Hace 5.000 años ya había “viajes de compras” a través de la cordillera

Algunos restos encontrados revelan que los pobladores tenían inquietudes que iban más allá de la mera supervivencia: son adornos y símbolos.

Desde los tiempos más antiguos la Cordillera no impidió el intercambio humano. Hoy el viaje de compras a Chile es un fenómeno social y comercial, pero los primeros indicios de relaciones de pobladores de esta zona patagónica con otros del Pacífico tienen más de 5.000 años.

El historiador Maximiliano Lezcano señala que según las investigaciones hechas en la zona de El Trébol, cerca de Bariloche, y otros yacimientos “hay evidencias de que entre 5.600 y 5.800 años atrás la gente que ocupa espacios fluviales y las orillas de los lagos estaba usando objetos provenientes del mar, en algunos casos claramente del Pacífico. Son moluscos de valvas mucho más resistentes y coloridas que los similares locales y fueron conocidos por varias culturas. Entre ellos hay unos caracoles pequeños, rojizos, que se usaron como adornos colgantes, entre los 5.600 y los 1.000 años antes del presente. Estos objetos llegaron o por intercambio de mano en mano, o por gente que viajó directamente hacia o desde esas costas. La cordillera era un accidente importante, pero al mismo tiempo fue una zona boscosa donde la gente se desplazaba”, señala.

Estos “tours de compras” primitivos ocurrieron en ambos sentidos. También en yacimientos muy antiguos de Chile como Monteverde, se han encontrados restos de herramientas de piedras y vegetales del territorio occidental de la cordillera. “Los yacimientos líticos no eran tan abundantes del otro lado, en Chile había bosques más cerrados y menos variedad de piedras para fabricar instrumentos”, explica Lezcano.

También en el norte neuquino hay evidencias de intercambio transcordillerano, aunque más recientes. El antropólogo especializado en arqueología Ramiro Barberena señala que “en un bloque temporal de unos 2.500 a 3.000 años atrás, en Cueva Huenul encontramos varios elementos similares a otros hallados en la cordillera del Maule, en Chile. Hay similitudes de herramientas y artefactos, que indican intensos contactos o que se trataba de la misma gente, que pasaba cuando el clima lo permitía, en verano”.

En Cueva Huenul se encontraron también los caracoles marinos del Pacífico, rojizos, enhebrados en una cuerda, para ser usados como adorno. Y calabazas decoradas con fuego y cerámicas de motivos coincidentes con otros hallados en Chile. Incluso pinturas rupestres similares.

Para Barberena, además de la evidencia de intercambio estos hallazgos revelan inquietudes de los ocupantes de la cueva que van más allá de la mera supervivencia. “Claramente hay un intento de personalizar ambientes, trasmitir conocimiento, quizás usadas como parte de ceremonias religiosas, no lo sabemos con certeza. Pero son conductas humanas modernas”, explica.

Los intercambios habrían llegado más lejos. El arqueólogo Luciano Prates, que ha investigado yacimientos en el Río Negro y la Meseta de Somuncura, explica que se han encontrado “artefactos de piedra de la meseta que aparecen a 300 kilómetros de distancia en la cordillera, o cañas colihues propias de la cordillera en Sierra Pailemán”, por ejemplo. Evidencia de una “fluidez de contactos entre estos grupos” agrega.

Llegada a la Norpatagonia

Hace más o menos 11.000 años, grupitos de cazadores y recolectores, familias ampliadas de no más de 15 o 20 personas, decidieron cruzar los ríos Colorado y Negro. Encontraron refugios, alimento y siguieron paulatinamente al sur, por rutas diversas. No lo sabían, pero entraban a la Patagonia, la estación de llegada de una larga travesía que había iniciado decenas de miles años antes el inquieto Homo sapiens, cuando salió de su cuna africana.

El espacio que ocupan hoy Río Negro y Neuquén atrajo a poblaciones nómades que aprovecharon su ubicación estratégica y la variedad de recursos que ofrecía. Y en los numerosos refugios rocosos disponibles para protegerse de las inclemencias del tiempo dejaron huellas de sus actividades, tecnología y creencias.

En esas cuevas, equipos de arqueólogos y otros expertos de ambas provincias hurgan como detectives del pasado para hallar pistas que permitan echar luz sobre cómo era la dura vida de esos primeros patagónicos, que lograron adaptarse hábilmente a un medio ambiente cambiante.

Los primeros “neuquinos”

Cueva Huenul, al este de la Cordillera del Viento, entre Barrancas y Buta Ranquil, no llama la atención a primera vista: otro de los tantos aleros naturales en bardas y montañas de precordillera. Sin embargo, en su interior, el equipo de investigadores del Conicet liderado por el antropólogo Barberena con ayuda de expertos de Neuquén, Chile y Estados Unidos, realiza excavaciones y análisis desde hace cinco años, que permitieron encontrar huellas humanas que se remontan hasta 11.000 años atrás.

“Es un sitio arqueológico excepcional, de grandes dimensiones, con sedimentos de hace más de 16.000 años y que se extienden en forma discontinua hasta hace unos 300 años atrás. Dentro de esa secuencia hemos encontrado evidencias de ocupación sucesiva de la cueva primero por animales prehistóricos, hace entre 16.000 y 13.000 años atrás y un pequeño bloque, de entre 10.000 y 11.000 años atrás, con restos de actividad humana: fogones, restos de guanacos que sirvieron de alimento, artefactos de piedra y vidrio volcánico, como puntas de proyectiles o para coser cueros”, explicó.

No hallaron restos humanos, por lo que no es posible detallar su apariencia física, aunque sería similar a la de los primeros humanos que llegaron al continente desde Asia y bajaron del Norte. “Sí podemos inferir que eran grupos pequeños, una familia o clan que se movía mucho por el paisaje. Hay que olvidarse de la imagen de una vivienda permanente: usaban estos refugios naturales y permanecían poco en cada lugar. Sabemos que se dedicaban a la caza de animales, principalmente guanacos, pequeños mamíferos y procesaban algunos vegetales, como el algarrobo” señala Barberena. Un grupo típico de esa época podía llegar a tener hasta 40 ó 50 campamentos-base en decenas de kilómetros cuadrados a la redonda en donde permanecían 15 o 20 días, siguiendo circuitos estacionales de caza y el clima.

Como en la actualidad, la zona atravesaba un profundo cambio climático. Hace 11.000 años el mundo empezaba a salir de una glaciación, pero aún así era bastante más frío y húmedo que el actual, con inviernos más largos y más vegetación arbustiva. “Era una vida físicamente mucho más exigente, debían trasladarse varios kilómetros por día, bajo un clima más duro y sin la medicina y tecnología modernas. La expectativa de vida habría sido menor, 35-40 años para la mayoría”, dijo.

…y hace tiempo

“En Huenul no hay indicios de agua, lo más cercano es el río Colorado, a unos seis kilómetros. Las poblaciones se movían mucho”.

Ramiro Barberena, antropólogo especializado en Arqueología.

“La cordillera era un accidente importante, pero al mismo tiempo fue una zona boscosa donde la gente se desplazaba”.

Maximiliano Lezcano, historiador de la UNC e investigador del Conicet.

Cueva Huenul

Datos

11.000
años atrás, los primeros grupos de familias llegaron a lo que hoy son las provincias de Neuquén y Río Negro.
20
integrantes como máximo tenían los grupos familiares de cazadores-recolectores que se aventuraron por la Patagonia.
“En Huenul no hay indicios de agua, lo más cercano es el río Colorado, a unos seis kilómetros. Las poblaciones se movían mucho”.
“La cordillera era un accidente importante, pero al mismo tiempo fue una zona boscosa donde la gente se desplazaba”.

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