Forzadas alianzas

El apático PJ y un sospechado oficialismo van con Scioli. Macri marcha con el Pro y los ajados radicales.

Rara marcha electoral en Río Negro. Apatía y parquedad militante de los jefes del FpV en favor de Daniel Scioli. Su forzada mezcla con el respaldo, siempre sospechoso, del gobernador Alberto Weretilneck. Y el ejercicio proselitista por Mauricio Macri, que tiene sus bifurcaciones, entre la naciente dirigencia del Pro y sus ajados socios radicales, que llegan con sus desavenencias internas. La movilización por Scioli se asienta esencialmente en entidades intermedias, gremios, universidades y sectores militantes. Poco se sabe del accionar del PJ, que preside Martín Soria. El jueves llegaba el gobernador Sergio Urribarri pero postergó su viaje a Roca. Eso coincidió con un exceso de sinceramiento del roquense. Declaró que el FpV está “en un momento muy difícil”, ya que hay “una notoria sensación de cambio”. Quiso corregir al otro día y habló de la pugna de “dos cambios”. Alineó su postura a la visión del mandatario salteño Juan Manuel Urtubey. Era tarde. Sus dichos habían desgarrado al justicialismo. Igual, nadie respondió directamente pero se repitieron voces –entre ellas, las del senador Miguel Pichetto y del diputado electo Martín Doñate, desde sus refugios, en el Senado y el Valle Medio– y lo hicieron con un mensaje obvio: el respaldo a su candidato Scioli. El “sciolismo” gubernamental detectó la ocasión y reaccionó frente a la postura de Soria, que había incluido su habitual castigo verbal al gobernador. Valoró, en esa ocasión, el perjuicio que para Scioli traerá su sociedad con Weretilneck. El oficialismo respondió con su lógica: todo vale para dinamitar, más aún, al FpV. Así, capturó la pose del roquense y clamó que ese paso provenía de un acuerdo con Macri. Soria desnudó su paso acomodaticio y su despegue de cualquier derrota, en este caso, la que podría afectar a Scioli. Sólo es eso. No existe tal entendimiento. La versión sí utiliza un dato real: un encuentro del intendente con el armador del macrismo en la Patagonia, Sebastián García De Luca. Ambos se juntaron hace cuatro meses. Otro era entonces el mundo. Y esa reunión se forzó por el vínculo que ambos mantienen con el roquense Juan Martín, un peronista menemista que se abrazó al macrismo, especialmente por su amistad con Emilio Monzó, un operador central de Macri. Martín hoy es el jefe de campaña de Cambiemos. Weretilneck hace su juego. Mantiene sutiles tratos con el Pro mientras debilita, aún más, a sus pares sciolistas. Quiere apropiarse del rédito electoral. El 25 de octubre priorizó los comicios municipales –a pesar de que el triunfo anunciado de Río Colorado se complicó y queda esperar el recuento de votos– y ahora procura “ganar” con Scioli en Río Negro. Eco Consultores proyecta una victoria del bonaerense con el 54,1% y un 38,8% para el porteño, con 7% para blancos. Antes Scioli había logrado 45% y Macri 22%, tercero detrás del 24% de Sergio Massa. Otro 9% quedaron repartidos entre Margarita Stolbizer, Nicolás del Caño y Adolfo Rodríguez Saá. Según ese sondeo, Scioli sumará 9 puntos y Macri más de 16 puntos. Así se reparte el tercio de electores que no los votó en octubre: dos de cada tres –64%– optaría por la boleta de Cambiemos y el otro tercio elegiría al FpV. La propagación del “efecto Macri” sembró expectativas y, también, discrepancias entre los miembros rionegrinos de Cambiemos. Llegaron con las vertientes radicales y su resistencia de parte del macrismo, previo reproche de su estrecho aporte electoral. El viernes llegó el presidente de la UCR, Ernesto Sanz, a Roca. Esa hostilidad se advirtió con su presencia, con actos bien diferenciados. El jefe radical marcó a Sergio Wisky como el vínculo con Nación. Este diputado electo es radical, pero el año pasado se alistó al macrismo. Y ahora pretende, desde allí, insistir en la renovación de los correligionarios, y lo expone en su selección de sus interlocutores. Sanz, Enrique “Coti” Nosiglia, Walter Ceballos y Jesús Rodríguez son partícipes del “poder macrista”. Hasta ellos llegaron los radicales rionegrinos con sus ansiedades. Fueron los intendentes –liderados por el viedmense José Luis Foulkes–, el jefe de la UCR, Horacio Massaccesi, y el exministro Daniel Sartor. También pasó Bautista Mendioroz, a pesar de su reciente emigración a la boleta del frente con Magdalena Odarda. Aun así, el exvice tiene ventaja por sus roces con Sanz y Elisa Carrió, ambos revalorizados. Aquellos referentes desalentaron ambiciones adelantadas, que apuntan a los más de 200 lugares jerarquizados en los organismos nacionales en Río Negro. “No es tiempo de hablar de cargos”, afirmó Nosiglia. Sanz insistió en igual concepto en Roca. En su erosión, el macrismo rionegrino cuestiona esa propensión y carga más con la sorpresiva escasez electoral de Cambiemos en los municipios radicales. Días atrás, Monzó –junto con Rogelio Frigerio y De Luca– recibió a Wisky y Martín. Poco lugar existió para vapulear a los radicales, pues Monzó priorizó que “aún hay que ganar” y, para eso, frente al lánguido aporte de la UCR, arengó por nuevas fuerzas. Este pedido explica el espacio que se le otorgó al adherente intendente Aníbal Tortoriello y a un sector de Sergio Massa. Las uniones forzadas tienen sus tiempos. En este caso, gran parte vencerá en la noche del domingo.

Adrián Pecollo adrianpecollo@rionegro.com.ar

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