un cuchillo y una tijerita (que se encontró en el lugar del hecho) o un punzón. El arma blanca no excedería los 15 centímetros de largo y tiene filo de un solo lado.

De la información obtenida se extrae que en ninguno de los casos hubo agresión sexual y que las puñaladas tampoco afectaron órganos con esta simbología: no tenían lesiones en los pechos ni en los genitales.

Qué lesiones tenían

Los estudios revelaron que:

• Carmen Marcovecchio (psicóloga) tenía contusiones craneanas, presumiblemente producto de varios puntapiés. Era la que presentaba mayor cantidad de golpes en la cabeza.

Se encontraron más de 20 heridas cortantes y punzocortantes localizadas en la zona de tórax y abdomen anterior. Algunas le lesionaron órganos vitales. En la cara tenía quemaduras de ácido acético.

• Alejandra Carbajales (paciente de la psicóloga): más de 20 heridas cortantes y punzocortantes se hallaron en su cuerpo. Unas 7 de ellas se localizaron en ambos lados del cuello y llegaron a las vías respiratorias.

Murió asfixiada por su propia sangre. Algunos de los puntapiés que recibió en la cara le partieron piezas dentarias. El asesino la roció con ácido acético en los ojos y en el resto de la cara.

En sus manos se encontraron restos de cabello, que no se sabe si pertenecen al asesino o a alguna de las víctimas.Creen que lo más factible es que sean de alguna de las otras mujeres puesto que estaban todas juntas en un lugar muy pequeño, atadas y prácticamente encimadas.

• Mónica García (bioquímica) tenía un disparo a la altura de la sien. Los forenses pudieron extraer el proyectil de calibre 22 para efectuar pericias.

Presentaba contusiones en la cabeza, presumiblemente por patadas. Unas 10 heridas cortantes y punzocortantes se hallaron en su cuerpo. Uno de los cortes le lesionó la arteria aorta. Se encontró también algún corte en la espalda, que habrían ocurrido en un movimiento de defensa.

El ácido acético le ocasionó quemaduras principalmente en la cara, pero también tenía restos en otras partes del cuerpo.

• Ketty de Bilbao (paciente de la bioquímica) tiene dos heridas de arma blanca en el cuello y un disparo en el cuero cabelludo del lado derecho, cerca de la oreja.

Su cuerpo también presenta quemaduras en la cara por el ácido acético. La inhalación de este penetrante producto químico le afectó las vías respiratorias. Es la única sobreviviente de la barbarie.

El matador se lavó las manos antes de huir del laboratorio

CIPOLLETTI (AC).- La hija de Ketty de Bilbao vio cuando el psicópata cerró la puerta del laboratorio con llave, dejando en el interior a las cuatro mujeres agonizantes. Sus manos le parecieron «cuidadas» y no observó ningún rastro de sangre.

Ayer trascendió que tras atacar a la bioquímica, la psicóloga y las dos pacientes, el asesino «se lavó las manos».

Cuando la policía ingresó al lugar había una canilla abierta en un lavabo. Los investigadores deducen que no sólo se limpió allí las manchas provocadas durante los asesinatos sino que bien pudo mojarse las manos para amortiguar el ardor provocado por las eventuales salpicaduras del ácido que pudo sufrir al rociar a sus víctimas.

Poco a poco los peritos siguen levantando más rastros del interior del laboratorio donde ocurrió la masacre.

Presumen que el asesino intimidó a la bioquímica Mónica García, a la psicóloga Carmen Marcovecchio y a la paciente de ésta, Alejandra Carbajales, y que luego empezó a atacarlas.

Toda la brutalidad se desarrolló en la sala de extracción de sangre, un espacio sumamente reducido, de no más de dos metros por tres.

La agresión ya se habría concretado con estas tres mujeres cuando ingresó Bilbao. Por eso las lesiones de arma blanca que recibió no fueron tan importantes. El asesino la acuchilló (tiene dos cortes en el cuello), le disparó en la cabeza y la roció con ácido acético.

Aunque el ensañamiento fue menor, suponen que el matador dio a la mujer por muerta.

El homicida dejó a Bilbao junto a las otras tres mujeres y cerró la puerta de la sala de extracción.

Cuando los vecinos descubrieron la bestialidad a través de una ventana, tuvieron dificultades para entrar porque Bilbao había quedado muy cerca de la puerta y tapaba el acceso.

Todas fueron retiradas lo más rápido posible, tratando de alejarlas del vaho penetrante del ácido acético.

Carbajales no alcanzó ni siquiera a ser subida a una ambulancia porque falleció en el lugar.

La bioquímica murió poco después cuando la operaban, y más tarde falleció Marcovecchio. Bilbao es la única que sobrevivió, y la clave para identificar al autor.


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