Filba 2020: un diálogo literario entre Mathias Enard y Rodrigo Fresán

Vecinos en Barcelona y colegas literarios, francés uno y argentino el otro, esta vez coincidieron en la edición virtual del Filba 2020.

Los escritores Mathias Enard y Rodrigo Fresán, quienes a pesar de ser uno francés y el otro argentino, coinciden en varios aspectos de sus vidas y sus obras -de hecho son vecinos en Barcelona- coincidieron esta noche en el Filba en una charla llena de guiños y coincidencias en la cual el escritor galo definió al «Martín Fierro como «‘La Ilíada’ argentina» y el autor porteño resaltó borgianamente que «los temas de la literatura argentina son universales».

El primer disparador que planteó la crítica y traductora Flavia Pittella -quien moderó la mesa- fue cuál debería ser la actitud de los escritores frente a la pandemia. Inmediatamente Fresan tomó la palabra y especificó: «Por un lado están los escritores que deciden ser testigos de su tiempo y hay otros (que son los que me interesan más a mí y a los que por admiración quiero parecerme) que están un poco más despegados».

El autor de «La parte inventada» retomó una cita -muy recurrente en él- de Vladimir Nábokok: «La realidad estaba sobrevalorada». Y sostuvo a continuación que «hay que proponer otra realidad, no estar subrayando permanentemente la realidad de lo que está pasando, nutriéndose vampíricamente de eso».

Enard acompañó en la idea a Fresán: «Con las pestes de la Edad Media, y principios del siglo XX con la gripe española o con las guerras hemos estado siempre al borde del abismo y como bien decía, Rodrigo, pues hay varios tipos de escritores y yo estoy más bien del lado de éste que le gusta más el monasterio que el campo de batalla: soy más un monje que un cruzado», aseguró.

Rodrigo Fresán está radicado en Barcelona desde 1999.

El autor de «Habladles de batallas, de reyes y elefantes» comentó que se está reflexionando mucho sobre el exilio, el idioma, el multilingüismo y también sobre su propio trabajo: «Los idiomas desde el español, obviamente el francés, pero también el árabe, el persa, el inglés, el alemán, latín, griego antiguo forman parte de mi mundo literario y no me puedo imaginar ‘la literatura’ en singular, siempre para mí es un plural, son ‘las literaturas'».

El gran escritor argentino es un cuentista (Borges) que renegó siempre de la novela».

Rodrigo Fresán.

Ante esta cuestión de la diversidad y las lenguas, Fresán propuso que frente al «ridículo» de considerar al autor y su literatura por el país donde nació el escritor, se debería considerar por el lugar donde murió, porque hay allí «una opción y una elección», y justificó: «el lugar donde uno nace está ligado a la historia de los padres, no es la historia propia».

El escritor se asumió como autor argentino -pero con «las tablas de la ley que tiene el escritor argentino», aclaró- y citó el ensayo «El escritor argentino y la tradición», de Jorge Luis Borges, «donde dice al final que ‘ser argentino es una fatalidad'» pero que «‘debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo'».

Parte de la familia de Mathias Enard es argentina; por caso, su abuela era porteña.

Fresán, autor de «La velocidad de las cosas», considera que al escritor argentino se lo pone dentro del contexto de lo latinoamericano, pero Argentina ni siquiera tiene una búsqueda de la gran novela: «el gran escritor argentino es un cuentista (Borges) que renegó siempre de la novela», subrayó.

«Todas las grandes novelas argentinas son muy extrañas formalmente: ‘Sobre Héroes y tumbas’, ‘Adán Buenosayres’, ‘Respiración artificial’, ‘Rayuela’… son novelas explotadas, creadas en el momento de la explosión -analizó-. A diferencias de otras literaturas latinoamericanas que hunden las raíces en el suelo, la literatura argentina hunde las raíces en la pared, como esas semillas que se meten en una grieta y de repente crece un árbol horizontal que es donde está la biblioteca, generalmente».

Fresán remarcó que «el escritor argentino funciona en base a la lectura sin importar su nacionalidad», y señaló que «el fraseo de Bob Dylan o el modo en que en que filma Stanley Kubrick o la manera en que pinta Mark Rothko son para mí tan argentinas como lo que quieran ser ellos».

Enard intervino para decir que envidia esa tradición de «escritor argentino» y reveló que su abuela es argentina: «mi abuela era porteña, creció hasta los dieciocho años en Buenos Aires y tengo ahí también primos y para mí Argentina tiene algo de país perdido, siempre me gustaría escribir algo sobre este país y de mi familia pero como nunca he entrado todavía en el territorio autobiográfico (o sea de mi familia o de mí) siempre lo voy postergando para otro momento de mi vida».

El autor de «El alcohol y la nostalgia» ha leído varios autores nacionales y siente que esa literatura «es muy autóctona pero parece venir de todo el mundo y con elementos muy europeos, pero también Borges escribía historias de gauchos que acuchillaban mujeres (sic) y vivían en la Pampa» a lo que Fresán especificó que «lo curioso de Borges es que pasás un poco la uña raspando sobre ese gaucho y hay un rey nibelungo abajo», en alusión a la idea de palimpsesto de lo nacional y lo universal.

Siguiendo con el tema de la literatura argentina, Enard definió al «Martín Fierro» como la «Ilíada argentina»: «me fascina el renegado que se va del otro lado de la frontera». Enseguida, Fresan le informó que «toda la imagen que tenemos del gaucho está escrita por alguien que no sabía mucho de gauchos», refiriéndose a su autor, el hacendado José Hernández.

Luego, a partir de un comentario del argentino sobre la búsqueda en EEUU de la gran novela americana con «Moby Dick» de Herman Melville como gesto fundante o «Huckleberry Finn» de Mark Twain, dijo Fresán que «están persiguiendo la gran novela norteamericana moderna que buscan con tanto afán y fue escrita por un ruso en plena guerra fría y es, nada menos que ‘Lolita’, de Vladimir Nabokov».

Todos somos distintos en traducción: el verdadero autor es el traductor».

Mathias Enard.

«La escribió en inglés y revoluciona el idioma inglés cómo se lo entendía hasta entonces, inventa toda una tradición novelizando el mundo de los moteles, el camino y el choque de la vieja Europa viniendo a violar a la inocente Norteamérica», acotó.

Ambos escritores coincidieron en que «El Quijote», de Miguel Cervantes, es la gran novela española: «Todo está en el Quijote: el postmodernismo de la metaficción, el libro dentro del libro, la segunda parte, el personaje enloquecido por la literatura: no falta nada», señaló. el argentino y agregó: «A los jóvenes escritores españoles le digo que problema debe ser para ellos tener como obra canónica a ‘El Quijote’, que supone que es la lectura o el autor al que alguien tiene que matar; y no hay ningún motivo para matarlo siendo un escritor joven: es una novela que va a ser joven el día que uno se muera».

Fresán retomó el tema de la traducción -uno de los temas de Filba- al mencionar la traducción al japonés de su novela «Jardines de Kensington». Cuando la vio traducida le preguntó a su traductor: «¿Qué tienen que ver estos ideogramas, estos bloques de ideas, con mi novela?» a lo que recibió como respuesta: «‘Nada, nosotros no reescribimos los libros’. La japonesa no es una idea de traducción fiel y fidedigna, es una cosa completamente diferente, del mismo modo que cuando nosotros leemos a Haruki Murakami en español o en inglés o en francés».

El escritor y políglota francés -incluso habla perfectamente el catalán de su esposa- afirmó que «todos somos distintos en traducción: el verdadero autor es el traductor» y explicó que «el Rodrigo Fresán en francés no es el mismo Rodrigo Fresán en castellano», en tanto que el autor de «Esperanto» remató señalando medio en broma que a él eso «lo perturba y lo deprime», porque siempre gana los premios literarios en otros idiomas y nunca en español, «lo cual me hace pensar que entonces tal vez soy muy mal escritor en español», bromeó.

Los autores siguieron mencionando varias de sus coincidencias: Fresán resaltó la practicidad de vivir en Barcelona siendo escritor por tener cerca el mar y la montaña: «podés seguir sentado haciendo una vida muy sedentaria físicamente y nómade mentalmente sin ningún tipo de culpa», se alegró el autor argentino, quien vive en el emblemático pico barcelonés Tibidabo.

Agencia Télam


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