¿Interesa prevenir la muerte súbita en el deporte?

MARCELO ANTONIO ANGRIMAN (*)

Por muerte súbita se entiende aquella que aparece en forma inesperada, no traumática ni violenta, en un corto período y en individuos cuya condición clínica no hacía prever tal desenlace. El primer caso documentado en la historia fue el del soldado griego Pheidippides (490 a.C.), quien corrió desde Marathon a Atenas para anunciar la victoria militar sobre los persas y cayó fulminado dentro de la hora siguiente a su llegada. Según el cardiólogo Ricardo Iglesias, “la muerte súbita es una afección bastante común. Se producen 30.000 fallecimientos por año en la Argentina”. En España, en tanto, se calculan 50.000 decesos por año, de los cuales entre 20 y 25 corresponden a deportistas de elite. En las últimas semanas se han producido casos de muerte súbita en el deporte, tal el del jugador Piermario Morosini, del Livorno de Italia; la atleta Claire Squire, quien falleció mientras finalizaba una maratón en Inglaterra, y el nadador noruego Alexander Dale Oen, cuando entrenaba en Estados Unidos con vistas a los próximos juegos olímpicos. Con mejor suerte, fue recuperado con vida tras una rápida asistencia el congoleño Fabrice Muamba, quien se desplomó en pleno partido de la liga inglesa de fútbol. En nuestro país, por su parte, conmovió el reciente fallecimiento de Franco Giuliani, de tan sólo 16 años, al finalizar una carrera de mountain bike de más de 70 kilómetros en Mendoza. Son también recordados los decesos del basquetbolista Gabriel Riofrío y del joven arquero de Independiente Lucas Molina, entre otros. Según el médico deportólogo Norberto Debbag, “la cantidad de casos es similar a otros años, lo que sucede es que hay más llegada de los medios de comunicación y las noticias circulan en minutos a través de internet u otro sistema, aunque pudieron haber aumentado algunos casos con el tema doping”. En los mayores de 35 años la razón principal es la enfermedad coronaria. En los menores de esta edad y deportistas, la causa suele ser la miocardiopatía congénita, la displasia arritmogénica de las arterias coronarias, los traumatismos de tórax y las alteraciones eléctricas del corazón. También hay causas extracardíacas como la ingesta de drogas, las de origen genético y otras aún no identificables. ¿Es prevenible la muerte súbita? El 19 de octubre de 2008 el diario “La Nación” publicó un completo artículo cuyo título rezaba: “La muerte súbita en el deporte es prevenible”. Apenas veinte días después volvió sobre sus pasos con otra extensa nota e idéntico gráfico cuyo epígrafe decía: “La muerte súbita en el deporte no siempre se puede prevenir”. La contradicción explica la dificultad del tema. Hoy se coincide en señalar que, si bien hay casos en los que no se puede evitar, hay muchos otros en los que se puede reducir el riesgo de una muerte súbita por paro cardiaco mediante un examen médico precompetitivo. También, que “uno de cada tres casos de muerte súbita podría evitarse si hubiera una persona capacitada en reanimación cardiopulmonar básica cerca” (Sociedad Argentina de Cardiología). Estas conclusiones hablan a las claras de la importancia de la prevención primaria y secundaria: • Prevención primaria: control médico previo. La falta de controles médicos y exámenes complementarios previos al esfuerzo físico –a lo que se suma la escasa exigencia de los organizadores de eventos o instituciones deportivas– es un caldo de cultivo para que la posibilidad de muerte súbita no sea detectada. Según la Fundación Favaloro y la Revista de Cardiología Argentina, para emprender una actividad física deportiva son necesarios un examen clínico y un electrocardiograma en personas de 20 a 35 años. A estos estudios hay que agregar una ergometría o prueba de esfuerzo cuando se trate de equitación, carrera de aventura, polo, ejercicios de sobrecarga o judo entre los 36 y los 60 años y en todos los deportes desde los 60 años, edad a partir de la cual también es recomendable un ecocardiograma. – Exigencias acordes con el estado físico y la salud del deportista. También se da hoy como posible agente generador de la muerte súbita al sobreentrenamiento. En la alta competencia se lleva a incrementar el esfuerzo al máximo en cada estímulo y hay deportes como el fútbol que han aumentado la cantidad de torneos simultáneos en una misma temporada. Ello determina la necesidad de una mejor capacitación en los preparadores físicos y entrenadores en orden a dosificar las cargas, los descansos y la alimentación de las personas a su cargo. • Prevención secundaria. Luego de acontecido el hecho se debe estar preparado para reaccionar a tiempo. Se resaltan como importantes: – La capacitación en RCP. Es imprescindible la reanimación cardiopulmonar inmediata. En el escenario más optimista, la asistencia en la vía pública de una ciudad como Buenos Aires demoraría en llegar 10,24 minutos. Por supuesto que si cada lugar donde se practica una actividad deportiva masiva contara con desfibriladores automáticos y personal apto para tareas de reanimación se podrían mejorar las estadísticas. – Contar con desfibriladores. Las posibilidades de supervivencia se reducen en cerca de un 10% por cada minuto que demora la desfibrilación y después de los primeros cinco minutos las chances son casi nulas. Un desfibrilador automático cuesta alrededor de 2.500 dólares, una cifra accesible para un club de fútbol o para el Estado, y no hace falta ser médico para operarlo. El ejemplo a seguir, según el periodista Fernando Pacini, en materia de estadios cardioseguros es Boca Juniors, donde sus deportistas y los espectadores están protegidos con 13 desfibriladores distribuidos adecuadamente, 20 socorristas coordinados por un médico, cinco médicos de diferentes especialidades, cuatro ambulancias, dos centros de atención y un cardiólogo en la coordinación general que permiten asistir adecuadamente a cualquier espectador en 2,35 minutos promedio. Así, en los últimos tres años, se evitaron cuatro muertes en el estadio de un total de cinco casos. Medidas en las que avanzar A tenor de lo expuesto no aparece como una dificultad insalvable avanzar en planes en los que la prevención primaria y secundaria sean tenidos en cuenta. Sin embargo, en nuestro medio el tema es considerado secundario. El relativamente bajo nivel de mortalidad y la tendencia a razonar que se trata de un caso fortuito, sin que se activen mecanismos para prevenir tales hechos, influyen decididamente para ello. En 1982 en Italia se sancionó una ley por la cual para hacer deporte se requiere un examen médico y un electrocardiograma obligatorio. Cuando en el 2005 se estudió el impacto de la medida, se llegó a la conclusión de que las muertes se habían reducido en un 90%. En nuestro país los intentos que se han ensayado pasan por disposiciones de federaciones deportivas, hasta llegar a tímidas ordenanzas municipales. Son pocas las leyes provinciales –menos aún nacionales– que se encargan de afrontar esta problemática. Si la cuestión queda reservada exclusivamente a los particulares, difícilmente se avance en orden a mejorar la prevención. La solución de fondo pasará por la creación de una norma por parte del Estado para que se exija un certificado de aptitud avalado por un profesional médico previo a la realización de actividades físicas y deportivas, se capacite a los alumnos desde la secundaria en maniobras de RCP y se obligue a los organizadores de eventos deportivos masivos a contar con la asistencia de unidades con desfibriladores. Hasta que ello no ocurra seguiremos, con mueca de consternación, lamentando muertes. Muchas de las cuales, ya sabemos, podrían haberse prevenido. (*) Abogado. Profesor Nacional de Educación Física marceloangriman@ciudad.com.ar


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