Luis, el entrañable enfermero de Río Negro que cuidó a miles de pacientes, lucha por su salud

Salvó a pobladores en parajes de la región sur y atendió a pacientes en fase terminal en Huergo. Ahora le tocó a él sobrevivir.

Su paso por las salitas de parajes, barrios y localidades de la región sur y el Alto Valle de Río Negro dejó huellas imborrables en la vida y la salud de cientos de personas.  

Luis Roberto Guaiquian tiene 61 años es enfermero y agente sanitario. Trabajó como auxiliar de salud durante 37 años asistiendo a niños, adolescentes, adultos, pobladores y personas mayores en zonas rurales, campos y ciudades; pero también a pacientes con enfermedades en etapa terminal.  

Luego de haber cuidado con dedicación y compromiso a tantos pacientes como horas en su vida, hoy le toca a él estar del otro lado. Lucha por su recuperación luego de ser sometido a un trasplante de hígado y riñón en el Hospital Británico de Buenos Aires.  

“Gracias a muchas personas que ayudaron a mi papá él fue trasplantado», contó su hija Giuliana Guaiquian de Roca, una mujer quien heredó la misma pasión que su padre y hoy es enfermera.   

Luis supo ser promotor de la salud.

La historia de Luis, como lo conoce la mayoría, merece ser contada. Su hija le puso voz y relató la vida y obra del hombre, reconocido entre los vecinos de Huergo, quien por estas horas no hace más que recibir palabras de aliento en su internación.  

Luis Guiquian nació en el paraje Yaminue, un poblado de 90 habitantes ubicado a 67 kilómetros al sur de Ministro Ramos Mexía, en la Provincia de Río Negro.    

Comenzó a trabajar a los 24 años allí en una salita. Era el único auxiliar que había en el paraje y dedicó sus días a la salud de la gente durante 17 años. Andaba a caballo, visitando a las familias en zonas alejadas, incomunicadas, atendía a los pobladores.  

“Cuando surgía algún accidente, él era el que los asistía hasta que llegaba la ambulancia. Si se podía, los trasladaba al pueblo más cercano”, recordó su hija que lo vio ejercer en ese pueblo hasta sus doce años.  

Por razones familiares, pidió el traslado y se mudaron con la familia al Alto Valle. Llegaron a vivir a Ingeniero Huergo, donde él continuó su labor como agente sanitario y promotor de salud.  

Recuerdos de más de 30 años entre salitas barriales.

“Trabajaba para la comunidad, para familias vulnerables, las visitaba casa por casa, recorría zona de bardas, hacía los censos de las familias. Su trabajo se enfocó en la prevención», contó Giuliana con admiración.    

Entre sus tareas cotidianas, hacía visitas domiciliarias, vacunación de niños y personas mayores en sus casas, visitó a muchas personas en soledad y en situación de riesgo. No faltaron los controles de diabetes y presión arterial y siempre se preocupó por los que no se podían mover o vivían lejos. 

No pasaba por alto a las mujeres embarazadas a quienes chequeaba que tuvieran sus controles al día. Tampoco dejó de lado la consejería sexual y la insistencia para tener al día los controles de mamas y pap. 

Así; Luis cumplió un rol clave para la salud de la población de Huergo como agente de salud y enfermero durante 20 años. Pero quizás la diferencia, el plus, lo hizo en el servicio de Cuidados Paliativos y hoy muchos lo recuerdan por eso. 

El enfermero y su compromiso con la salud pública.

Siempre brindó cuidado de calidad a pacientes que preferían transitar su enfermedad terminal en casa. «Cuando la persona requería de algún calmante para aliviar su dolor, mi papá salía a cualquier hora a ver a esos esos pacientes», relató Giuliana. 

Luis se convirtió en una persona muy querida. Muchas familias de Huergo están agradecidas con él porque brindó cuidado a los suyos, en los peores momentos. «Él siempre se comprometió con su profesión y dio todo lo mejor hasta que se enfermó y tuvo que dejar de trabajar. De ayudar, pasó a ser un paciente», se lamentó su hija.  

“Es de una solidaridad humana digna de destacar”, dijeron por las redes sociales los hijos de personas a las que él atendió y cuidó con tanto esmero. 

Un trasplante que lo salvó


En 2017, le diagnosticaron una enfermedad y tuvo que dejar de trabajar. Empezó con diálisis porque su riñón dejó de funcionar. Eso provocó el deterioro de su hígado tras ocho años de tratamiento. «Fueron años difíciles porque fue en medio de la pandemia. Tuvo varias recaídas, pero salió adelante”, contó su hija.

Hasta que, a fines del año pasado, la salud de Luis se complicó. Así fue que en abril de este año tuvo que viajar a Buenos Aires porque su vida corría peligro: necesitaba un trasplante de hígado y riñón para sobrevivir.  

Luis junto a su hija Giuliana. Foto: gentileza.

Finalmente, el 18 de julio salió la operación y Luis accedió a los órganos de un donante fallecido. La cirugía duró doce horas y fue exitosa, y aún hasta el día de hoy sigue internado. Según comentó su hija, su recuperación avanza y en octubre podría tener el alta médica.  

Su esposa Nélida, también enfermera, lo acompaña desde el minuto cero y sus familiares no hacen más que agradecer al hospital Británico, a los profesionales y trabajadores que lo cuidan. Especialmente a los equipos de Nefrología, Hepatología, diálisis, cirujanos, enfermeros, médicos, nutricionistas.

“Y queremos dar gracias a la familia de esa persona que falleció y donó su hígado y riñón para que mi papá lo pudiera recibir», concluyó Giuliana. 

Ahora todos esperan que Luis pueda volver a casa tras cinco meses en Buenos Aires, para vivir su segunda vida, una segunda oportunidad.  

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