En Bariloche, apuestan para potenciar la recolección de rosa mosqueta

Hoy su principal problema es la falta de cosecha, por diversos motivos. Sin embargo, podría volver a ser un producto de exportación.

Apuestan para potenciar la recolección de rosa mosqueta

En algún tiempo no muy lejano, Bariloche logró exportar aceite de rosa mosqueta a Corea. Apenas dos años atrás. Desde entonces, la situación de la producción vinculada a este fruto se recrudeció pero no por falta de demanda.

En Ámbar, una empresa familiar que produce aceite de rosa mosqueta y productos derivados desde hace 14 años en Bariloche, reconocen que hoy la principal problemática es la falta de cosecha. “Hay un solo proveedor con certificación orgánica en Cholila; el resto son pequeños productores y no se consigue volumen. Necesitás muchas cantidades para producir: para sacar un litro de rosa mosqueta, por ejemplo, necesitamos 33 kilos de semillas secas. Serían 150 kilos de fruto fresco”, detalló Miriam Arenas, una de las socias.

Explicó que “el único proveedor cuenta con dos plantas de secado pero un alemán acaba de comprar la producción por adelantado; de modo que no quedó nada para la producción interna”. “A esto se suma que el valor es a precio dólar porque conviene vender afuera. A nosotros nos sube mucho el costo y hace que el valor del producto se duplique o triplique”.

El docente e investigador de la Universidad Nacional de Río Negro, Juan Martín Quiroga, integró un proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Nación para analizar los sectores productivos, sus necesidades y las posibles soluciones tecnológicas, entre 2015 y marzo de este año.

Su proyecto Idear (Innovación y diseño experimental aplicado a la rosa mosqueta) ya fue presentado en el Programa Universidades Agregando Valor 2018, de la Secretaría de Políticas Universitarias.

El bajo volumen de recolección en contraposición a la alta demanda insatisfecha a nivel mundial de productos derivados de este fruto es el eje del proyecto. “Hay una contradicción: es considerada como una planta invasora que hay que eliminar y, por otro lado, es una oportunidad para generar ingresos extras vinculados a la recolección”, explicó el investigador del Centro de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo.

“El problema -agregó- es que los recolectores no son propietarios de la tierra y no hay tecnología desarrollada para la recolección. Al momento de comercializar lo que recolectan no tienen el poder de negociación que tendrían en caso de estar agrupados”.

El proyecto apuesta a integrar alumnos de diversas disciplinas para resolver estos problemas concretos. Por un lado, se intentan desarrollar herramientas de recolección (ya sean manuales o mecánicas) a través de la carrera de Diseño Industrial que se dicta en el Alto Valle; mientras que desde la carrera de Administración de la sede Andina, se intenta concientizar sobre la importancia de poner en marcha estrategias de asociatividad entre los recolectores.

“Hoy el proceso de recolección es muy precario. Se realiza en otoño, eventualmente invierno cuando empieza a llover o a hacer frío. Y tiene muchas espinas. Pero vemos una oportunidad gigante. En un contexto de dificultades económicas como el que atravesamos, esto puede ser una fuente de ingreso”, indicó Quiroga.

¿De dónde viene la rosa mosqueta?

La rosa mosqueta es originaria de Europa del este. También se cultiva en Chile, que cuenta con un volumen de producción que lo posiciona en los primeros puestos a nivel mundial.

Argentina se encuentra en el quinto o sexto lugar de producción, indicó Quiroga, aunque muy por debajo en volumen y con mucho recurso desaprovechado. La rosa mosqueta crece en campos privados, tierras fiscales o bien dentro del parque nacional. “La problemática no es social o tecnológica sino sociotécnica”, describió el investigador de la Universidad Nacional de Río Negro.


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