Guada, la profe trans de Zapala: “Algo tan simple como un nombre en un papel es todo”

Guadalupe Riquelme es una docente trans que da clases en escuelas de Zapala. Cuenta cómo transitó el camino de la discriminación cuando era adolescente en el colegio y ahora de adulta, en el circuito laboral. La Provincia aún no sancionó una ley.

“Dame tu nombre real”, exigía el policía.

“Mi nombre real es Guadalupe”, respondió una joven mujer trans, en 2015, en Córdoba.

Hace exactamente seis años se sancionó la ley de identidad de género. Esto le permite a las personas, cuya vivencia interna no se corresponde con el sexo asignado al nacer, solicitar el cambio registral. La norma establece un trato digno, tanto en el ámbito público como privado.

Desde los 12 años Guadalupe Riquelme lleva su nombre elegido, más real que ningún otro. Hoy tiene 36 y vive Zapala, una localidad de 33.409 habitantes, según la estimación de población a 2018 realizada por la dirección de Estadística y Censos de la provincia. Estudió el profesorado de Geografía en Córdoba y en 2016 regresó al pago porque la policía “ejerce mano dura” en general, y en especial con la disidencia LGBTI, señala. Da clases en el IFD N°13, en el CPEM 61 y es jefa de Departamento en la Epet N°11.

“A mi Zapala me encanta, es la ciudad donde yo nací. Me encanta la estepa. El clima, bueno el viento, no es que me guste pero te acostumbras”, afirma.

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Lograr su documento no la salvó de la violencia institucional, pero no tenerlo la expuso aun más.

“La secundaria fue terrible, terrible en todo sentido. Lo mejor de la secundaria, los amigos que tengo, lo peor, la discriminación que sufrí. Doblemente discriminada, incluida por los profesores. Siempre peleaba por el tema de mi nombre en las planillas. Agarraba a cada profesor antes de ingresar al curso. Algunos me decían si, otros no me daban pelota. La discriminación fue terrible en ese tiempo. Lloré muchísimo. Igual lo afrontaba todos los días. Desde los profesores que te reprobaban, los compañeros que te golpeaban”, recuerda.

Y agrega: “en el secundario, además del bullying y la discriminación, de la homofobia, lo peor de la condición trans era ir a hacer un trámite. El simple hecho de ir a pagar algo o pedir un turno en el hospital cuando te llamaban a viva voz, ya era algo sumamente agresivo. Algo tan simple como un nombre que figure en un documento legal es un montón”.

Ahora es ella la docente, de adolescentes y de adultos, que manifiesta, adhiere a la huelga sindical.

“La relación que tengo con mis alumnos siempre es el primer día de clases abro la puerta y todos se quedan con la boca abierta, mirando, algunos se golpean el hombro, no pueden creer que una persona totalmente diferente entra al curso. Piensan “se equivocó”. Los adultos quedan sorprendidos, no te hacen preguntas, no se habla del tema, los chicos si te hacen algunas preguntas, los adultos son más complicados porque vos sabes que manejan la hipocresía”, explica. Ella habla en un tono suave, a veces casi susurra.

Sostiene que todavía le quedó algo de “resaca” del secundario cuando camina por la calle, esquivando insultos. “Ese temor ya no lo tengo más”, enfatiza.

Neuquén carece de una ley que garantice el cupo laboral trans, pese a que fueron presentados proyectos en la Legislatura. Tampoco hay cifras oficiales en materia de empleo y desocupación. La información se carga en dos categorías: varón/mujer.

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“Dentro de la sociedad somos personas de segunda categoría o tercera, para el resto de la sociedad no tenemos que tener derechos: ni de salud, ni de educación, ni de vivienda, ni de trabajo, les molesta que estemos metidos en su entorno”, indica.

El normal de Zapala, uno de los establecimientos en los que trabaja Guadalupe, tiene un inmenso salón. Un pequeño quiosco con un cartel ofrece “pensión para señoritas”. Al levantar la vista se ven los pisos desde dónde pispean los estudiantes y profesores, al bajarla están tres rayuelas pintadas, y una hilera de ratones. Hay una campana dorada y placas de los aniversarios del colegio con sus egresados.

Si la escuela fija un patrón de normalidad, la sola presencia de Guadalupe en las aulas y pasillos lo corroe. Ella dice: “Cuando el Estado te reconoce, ya se siente la vida de otra forma, dejas de ser un indocumentado, que era lo que éramos: indocumentadas”.

 


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