El temor a «Lula»

El choque de "los mercados" y "Lula", el político más popular del Brasil, conducirá a una polarización de graves consecuencias.

Aunque es evidente que el candidato a la presidencia brasileña con más posibilidades de triunfar en las elecciones previstas para octubre, Luiz Inácio «Lula» da Silva, ha hecho un gran esfuerzo por convencer al mundo de que a pesar de sus antecedentes izquierdistas se ha transformado en un moderado que nunca pensaría en apartarse del capitalismo moderno, parecería que «los mercados» no le creen, razón por la que el país más importante de América Latina está debatiéndose en medio de una tormenta financiera que, entre otras cosas, ha llevado al índice riesgo país hasta niveles tan altos que ya no tiene acceso al crédito internacional. La reacción de los «especuladores» puede entenderse: tienen buenos motivos para prever que de alcanzar el poder «Lula» tomaría medidas que los perjudicarían. Por lo tanto, han preferido reducir los riesgos así supuestos vendiendo acciones en empresas brasileñas y comprando dólares estadounidenses. Sin embargo, lo que será muy lógico en el caso de un empresario, banquero o inversor particular no lo es en absoluto para el sector privado o los inversores tanto locales como extranjeros en su conjunto, porque la crisis que se las han ingeniado para desatar podría ocasionarles pérdidas decididamente mayores a las que les supondría un eventual gobierno encabezado por «Lula». Es más: el espectáculo brindado por el enfrentamiento de «los mercados» por un lado y, por el otro, el político más popular del país, no podrá sino producir una polarización de consecuencias muy graves debido a la resistencia natural de los brasileños a permitir que su destino sea decidido no por el electorado sino por personajes como George Soros.

A juzgar por sus propias declaraciones, «Lula», lo mismo que muchos dirigentes socialistas europeos, comprende muy bien que en el mundo actual la posibilidad de instrumentar con éxito un programa de gobierno antiliberal es virtualmente nula, de modo que le convendría más convivir con el capital que combatirlo, empresa que de todos modos requeriría una capacidad administrativa que no posee ningún partido político latinoamericano. Asimismo, los representantes del gobierno norteamericano han subrayado que no sienten la más mínima preocupación por el hecho de que a juzgar por las encuestas de opinión «Lula» sea con toda probabilidad el sucesor de Fernando Henrique Cardoso, hombre que, antes de convertirse en presidente del Brasil, también era considerado por algunos un izquierdista peligroso. Creen que de triunfar en las elecciones, «Lula» procurará emular a gobernantes como el español Felipe González, el francés François Mitterrand o, últimamente, el británico Tony Blair. En Europa, la izquierda moderada ha entendido que para todos, salvo los militantes políticos profesionales y algunos intelectuales, los beneficios de oponerse a la economía de mercado serían mínimos mientras que las desventajas serían enormes. De más está decir que si «Lula», el candidato de la izquierda brasileña, se ha propuesto transitar por el mismo camino, sería del interés de «los mercados» ayudarlo.

Es probable que muchos empresarios y financistas, tanto brasileños como extranjeros, quisieran actuar así, pero por depender ellos también de la evolución de los mercados muchos se habrán visto virtualmente obligados a militar en las filas de los que a juicio de los simpatizantes de «Lula» están aprovechando sus recursos económicos en un intento de hundirlo, lo cual, obvio es decirlo, plantea el riesgo de que los jefes del Partido de los Trabajadores, convencidos de que les es inútil tratar de congraciarse con los operadores financieros, finalmente opten por asumir una actitud mucho más agresiva. Así, pues, lo que en algunos casos habría sido nada más que la exteriorización de sus dudas en cuanto a la coherencia de las propuestas de «Lula», casi un pedido de más detalles y una advertencia amable sobre las consecuencias económicas de la vaguedad, podría tener el efecto de empujar al candidato hacia posiciones mucho más radicales. Dicho de otro modo, es como si «los mercados» estuvieran resueltos a transformar a «Lula» en el revolucionario peligrosísimo de sus propias pesadillas, mientras que él mismo quisiera reciclarse en un moderado responsable respetuoso de las reglas de juego del mundo globalizado actual.


Aunque es evidente que el candidato a la presidencia brasileña con más posibilidades de triunfar en las elecciones previstas para octubre, Luiz Inácio "Lula" da Silva, ha hecho un gran esfuerzo por convencer al mundo de que a pesar de sus antecedentes izquierdistas se ha transformado en un moderado que nunca pensaría en apartarse del capitalismo moderno, parecería que "los mercados" no le creen, razón por la que el país más importante de América Latina está debatiéndose en medio de una tormenta financiera que, entre otras cosas, ha llevado al índice riesgo país hasta niveles tan altos que ya no tiene acceso al crédito internacional. La reacción de los "especuladores" puede entenderse: tienen buenos motivos para prever que de alcanzar el poder "Lula" tomaría medidas que los perjudicarían. Por lo tanto, han preferido reducir los riesgos así supuestos vendiendo acciones en empresas brasileñas y comprando dólares estadounidenses. Sin embargo, lo que será muy lógico en el caso de un empresario, banquero o inversor particular no lo es en absoluto para el sector privado o los inversores tanto locales como extranjeros en su conjunto, porque la crisis que se las han ingeniado para desatar podría ocasionarles pérdidas decididamente mayores a las que les supondría un eventual gobierno encabezado por "Lula". Es más: el espectáculo brindado por el enfrentamiento de "los mercados" por un lado y, por el otro, el político más popular del país, no podrá sino producir una polarización de consecuencias muy graves debido a la resistencia natural de los brasileños a permitir que su destino sea decidido no por el electorado sino por personajes como George Soros.

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