Emergencias cíclicas

Editorial

Las inclemencias climáticas y los trastornos derivados del manejo de los recursos hídricos en la región volvieron a mostrar enormes falencias de previsión y articulación entre los distintos niveles del Estado, cuyos principales perjudicados son siempre los sectores más vulnerables de la sociedad.

En estos días parece haber menguado el alerta generado por el inusual crecimiento del caudal de los ríos de la región, que si bien afortunadamente provocaron trastornos menores, tuvieron en vilo a cientos de pobladores de las zonas ribereñas de Río Negro y Neuquén.

Debido a una mayor demanda de generación de energía, que en el periodo invernal es abastecida principalmente por las hidroeléctricas debido a que el gas se destina en buena medida a uso domiciliario, las principales represas de la región comenzaron a erogar importantes caudales que elevaron repentinamente los niveles de los ríos Neuquén, Limay y Negro. Inmediatamente se declaró en alerta a zonas de Neuquén, Centenario, Vista Alegre, Cinco Saltos, Cipolletti y General Roca por la posibilidad de inundaciones en algunos barrios. Si bien en un principio se creyó que las evacuaciones podrían superar las 600 familias, finalmente la erogación no llegó a los máximos permitidos y los trastornos se redujeron a unas pocas viviendas y algunos caminos y chacras cercanos a las zonas ribereñas, además de elevación de las napas. Las distintas delegaciones de Defensa Civil, avisadas con anticipación por la Autoridad Interjursidiccional de Cuencas (AIC) implementaron operativos de asistencia que funcionaron razonablemente bien. De todos modos, no se descartan nuevas crecidas, debido a que las represas podrían realizar más erogaciones extraordinarias.

El alerta demostró una vez más la falta de planificación y ordenamiento en el desarrollo urbano en nuestras ciudades, y el incumplimiento de las normas que prohíben y limitan la construcción dentro de las líneas de ribera, vías de evacuación de crecidas y en zonas de riesgo hídrico, que debieran estar claramente delimitadas y hechas respetar por la AIC, provincias y municipios.

Desde de la última gran inundación en la zona, en el 2006, se han creado o ampliado asentamientos, la mayoría precarios de familias muy humildes, ganándoles espacio a los cauces de los ríos durante los ciclos de sequía y a menudo transgrediendo las defensas. Muchos de los pobladores que recibieron aviso de evacuación ignoraban que estuvieran en zonas inundables, ya que la información que se brinda es parcial, desarticulada y a menudo no es tomada debidamente en cuenta por quienes deciden, planifican y deben aplicar las normas. Proliferan las tomas, pero también sectores de mayores recursos urbanizan lugares que debieran permanecer libres. Se avanza sobre los ríos, se tapan y entuban canales sin control. Se han denunciado basurales, destrucción de obras de estabilización de márgenes y el bloqueo de cauces de ríos por parte de chacras y emprendimientos inmobiliarios, ante la inacción de las autoridades.

Otra falta de previsión que quedó al descubierto en estos días es la deficiente provisión de garrafas sociales y otros combustibles a los sectores más pobres en medio de la ola de frío que afectó a la región. Una investigación de este diario reveló el viernes la odisea que deben atravesar miles de familias neuquinas, que deben gastar para calefaccionarse hasta cuatro veces más que quienes están conectados a la red de gas. Sobreprecios y falta de envases por enredos judiciales y demoras administrativas agravan los padecimientos de las familias de menores recursos.

El frío intenso y la crecida de los ríos no son situaciones excepcionales en los inviernos de la zona norte de la Patagonia, por más que en algunos años la intensidad y alcances puedan ser mayores al promedio. Sin embargo, el crecimiento desigual y no planificado de nuestras zonas urbanas y la falta de políticas consistentes hacen que estas emergencias cíclicas, que podrían evitarse, produzcan serias consecuencias sociales, económicas y ambientales para nuestras ciudades.

Editorial


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