“El rugby, una filosofía”
Las instituciones que no honran su pasado son mediocres en su presente e hipotecan su futuro.
Este es un cálido recuerdo al “Negro” Hugo Coronato, que nos enseñó a transitar el camino del maravilloso mundo del rugby sin negociar la filosofía del mismo.
El rugby, como todo deporte, deber ser un medio importante para que el individuo logre y desarrolle su equilibrio físico, mental y espiritual para vivir en armonía con los demás. Así, como parte imprescindible en la educación, debe ser accesible a la mayoría desde los clubes, colegios universidades, municipalidades, sindicatos, parroquias, etc.
El individuo ha de iniciarse en el juego y el deporte formativo y desarrollarse en el competitivo, practicando siempre por decisión propia y alejado de las presiones y conveniencias ajenas a su personalidad e imposiciones del deporte espectáculo. Cuando el ser humano juega debe ser dueño de sí mismo y no empleado de otro que le impone la manera de jugar y además le pone precio. La persona que juega tiene que ser libre para desahogar toda su exuberancia natural y poder desarrollar su capacidad creadora.
“El rugby es iniciativa, bajo pena de no ser rugby”. Jugando rugby el niño y el adolescente desarrollarán su propio juicio, en beneficio del conjunto. Jugando en libertad serán jóvenes que piensan y adultos que sabrán elegir.
El rugby se ha transformado en un deporte que llama la atención. Hay muchos que quieren entrar en su círculo. Es necesario abrirles las puertas y enseñarles, para que con su ayuda logren ser personas respetuosas e inteligentes que sepan decidir y no autómatas acostumbrados a obedecer.
La grandeza del rugby es manifiesta en la amplitud de percepción, en la inteligente decisión y en la velocidad y habilidad con que realizamos el gesto adecuado en el tiempo y espacio frente al problema que nos presenta la defensa adversaria. Es decir dar la solución táctica individual y colectiva (referencial). Esa grandeza no reside en la fuerza que empleamos para aplastar a un adversario. “Con la cabeza de un contrario debajo del brazo nunca haremos un try”, nos decía Jack Bony de Cabaret.
Al mismo tiempo debemos decir que intentar crear un rugby sin roces es como pretender un cuerpo inmune a toda enfermedad y un alma libre del pecado. Pero que esos roces no se transformen en un desborde de animalidades, el rugby debe poseer su propio sistema inmunológico.
A nuestro entender, ese sistema empieza en el nivel infantil con educadores que realicen su actividad con pleno conocimiento de ella y de los niños que tienen a su cargo (comportamientos, medios y objetivos a lograr en cada nivel), para que estos lleguen a la comprensión del juego en un clima de creatividad y libertad. El niño debe crear su propio rugby. Nosotros debemos dotarlo de una gran autonomía motriz y estimular su creación personal, lo cual le permitirá la adaptación a cualquier situación. Adaptar, no copiar, jugadores pensantes, no robots. Educadores que lleven a cabo su tarea brindando muchísimo afecto a sus dirigidos a la vez de impregnarlos de la necesidad de la lucha leal.
Entiéndase rigor, tenacidad para superar y templar el espíritu en ella. El rugby, como la vida, es un juego incómodo. En él, las cosas se obtienen con mucho esfuerzo.
Juan A. “Pato” Pagano
DNI 7.568.797
Las instituciones que no honran su pasado son mediocres en su presente e hipotecan su futuro.
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