Lecturas: “Los catorce cuadernos”

En esta oportunidad, repasamos la primera novela de Juan Sklar, uno de los autores de la “nueva generación” que más elogios recopiló de sus colegas. Un viaje, ocho personas, sexo y muchas discusiones, los ejes de una historia que nos lleva a la introspección.

¿Crónica de viaje? ¿Relato coming-of-age? ¿Novela con un fuerte componente erótico? Una de las primeras sensaciones que genera la lectura de “Los catorce cuadernos”, de Juan Sklar, es la dificultad para encasillarlo en alguna especie de categoría o género. Cualquiera de esas etiquetas podría funcionar por separado y, sin duda alguna, también pueden ser utilizadas en conjunto para describir lo que nos encontramos a lo largo de las 176 páginas editadas por Emecé.


Comencemos desde los cimientos. “Los catorce cuadernos” es la historia de un guionista de televisión que tiene que trabajar durante el verano en Buenos Aires. Es así que, junto a otras 7 personas, deciden alquilar una casa en el Tigre. A partir de allí, es una crónica de cómo el narrador se enamora de la persona equivocada y comienza a replantearse todo su concepto de amor, sexo y otros tipos de relaciones.

El personaje principal, que a veces es tal y muchas otras parece ser el mismísimo escritor, va modificando a lo largo del relato su concepción de lo que es -o debiera ser- la familia; pero sobre todo de la soledad y sus claroscuros. Y lo hace a partir de sus charlas con los otros presentes en el Delta, algunos amigos, otros desconocidos.

Es la primera novela de Juan Sklar, un escritor ampliamente avalado por sus colegas como uno de los más brillantes de los últimos años. Allí comienzan a advertirse algunas características que serán típicas en sus próximos proyectos literarios: la aparición del sexo como elemento fundamental de la historia, con una narración cruda e impúdica; la experimentación con las drogas como articuladora de relaciones humanas; y el enfoque en el pasado familiar como origen de los traumas. El relato apunta sobre todo a quienes atraviesan los 30, pero puede hacerse extensivo a cualquier lector. Sin demasiados enredos, pero dejando claro que su prosa es distintiva, Sklar lleva una historia que parece simple a un entramado de charlas, calenturas, tensión, celos y reproches que tiene su punto de ebullición en pleno verano bonaerense.

Quienes conocen el Tigre podrán identificar las particularidades del lugar en el relato de Sklar, pero quienes no han tenido la chance de visitarlo, pueden recorrerlo en cada descripción certera del autor. Lo mismo ocurre con el estado de ánimo del personaje principal, sumido a veces en una depresión pasajera, sin saber bien qué rumbo tomar; arrastrándonos a esa sensación de indecisión.


Sin embargo, si hay una característica que define la historia del protagonista es el deseo sexual. Porque es su leitmotiv, lo que conduce a todas y cada una de sus reflexiones y decisiones. Desde la masturbación en soledad al encuentro pasajero con alguna de las visitantes en el Delta, Sklar lleva a su narrador a descubrir que el sexo para él representa nada más y nada menos que un círculo vicioso, pero uno que cada vez lo lleva más al vacío.

Hay un juego constante entre la identidad del narrador y su similitud con el escritor. De hecho, Sklar hace gala de ello en varias oportunidades. Al respecto, y durante su charla en RN Radio allá por junio del 2021, aseguró que “en el disfrute del libro entiendo que esté la pregunta, que te de algo de morbo o curiosidad. Ahora, ¿cuánto va a colaborar al disfrute del libro que yo te responda esto? Te lo va a arruinar, no necesitás saberlo”.

Otro mérito para el autor pasa por la construcción del protagonista. Desde el vamos genera cierto rechazo: es machista, bruto y no logra despertar empatía en el lector. Y aún así, de alguna forma, consigue que hacia el final del relato nuestro deseo sea que encuentre aquello que está buscando y que podría completarlo. Para llegar a eso, primero tendremos que conocer su construcción familiar, sus éxitos y sus fracasos, y su dificultad para edificar una relación estable en cualquiera de los ámbitos.


¿Cuál es el conflicto en esta aventura de treintañeros? El primero y más identificable es el paso del tiempo. Con el, se debate también sobre la necesidad establecida en la sociedad de armar una familia, tener un trabajo estable y llevar adelante un proyecto de vida a esa altura.

Sin embargo, la novela también deja la sensación de tocar el tema de la disconformidad. Disconformidad de un escritor con amplio bagaje filosófico que debe trabajar como guionista para un programa infantil. Disconformidad de un hombre que tiene sexo frecuentemente pero no logra construir una relación a su medida. Disconformidad de un hijo que ve en sus padres a dos figuras ejemplares por separado, pero que jamás pudo ver a la familia como un ensamble sano. Y por último, disconformidad de un inconformista constante, que se muestra escéptico ante todo pero debe recurrir a una guía esotérica para tratar de encontrarle un rumbo a su vida.

“Los catorce cuadernos” es una historia fácil de leer. No por limitaciones del autor, sino más bien lo contrario. Es una historia que nos lleva de la risa a la introspección, de lo cómico a lo oscuro. Y es también una reflexión sobre las crisis existenciales.


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