El volantazo del gobierno de Arabela


La provincia dudó unos días antes de aplicar restricciones en Bariloche, donde se concentra el 60% de los contagios de coronavirus de todo el territorio.


Créanme, soy el más federal de los porteños”, decía el presidente Alberto Fernández hasta que decidió conceder con su discurso la pelea que le ofrecía el intendente de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, por la presencialidad en las escuelas. Este absurdo enfrentamiento en medio de una pandemia que mata más y mejor que en la primera ola concentra los esfuerzos del Estado nacional y, en el caso particular de Río Negro, complica el margen de maniobra de la gobernadora Arabela Carreras, que esperó demasiado para frenar la circulación de gente en Bariloche y Dina Huapi, donde hay más contagios que en todo el resto de las ciudades de la provincia sumadas.

La politóloga neuquina María Esperanza Casullo escribió la semana pasada sobre la reducción que llevó a la política a mencionar a la capital federal del país como “la ciudad” y a Buenos Aires como “la provincia”.

Habló Casullo de la “asimetría tremenda que sufren los habitantes de las ciudades y provincias que no son ni la ciudad ni la provincia para que alguien vea y resuelva sus problemas. Una inundación en ‘la ciudad’ es automáticamente una emergencia para todo el cuerpo nacional; un incendio en El Bolsón, no”.

“Pluralizar la discusión no es sólo necesario en términos ideológicos o partidarios -continúa en su newsletter ‘Populistas somos todos’-, sino también regionales. Nos estamos perdiendo gran parte de lo bueno que sucede en nuestro país, que es inmenso”.

El presidente le extendió a esa región que llaman AMBA las restricciones hasta el 21 de mayo. La gobernadora rionegrina tiene todo listo para extender también las medidas en un área sin nombre que conforman Bariloche y Dina Huapi. Esas medidas ya le permiten al hospital Ramón Carrillo ver un sendero de caída en los contagios. “Dimos el volantazo a tiempo”, se ufanan en el ministerio de Salud. Primero probaron con un recorte tibio pero como los contagios no cedían, debieron interrumpir las clases presenciales, que es el eje en la superficie de una pelea entre Fernández y Rodríguez Larreta que esconde una elección mutua del enemigo.


La influencia de una pelea ajena, la que se libra en ese territorio llamado AMBA, y su amplificación desmesurada condicionaron a la gobernadora.


Para Juntos Somos Río Negro esta polarización es fatal para sus intereses electorales más cercanos. El armado de Juntos por el Cambio (el adjetivo que comparten es una calamidad para diferenciarlos) es más complejo porque uno de los socios, la UCR, quedó conducido después de las internas por el sector más resistente a mantener la alianza con el macrismo.

La unción del exintendente de Cipolletti Aníbal Tortoriello como candidato a diputado nacional que hizo la presidenta de Pro, Patricia Bullrich, despabiló a varios dirigentes macristas que viven de tal modo el mundo de las redes sociales que terminan creyendo sus propias construcciones de la realidad.

Por el contrario, la confianza de Alberto Weretilneck se ancla más en el territorio que en la red. Y es grande. Tanta que está convencido de que basta su espalda para llevar en andas al candidato de Juntos Somos Río Negro y colocarlo en la Cámara de Diputados de la Nación.

Claro que, ya se dijo, el candidato debe tener un discurso más cercano a la lógica económica liberal que al peronismo. El que encaja en ese perfil como si su nombre fuera un resumen de los criterios de búsqueda es Agustín Domingo, exministro de Economía de la provincia.

En el barrio de Bariloche donde vive puede hacer las compras sin ser reconocido; en el resto de la provincia ese anonimato es aún mayor. Pero el senador y líder espiritual del Juntos rionegrino es capaz de tenerlo un par de semanas bajo adiestramiento y luego sacarlo al ruedo transformado en candidato.

Hace años que el kirchnerismo gana las elecciones nacionales (presidenciales y legislativas) en Río Negro. El primero fue Julio Arriaga, en 2005, con el 43% de los votos. Weretilneck está convencido de que le puede arrebatar el segundo lugar al macrismo en una elección que no tiene espacio para un tercero.


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