En San Martín la pasión por el polo se vive entre bosques y montañas
Este deporte con más de dos mil años de antigüedad tiene una temporada muy marcada. En estos días, crece el entusiasmo y entrega lo mejor para jugadores apasionados amateurs.
En el Secreto de sus Ojos, la película de Juan José Campanella, Pablo (Guillermo Francella) le explica a Benjamín (Ricardo Darín) que una persona puede cambiar todo: su cara, su casa, su novia, su religión, pero hay una cosa que no puede: «no puede cambiar de pasión». Eso sienten por el polo y los caballos casi una docena de amigos, en San Martín de los Andes. Cuando pueden coincidir se juntan en El Desafío Resort a disfrutar de una tarde de “taqueos” y corridas sobre sus corceles a pura adrenalina y destrezas con el mejor paisaje de fondo.
El encuentro era a las cuatro de la tarde, la hora en que los petiseros comienzan a traer los caballos. Si bien el match (juego) comienza religiosamente a las cinco, un tiempo antes están los preparativos, vendajes, colocación de protecciones, las charlas, entre algún que otro mate y el “calentamiento” de jinetes, yeguas, y caballos.
El lugar, a unos kilómetros de la ciudad, es un resort de montaña con canchas de golf y polo de nivel superior. El predio fue noticia nacional al ser elegido por el Muñeco Gallardo, para hacer la pretemporada con River Plate. En el verano pre-pandemia, los medios del país mostraron al equipo de fútbol entrenar rodeados de bosques de pinos y montañas.
Los petiseros llegan con los caballos en una simbiosis notoria entre hombres y bestias, en donde el amor y el cuidado hacia los animales obliga a retratarlos con enorme respeto, y admiración.
Hay petiseros simpáticos y de los otros. Charladores y de los otros. Todos hombres amables y respetuosos con la gente y sobre todo con los animales. Ellos son la herramienta fundamental para que los jinetes puedan disfrutar de las virtudes de los caballos en la cancha.
Entre tacos, bochas, tablas y mimbres la cancha de 270 por 150 metros se destaca por su verde puro. La superficie de gran equilibrio roza la perfección, y se destaca por su calidad de primer nivel para la práctica del deporte.
En el heterogéneo grupo de amigos, jinetes de gran destreza mayormente residentes en la ciudad, conviven personas de distintas edades, profesiones y oficios. Se destaca la participación de un adolescente recién llegado a esta etapa de vida: Lolo. Con su papá Tomás, en algunos partidos juegan juntos y otros en contra, pero los que saben dicen que Lolo, promete ser un polista de los notables.
El juego está dividido por cuatro, cinco o seis chukkers (tiempos), cada uno de siete minutos de duración. Es un espectáculo colorido en el que aparecen la pasión y las destrezas de los jinetes. Pero lo admirable e impactante es la fuerza natural de los caballos que pueden correr los casi trescientos metros en apenas un puñado de segundos, algo extraordinario para ver.
Mas allá de la amistad, la pasión por el deporte que los convoca los lleva a jugar con enorme entrega y por momentos vehemencia, aunque siempre con el cuidado por la seguridad personal y del contrincante. Fuera de la cancha, los relajados espectadores presencian jugadas llenas de vértigo y de gran espectacularidad. Las comentan y disfrutan al final del match con un brindis refrescante, entre anécdotas y risas.
Aquí, en la Patagonia, este deporte con más de dos mil años de antigüedad tiene una temporada muy marcada. En estos días, crece el entusiasmo y entrega lo mejor para jugadores apasionados amateurs.
La actividad arranca a mediados de octubre, mes en el que se aprovecha para ir forjando a los nuevos caballos y se juegan juegan partidos de practica para prepararse para los torneos que arrancan a principios de enero, y febrero. La Copa Desafío, La Copa la Rural (como cierre de la Exposición Rural de Neuquén) y también la Copa del Circuito Patagónico, que se juega en todos el país, son algunos de los eventos más importantes. Mas info: https://www.prensapolo.com/single-post/mapa-de-polo-en-argentina-neuquen
Cuando termina el día, los petiseros vuelven al encuentro con los animales y comienzan a quitar monturas, riendas y vendajes. Colocan las mantas sobre los lomos para llevarlos a sus caballerizas en busca del merecido descanso después de una jornada de entrega que asombró a los privilegiados observadores.
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