Hacer siempre lo mismo… y esperar resultados diferentes

COLUMNISTAS

Una vez más nuestro país parece encaminarse hacia un sacudón socioeconómico similar a los que ya sufrió en 1976, 1989 y el 2001. Al menos, eso es lo que parecen indicar las grandes variables de la macroeconomía, cuyo comportamiento actual es bastante similar al que tuvieron en los momentos que precedieron a aquéllos: caída de la actividad económica, déficit fiscal, fuerte emisión monetaria e inflación creciente, fuga de dólares, caída de reservas, pobreza creciente, etc.

Si bien se pueden señalar algunas características diferenciales entre los cuatro momentos (por ejemplo, en el 2001 no teníamos un proceso inflacionario), son muchas más las coincidencias. En especial, son coincidentes las razones del estancamiento: déficit fiscal, falta de competitividad y, en general, cuestiones fundamentales del tan particular sistema económico argentino que hacen imposible el crecimiento en el largo plazo.

Por si todo esto fuera poco, hay en el presente dos nuevos factores desestabilizantes: la prisión impositiva y el correspondiente gasto público, que están en los puntos máximos de su historia, produciendo la asfixia de hasta las actividades más competitivas.

Igual que en aquellos momentos de crisis, la pregunta relevante sería: ¿estaremos llegando a la situación límite de entender, finalmente, que este “sistema argentino” no funciona y que requiere de urgentes cambios? ¿Habremos tocado fondo? ¿O habrá que seguir cayendo?

Digo esto de seguir cayendo porque, más allá de recuperaciones lógicas posteriores a estos sismos, las mismas no llegan a cumplir los 15 años que ya tenemos una nueva crisis encima. La caída de ahora no se ha producido antes por una razón muy simple: el fuerte incremento en el precio de nuestros productos de exportación desde el comienzo del nuevo siglo. En la última década del siglo anterior la soja cotizaba en el mundo a u$s 100 la tonelada, y en los últimos diez años ha promediado los u$s 500.

Pero como decía, más allá de estas recuperaciones de corto plazo el país ha tenido una performance única a nivel mundial, pasando de estar entre los primeros cinco o seis a comienzos del siglo anterior a figurar hoy en un lugar de mitad de tabla, con más tendencia a irnos al descenso que a mantenernos, al menos, en ese pelotón intermedio.

El tema entonces radica en ver si los argentinos, con la dirigencia a la cabeza, entienden que el “modelo argentino” del siglo XX ha sido un experimento fallido y como tal debe ser corregido o si no, como dije antes, cabe esperar seguir cayendo.

Lamentablemente debo decir que fruto de un optimismo infundado hay una generalizada idea de que, con tres o cuatro correcciones, el sistema puede seguir funcionando. Basta con ver cuáles son las potenciales fuerzas políticas que se perfilan para suceder al actual gobierno nacional: el propio kirchnerismo, el resto del peronismo, y la alianza radicalismo-socialismo.

Es decir: las mismas ideas que con pequeñas diferencias, más de forma que de fondo, defienden el tan particular modelo argentino de: políticas dirigistas, estatización de empresas (obviamente deficitarias), rechazo al sistema de libre mercado, intervencionismo estatal en todas las actividades, sistema jubilatorio estatal (y deficitario); crecimiento exponencial del aparato político-institucional del Estado (hablo de cámaras de diputados, cámaras de senadores, concejos deliberantes, organismos de control y una parafernalia de organismos de escasa o nula productividad). Todo ello, imposible de ser financiado por el aparato productivo argentino, aun a pesar del récord de presión impositiva.

Pero no. Nuestros dirigentes políticos no ven esas causas. Para ellos, si son del gobierno, las causas de nuestros problemas son: a) los fondos buitre (que si bien significan problemas, claramente no son causa de nuestros males sino consecuencia de nuestros comportamientos); b) la crisis internacional (¿qué crisis?, ¿qué países relevantes a nivel mundial están en recesión?); los grupos de poder (¿?); problemas de abastecimiento (¿qué se pretende?, ¿qué se venda a pérdida?); etc.

Si son políticos de la oposición, ahí la cosa es más fácil, ya que les alcanza con mencionar los problemas: la política de carnes, las retenciones, la inflación, el cepo cambiario, la falta de créditos, la pobreza, la presión impositiva, la política de subsidios, etc. En fin, pura retórica. Porque esas cuestiones no son las causas de nuestros problemas. Son las consecuencias.

La frase del título corresponde a Albert Einstein y el científico la usaba para definir la locura.

ROLANDO CITARELLA

Economista

ROLANDO CITARELLA


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