Fertilizaciones otoñales

Los abonos nirogenados actúan como energizantes, sobre seres vivos que entran en reposo.

COMIENZO

Entre 1940 y 1970 se produjo lo que se conoció como la “revolución verde”, que consistió en la aplicación de grandes cantidades de agua, fertilizantes químicos y plaguicidas en monocultivos con variedades mejoradas. Los fertilizantes mayormente usados son sales producidas industrialmente en base de nitrógeno, como son urea (amoníaco y dióxido de carbono), nitrato de amonio (amoníaco y ácido nítrico) y sulfato de amonio (amoníaco y ácido sulfúrico), que incrementan la masa vegetal

Sin ninguna duda han significado un aumento considerable de las producciones de alimento, para una población en continuo aumento después de la Segunda Guerra Mundial.

CARA Y CECA

Pero así como su uso razonable trajo beneficios, también inició graves perjuicios por su uso abusivo. Aplicados en forma de sales solubles en agua, lo que el suelo no “ata” y pone a disposición de las plantas, se “lava”, va a la freática y de allí al río, produciendo graves desequilibrios ecológicos.

En la región criticamos ácidamente a los productores agrícolas por esta situación pero quizás nosotros, los jardineros, seamos partícipes importantes en este proceso de contaminación. Creo que esto es a consecuencia principalmente de desconocimiento.

Usamos los fertilizantes -especialmente los nitrogenados- sin tener una cabal idea de dosis y momento de aplicación y sólo solemos darnos cuenta de que “metimos la pata” cuando aparecen manchones “quemados” en el césped, producto de severas intoxicaciones por nuestros excesos. A ello se une la dificultad de la dosificación adecuada en pequeños espacios. (Ver recuadro).

Ahora, que comienza el otoño, los vegetales se están preparando para el reposo invernal, o sea que ralentizan sus funciones biológicas y la muestra más evidente es la pérdida de follaje. Cada vez se alimentan menos y por ende las fertilizaciones, especialmente nitrogenadas, son contraproducentes y hasta peligrosas, porque impiden la “maduración” de la madera, que así se hace más sensible a heladas.

En definitiva se gastará dinero y tiempo, solamente para producir daño a nuestro jardín y al ambiente que compartimos a la vera de nuestros importantes ríos e incluso en la desembocadura de ellos en el Atlántico.

teodorico hildebrandt

eljardin@rionegro.com.ar


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