Escuchen bien: hoy es el Día de la Radio

Se celebra un nuevo aniversario del acontecimiento que ha logrado doblar airosamente el codo de su primera centuria. Repasamos el surgimiento de la considerada primera transmisión radial del mundo, en la voz de “Los locos de la azotea”.

El 27 de agosto de 1920 se realizó desde el Teatro Coliseo de Buenos Aires una audición laureada como “la primera transmisión radial del mundo”, suceso que ha dado origen a la celebración que nuclea a toda la gente de la radiodifusión.


El responsable de la transmisión fue el médico, profesor de violín y canto, licenciado en química y física, radioaficionado y locutor de radio, Enrique Telémaco Susini, quien un año antes de aquella jornada había estado en Francia, interesado por los equipos transmisores utilizados por el ejército francés para las comunicaciones entre los frentes durante la Primera Guerra Mundial. De ese material, Susini trajo a Buenos Aires algunas válvulas Pathé, con las que armó un precario pero eficiente equipo.

Enrique Susini, junto a César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, formó LOR Sociedad Radio Argentina y acordó con los titulares del Coliseo para colocar una pequeña antena en la terraza del teatro. Por esa idea los cuatro amigos fueron llamados “Los locos de la azotea”.

Aquella noche, pocos minutos después de las 21, unas cincuenta personas –además de los tripulantes de un barco anclado en el puerto de Santos, en Brasil- escucharon “Parsifal” en las pocas radios de galena que existían. El presidente Hipólito Yrigoyen comentó: “Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tienen el genio adentro”.

La orquesta del referido acontecimiento, perteneciente al teatro Constanzi de Roma, fue dirigida por el mundialmente célebre maestro austríaco, naturalizado suizo, Félix Weingartner, fallecido en 1942, y las voces argentinas de la soprano Sara César y el barítono Aldo Rossi Morelli.

“Los locos de la azotea”, claves en el devenir de la radiofonía argentina. A ellos les debemos el gusto…


Es cierto, la emisión de la ópera Parsifal de Richard Wagner en esa jornada, fue una de las tantas transmisiones radiales que por ese entonces se realizaban en forma experimental, tanto en nuestro país como en otras partes del mundo. Sin embargo, se la puede calificar de “la primera” en el sentido de que se trató de la difusión de una obra artística completa e inauguró la regularidad y sistematización en el servicio, ambas condiciones que aún no se habían producido.

No obstante, ante la falta de mayores precisiones, cabe observar que Parsifal es una obra en 3 actos que supera las 4 horas de duración, en cuyo caso al referirnos a una audición que se extendió desde las 21 hasta las 24, o no fue una emisión completa o la ópera se redujo a tres horas.

“Una audición llovida del cielo. Parsifal a precios popularísimos”, tituló el diario “La Razón” del 28 de agosto de 1920, una crónica firmada por el crítico de música Miguel Mastrogiani, agregando “anoche una onda sonora onduló vermicular por el espacio, como cubriendo con su sutil celaje de armonías –las más caprichosas, ricas, grávidas de nobles emociones- la ciudad entera”.


Una transmisión anterior



Para calibrar la audición concretada por nuestros compatriotas, encumbrada como “la primera del mundo”, recurrimos a uno de los tantos datos que aparecen en la enciclopedia Guinness de Superlativos Mundiales: “La primera radiodifusión anunciada del mundo fue hecha el 24 de diciembre de 1906 por el profesor Reginald Aubrey Fessenden (1868-1932) desde la antena de 128 metros de la National Electric Signaling Company en Brant Rock, Massachusetts. En la transmisión figuró el ‘Largo’ de George Friederich Handel. El antes nombrado Fessenden había logrado transmitir desde el año 1900, recitados vocales, aunque grandemente distorsionados”.

A contramano de lo que significa la traducción del solemne Xerxes del compositor alemán, la “longitud” del tema no supera los 6 minutos, en tanto el “gigante” Parsifal se aproxima a las 4 horas. En consecuencia, si el adjetivo numeral (primera) es en mérito al esfuerzo y la categoría del evento protagonizado por “los locos de la azotea”, la distinción resulta plenamente justificada.


Susini, ese gran artífice



Junto a sus amigos, Guerrico, Carranza y Mugica, un mes después de la primera transmisión, y finalizadas las funciones del teatro Coliseo, realizaron emisiones especiales en las que, además de ser el speaker, Susini cantaba en castellano, francés, alemán, italiano y ruso. Para disimular el elenco tan reducido, se cambiaba de nombre según cada idioma.

En agosto de 1970, al cumplirse medio siglo de la primera transmisión radiofónica, Susini, Romero, Carranza y Guerrico recibieron el homenaje del gobierno nacional presidido por Roberto Marcelo Levingston, que les entregó medallas recordatorias e instituyó al 27 de agosto como el Día de la Radiodifusión.

Enrique Susini, fundamental en la creación de aquella emisión.


En su visita a nuestro país, Einstein -de los científicos más fecundos-, no dudó en destacar a Susini como “una de las primeras inteligencias de la Argentina”.

Polifacético en sus obras, nuestro compatriota montó óperas tanto en el Teatro Colón como en la Scala de Milán y en el Teatro Real de Roma. Su película “La Chismosa” recibió el máximo galardón en el Festival de Venecia de 1938, convirtiéndose en la primera producción nacional premiada en el exterior.


Susini, una voz entre nosotros



Promediaba la década de los años ’50 cuando Susini, miembro del Radio Club Argentino, en sus habituales descansos de veraneo no descuidaba la vocación de radioaficionado y menos la permanente inquietud de conocer “las cosas” de nuestro valle, motivo por el cual se contactaba desde Pinamar, entre otros colegas de la zona, con José Alfredo Sánchez, Victoria Borja, Carlos Della Cha y Manuel Enriquez, uno de los directores de la empresa frutícola “Moño Azul”.


Por más experiencias, ilusiones y alegrías



En los tiempos del aserto “una imagen vale por mil palabras”, la radio consiguió jerarquizar su discurso y lograr que a sus palabras no se las lleve el viento, resultando ampliamente justificado el reconocimiento a esos maestros que nutrieron este medio con pasión y profesionalismo. La radio ha participado definitivamente de incontables gustos personales, comerciales y culturales, y durante sus primeros 30 años de actividad resultó irreemplazable en su posibilidad de ofrecer entretenimiento, llegando a convertirse en una insoslayable vía de información, difícil de sustituir a la hora de exigir una cobertura instantánea.

En esta jornada de celebración para la gente de la “caja mágica” todos los augurios con la mejor onda, en virtud de que cada persona del espectro radial, es un constructor de incontables experiencias, ilusiones y alegrías.


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