El viaje de Aldana en moto por la ruta 40 siguió con una hermosa sorpresa: Catamarca

Aldana no conocía los paisajes de la provincia. Llegó por la mítica 40 y empalmó con la 60 para maravillarse con el camino de Los Seimiles que se mete en la Cordillera de los Andes entre los volcanes más altos, lagunas congeladas, cerros de mil colores, valles y caminos nevados. "Finalmente, cuando mis ojos vieron lo que nunca habían visto, mi corazón sintió lo que nunca había sentido", la cita con la que describe esta mágica etapa.

Para los que no leyeron las notas anteriores, mi nombre es Aldana, tengo 41 años y vivo en Villa Gesell. Mi pasión más grande en esta vida es viajar. El 8 de abril salí a recorrer el Norte en moto, llevo más de dos meses de viaje y 8000 km recorridos. En esta ocasión les voy a hablar de mi paso por Catamarca y de un rincón de esta provincia que me impactó. Primer día, 285 km: desde Fiambalá a La Gruta y de ahí a hacer noche en el único hotel del camino.
Segundo día, 230 km; desde el hotel al Balcón de Pissis y de ahí a Fiambalá.

Un alto en la ruta para Aldana. Foto: Por la Tierra y el Mar


Realmente no se por donde empezar, ví y sentí tanto en este lugar que mis palabras y las fotos no van a alcanzar para contar todo. Es un escenario sin igual para los amantes de la fotografía.

Los colores de Catamarca. Foto: Por la Tierra y el Mar

En este viaje es la primera vez que visité Catamarca y la verdad es que no deja de sorprenderme, tiene muchísima belleza escondida.

Preparé todo lo necesario, pasé a cargar nafta y un bidón extra de 10 litros, y salí por la ruta 60 rumbo al Camino de Los Seismiles, llamado así porque recorre parte de la Cordillera de Los Andes entre los volcanes de mayor altura del planeta, muchos de ellos superan los 6000 msnm.

El recorrido va desde Fiambalá al Paso San Francisco.

Los colores de Catamarca II. Foto: Por la Tierra y el Mar.

Preparen todos los sentidos cuando recorran esta ruta, porque hace que se sientan cosas que nunca van a sentir con otros paisajes. Valles amarillos, quebradas rojizas, cerros de los colores que quieran, picos nevados, salares, volcanes, vicuñas por todos lados.

De los 1570 msnm en Fiambalá se llega a unos 3400 msnm en el Cazadero Grande y a 4100 msnm en La Gruta.
El recorrido te lleva por el Valle de Chaschuil, por el paraje Loro Huasi dónde se sube una cuesta sinuosa y arcillosa. Luego por El Algarrobal, llamado así por los pequeños algarrobos que hay en la zona.

Aldana en el camino de Los Seismiles. Foto: Por la Tierra y el Mar

Unos km después de Fiambalá se encuentra el Cañón del Indio, se puede ingresar un tramo con vehículo y el resto es a pie, al final del trayecto se encuentran dos formaciones rocosas que parecen caras de indios mirándose. Yo no llegué, caminé un tramo y creí que se me haría tarde para terminar el recorrido, así que me fuí, creyendo que al día siguiente, después de hacer el Balcón de Pissis podría completarlo. Pero este trayecto me llevó mucho más tiempo del imaginado.

Cuando el paisaje se funde con la ruta 60. Foto: Por la Tierra y el Mar


Después de recorrer unos 40 km me adentré en la Quebrada La Angostura, dónde detras de cada curva descubrí colores diferentes, rojo, ocre, naranja, negro, gris. Donde me dejé llevar por el vaivén del camino y disfrutando del río que acompaña encajonado entre ásperas paredes de piedras.
Al salir de la quebrada la ruta se vuelve casi recta pero no menos bella.


En el km 100 aprox. se encuentra el único lugar para dormir en los 200 km de recorrido (ahí hice noche a mi regreso), un hotel en el medio de la nada.


Y en el km 122 comienzan Los Seismiles, dónde se encuentran picos como el Volcán Pissis (6792 msnm), el Ojos del Salado (6864 msnm) que es el segundo pico más alto de la Cordillera de Los Andes después del Aconcagua (6962 msnm); el Incahuasi (6621 msnm) entre otros.

Más paisajes inolvidables en la ruta 60. Foto: Por la Tierra y el Mar


Durante todo el trayecto hay, si no conté mal, cinco refugios de montaña que sirven de resguardo para sorpresivas tormentas o cualquier emergencia.

Unos 21 km antes del Paso San Francisco se encuentra el paraje La Gruta, dónde hay un campamento de Vialidad Nacional y la oficina de Migraciones.

Lagunas de altura. Foto: Por la Tierra y el Mar

Hasta ahí llegué, no me dejaron cruzar por el covid. Pero uno de los gendarmes vió mi desilusión al no poder pasar que se acercó y me indicó un camino de ripio que casi no se veía, unos metros más adelante regresando hacía Fiambalá. Hacia allá fui y al llegar me encontré con un paisaje mágico y con una vista directa a tres de los picos importantes de esta ruta: El Incahuasi, El Muerto y el San Francisco.

Ahí fue dónde descansé un rato, tomé unos mates, comí algo y comencé el regreso hacia el hotel y a descansar. Al día siguiente me esperaba el camino hacia el Balcón de Pissis.



Me desperté feliz por todo lo que había recorrido el día anterior y ansiosa por el camino que hoy me tocaba recorrer. 130 km de ripio ida y vuelta hasta el Balcón de Pissis. Me imaginé muchas cosas de este recorrido pero nunca lo que realmente viví y sentí en esa inmensidad solitaria y silenciosa.

Si el día anterior había visto cosas que me dejaron con la boca abierta, después de este recorrido voy a mencionar está frase que aplica perfectamente: «Finalmente, cuando mis ojos vieron lo que nunca habían visto, mi corazón sintió lo que nunca había sentido»

Salí del hotel y unos 10 km volviendo hacia el lado de Fiambalá, está el cartel que dice: Volcán de Pissis 90 km, al balcón son menos.

Foto: Por la Tierra y el Mar


Doblé y una vez más me tiré de cabeza a la aventura. Hice menos de 50 mts y había un cartel con advertencias al conductor (lo subo entre las fotos). Al leerlo, recordé que el día anterior uno de los gendarmes me había dicho que era un camino para hacer sólo en 4×4, pero como dije en una de mis historias, no me di cuenta de decirle que yo ando en una 4×150 que se banca todo, la peque. Así que puse primera y avancé, yo no me iba a quedar con las ganas de al menos intentarlo.

Durante el primer tramo el ripio es bastante grande y un poco de serrucho, más adelante comienza la trepada de las bruscas pendientes, camino de cornisa, acumulaciones de arena y las infaltables curvas y contracurvas, pero un paisaje que te hace emocionar hasta el alma.

Literalmente ingresás al interior de una cadena montañosa majestuosa, pasás a ser parte de ella. Una vez que llegué a la cima, esas acumulaciones de nieve que veía desde abajo, las tenía a mi lado. Después de ésto me encontré con un valle a 4200 msnm que alberga la laguna Los Aparejos, que estaba congelada y así y todo era bellísima, no podía ni imaginar los colores que debe tener en verano.

Foto: Por la Tierra y el Mar

Seguí avanzando y tras una nueva subida superando los 4700 msnm alcancé a ver la Laguna Azul, el Volcán Pissis y el Ojos del Salado detrás. Sabía que estaba muy cerca del balcón. Pero al acercarme cada vez más, me di cuenta que no iba a poder llegar, la nieve tapaba el paso. Camino a la laguna terminé de hacer todo terreno a la moto y la metí en la nieve, la sensación fue similar a andar en arena.

Intenté avanzar pero las acumulaciones de nieve eran cada vez más grandes y recordé lo que decía el cartel al inicio del recorrido. Sabía que estaba 65 km dentro de la montaña, absolutamente sola y sin haber cruzado a nadie en el camino, con un frío terrible que se filtraba por la ropa a las 14 hs, y a unos 4600 mts de altura. Entonces me dije a mi misma: Loca pero no tonta! Y comencé el descenso, faltándome menos de 4 km para llegar al balcón.

Nieve en el camino. Foto: Por la Tierra y el Mar

Pero vi tanto, sentí y me emocione tanto que bajé más que feliz, y recordé que en algún lado había leído que al final de ese trayecto hay una placa en honor a un alpinista que falleció ahí, que tiene la frase: «Más vale vivir un día como león, que la vida entera como ratón»

Viajé por varios países, y aún sigo diciendo que Argentina es el país más hermoso del planeta.

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