El valor de la inteligencia

En términos nominales por lo menos, Apple acaba de convertirse en la empresa más valiosa de la historia al alcanzar una capitalización bursátil de 623.520 millones de dólares, superando el récord anterior que fue anotado por Microsoft en 1999. Aunque si se toma en cuenta la inflación la empresa de Bill Gates sigue conservando esta corona particular, no es inconcebible que la creada por su contemporáneo, el recién fallecido Steve Jobs, logre quitársela. De todos modos, lo llamativo de este asunto es que desde hace más de una década las empresas tecnológicas más exitosas no sólo son mucho más valiosas que las petroleras –en la actualidad la mayor, Exxon Mobil, se cotiza en bolsa a 405.000 millones– sino también que países enteros. Aunque las estadísticas que figuran en los distintos almanaques varían mucho, a lo sumo el producto bruto anual de la Argentina aventaja levemente el valor que los inversores atribuyen a Apple. Que éste sea el caso dista de ser meramente anecdótico. Significa que en el mundo actual los recursos más importantes no son los materiales, como la soja, el crudo, el gas o el hierro, sino los humanos, en primer lugar la inteligencia aplicada. Apple y otras empresas parecidas generan riqueza en cantidades colosales debido al trabajo de científicos, técnicos y diseñadores, no a la suerte geológica que ha favorecido a algunos países, entre ellos la Argentina. Si bien el desarrollo de Estados Unidos resultó ser más fácil merced a la abundancia de recursos naturales, su virtual ausencia no condenó a Suiza o el Japón a la pobreza. Por el contrario, obligó a sus habitantes a aprovechar mejor lo que sí tenían: una cultura de trabajo notable y una preocupación tradicional por la calidad de lo que estaban en condiciones de producir. Convendría que los interesados en dotar al país de una estrategia de desarrollo que se basara en algo más que las perspectivas ante el complejo sojero, el petróleo y gas encontrados en el shale neuquino, la minería y así por el estilo, se preguntaran lo que sería necesario hacer para que, andando el tiempo, la Argentina pudiera ver surgir empresas como Apple o, si se prefiere, la Samsung surcoreana. Para comenzar, serían necesarias ciertas reformas jurídicas que, además de hacer mucho más sencilla la constitución de empresas, sirvieran para proteger los derechos de propiedad y, huelga decirlo, atraer inversiones. Asimismo, ayudaría que los eventuales dueños y sus empleados pudieran vincularse con sus homólogos del resto del mundo, aunque sólo fuera a fin de mantenerse al tanto de los avances más recientes. También sería precisa una mejora sustancial de la calidad del sistema educativo, ya que para una empresa tan exitosa y tan competitiva como Apple es imprescindible la participación de equipos de investigadores y diseñadores óptimamente preparados. En principio, no existe ningún motivo por el cual la Argentina no pudiera servir de plataforma para algo similar pero, es innecesario decirlo, hoy en día parecería fantasioso plantear la posibilidad. Hasta cierto punto los recursos naturales constituyen un colchón. De no haber sido por la soja y un oportuno boom de los commodities –el famoso “viento de cola”–, nos hubiera resultado sumamente difícil recuperarnos del desplome catastrófico del 2001 y el 2002. Pero las ventajas así supuestas son limitadas. Para que una proporción mayor de la población pueda disfrutar de un nivel de vida comparable con el ya considerado normal en los países económicamente avanzados, sería forzoso dejar atrás la etapa actual, una en la que una buena cosecha, combinada con precios altos de ciertos productos primarios en los mercados internacionales, hace la diferencia entre el crecimiento vigoroso y el estancamiento, cuando no una recesión o depresión, para entrar en una en que el progreso depende de la movilización de la inteligencia. ¿Lo entienden los encargados de manejar la economía nacional y los dirigentes opositores más lúcidos? Algunos, tal vez, pero a juzgar por las medidas que ha tomado últimamente el gobierno kirchnerista y los temas que obsesionan a la mayoría de los miembros de nuestra clase política, a pocos les interesa que el país acompañe la revolución que está protagonizada por Apple y otros gigantes tecnológicos que están impulsando cambios mucho más profundos que los imaginados por los ideólogos locales.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.031.695 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Domingo 26 de agosto de 2012


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