En horas decisivas

El Presidente Néstor Kirchner tuvo mucho tiempo disponible en los últimos días para reflexionar en Olivos sobre el margen que le queda para solucionar problemas muy complejos que se le están acumulando a su administración. Uno de ellos es el pago de la deuda, de inminente resolución no porque el FMI le respire en la nuca al Gobierno, sino porque será de un impacto profundo para el futuro del país.

Mientras Kirchner se preparó durante toda la semana para discutir con Roberto Lavagna y «sintetizar» a su gusto y paladar la nueva oferta a los tenedores de bonos que se dará a conocer de modo verbal esta semana, la ausencia del ministro, quien finalmente viajó representando al Presidente a la cumbre de Guadalajara, no le restó actividad a los técnicos del ministerio de Economía.

Así, el décimo piso del Palacio de Hacienda se convirtió en estos días en una gigantesca «mesa de arena» computarizada y cargada de simulaciones que, al comando del subsecretario de Finanzas, Sebastián Palla, buscó definir con los bancos coordinadores todos los escenarios alternativos posibles, sin apartarse de los componentes enunciados en Dubai (bono par, bono con descuento, cupón atado al PBI).

Se pudo establecer que la ambigüedad deliberada de aquella primera oferta dio el margen suficiente para armar una ingeniería financiera que contempla una combinación de bonos que, con plazos y tasas convenientemente alineados, se promete que acercarán el valor nominal y el valor presente neto de tal forma, que se verificará finalmente una quita efectiva de 75 por ciento. De esta manera, quedará intacta la pretensión presidencial de no retroceder ni un ápice de ese escalón y se especula que, por ello, Kirchner deberá bendecir finalmente la propuesta. Otras versiones indican que habría una baja en la quita hasta el 65%.

Para terminar de redondear la propuesta también podrían reconocerse los intereses postdefault. Este punto, que había sido dejado deliberadamente en el limbo por las autoridades económicas, salió a la luz en la semana por una infidencia que deslizó el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien hoy no parece ser uno de los personajes más populares en el Palacio de Hacienda.

Enojado, el propio Lavagna, la misma tarde de la declaración de Fernández, dijo por radio que «algunos hablan por hablar» y que en estos temas tan delicados su ministerio habla por comunicados escritos. Igualmente, con los intereses totales o parciales sobre la mesa, quienes están cerca del nuevo menú están seguros de que «ésta no será una oferta que vaya a entusiasmar a los acreedores». Y se refieren con ánimo muy pesimista al caso de las AFJP: «va a ser una tragedia, un trago difícil para 9 millones de argentinos», anticipan. Este será un punto en el que deberá terciar necesariamente Néstor Kirchner, para que no le pase otra vez lo que ya le pasó con la crisis de seguridad y con la crisis energética.

(DyN)

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