Esa vieja pesadilla francesa: la decadencia 27-01-04

Por Jamey Keaten

Es un lamento de años: la grandeza francesa está desvaneciéndose.

Esta vez no es la crítica de los estadounidenses por la negativa francesa a apoyar la invasión de Irak. Son los mismos intelectuales franceses los que producen un libro tras otro sugiriendo que el país enfrenta una decadencia económica y política.

Mencionan un sinfín de señales de advertencia: el déficit elevado, un desempleo incontenible, el estancamiento del crecimiento económico, los reveses diplomáticos. Se preocupan por la creciente minoría musulmana en Francia y el resurgimiento de los ataques a la minoría judía. Incluso la mortífera ola de calor del verano alimentó el malestar.

Al ser consultado sobre el tema por la televisión, el presidente Jacques Chirac intentó levantar la moral de la población.

«Me sorprende ver cómo en momentos de pocos problemas este movimiento resurge con tanta intensidad», sostuvo Chirac. «Podemos superar todas las dificultades».

Medir la «decadencia» está lejos de ser una ciencia exacta. Por cada estadística negativa y desalentadora, otras indican que Francia no está tan mal.

Su sistema de salud es aclamado ampliamente, y sus servicios militar y de inteligencia están desempeñando un papel importante en la guerra contra el terrorismo.

La Francia actual es más que los famosos baguettes, boinas, castillos y vino: es una potencia nuclear y una de las cinco economías más grandes del mundo. En el país se fabrican los aviones Airbus y trenes de pasajeros que se desplazan a una velocidad de casi 300 kilómetros por hora.

Mucho antes de que todo el mundo tuviera acceso a la Internet, el sistema Minitel brindaba al promedio de los hogares franceses un acceso casi ilimitado: desde números de teléfonos y direcciones hasta información sobre escuelas y cuentas bancarias.

Y a pesar de la periódica indignación con el imperialismo lingüístico del inglés, 129 millones de personas en todo el planeta hablan francés.

Al recorrer las librerías y divisar los títulos que aluden a la arrogancia francesa, la decadencia y el desorden, uno podría bien pensar que no hay nada bueno que destacar sobre la bella Francia.

El libro más vendido es «La France Qui Tombe» (Francia se desploma), una crítica mordaz del abogado y economista Nicolas Bavarez.

En su publicación, subtitulada «Informe clínico sobre la decadencia francesa», Bavarez sostiene que la ética del trabajo francés se ha debilitado, los mejores científicos y empresarios se están yendo del país, los franceses poseen muy pocas computadoras domésticas y se muestran muy proclives a declararse en huelga ante el primer ajuste de cinturón que sienten.

Atrapada en la rigidez burocrática, Francia no ha liberado su economía y se está convirtiendo en un «desierto industrial y empresarial», escribió Bavarez.

Para ello cita estadísticas según las cuales la creación de nuevos negocios ha caído un 2% anual desde los últimos años de la década de 1980, y que en el 2002 el país de 60 millones de habitantes tuvo más quiebras que Estados Unidos.

El descontento expresado por Bavarez no sólo es económico. Los problemas son también sociales.

La crisis de confianza se incrementó en agosto, cuando casi 15.000 personas murieron por la ola de calor, de acuerdo con estadísticas oficiales. Muchos responsabilizaron la incapacidad del gobierno para hacer frente a la grave situación.

El crecimiento de la minoría musulmana y el asombroso triunfo del partido ultranacionalista de Jean-Marie Le Pen -opuesto a los inmigrantes- en las elecciones presidenciales del 2002 desalentó aún más a numerosos franceses.

Francia, país con un 90% de población católica, posee la mayor comunidad de musulmanes y de judíos de toda Europa occidental, y enfrenta problemas con ambas.

Numerosos libros abordan el incremento de la militancia islámica en Francia, mientras Alain Finkielkraut, un conocido estudioso judío francés, explora los temores de los 600.000 judíos del país que se sienten asediados por el resurgimiento de la violencia antisemita y la hostilidad intelectual.

La economía francesa no es la única que enfrenta dificultades en Europa. Alemania tiene problemas similares.

El canciller Gerhard Schröder está impulsando reformas enérgicas en el sistema de bienestar social para revivir la economía alemana, la más importante de Europa.

El gobierno francés también sostiene que está reacomodando su economía, fortaleciendo la creación de empleos a través de recortes de impuestos, entre otras medidas.

Pero de acuerdo con una encuesta de la revista «Paris Match», el 59% de los franceses anticipa que la situación económica empeorará y sólo un 18% avizora mejoras. (AP)


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